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Carta al peronismo: mientras discutimos cargos, la vida cotidiana se vuelve imposible

El autor analiza la realidad del peronismo mendocino y qué opciones le quedan. "Tal vez lo que viene sea que Mendoza se anime", asegura.

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La condena a Cristina Kirchner no pasó desapercibida en Mendoza. Hubo comunicados, actos frente a tribunales federales (con presencias llamativas), pronunciamientos y gestos que se inscriben en una larga tradición del peronismo: resistir, denunciar, convocar. Pero la pregunta que incomoda —y que nos urge— es otra: ¿qué significa ser peronista hoy, en esta provincia, frente a un gobierno nacional que banaliza el Estado y frente a una derecha local que se cree impune?

En mi columna anterior pregunté "después de Cristina presa, ¿qué?". Hoy quiero arriesgar una respuesta: tal vez lo que viene sea que Mendoza se anime. Que no sólo resista, sino que proponga. Que no sólo mire hacia adentro, sino hacia el país que soñó Perón: uno federal, humano y profundamente justo.

Porque mientras discutimos nombres y consignas (y nos peleamos como si fuese la “batalla final” cual si fuera la Batalla de la Puerta Negra), la vida cotidiana de miles mendocinos se vuelve imposible. Y eso no se resuelve con mística sola. Se resuelve con un proyecto.

Un proyecto que tenga coraje para romper el molde. El peronismo mendocino necesita dejar de pelear la interna en espejo con Buenos Aires. No porque no seamos parte de un proyecto nacional —lo somos y debemos serlo—, sino porque aportar al país que soñó Perón también exige pensar una Mendoza que no repita ni copie. Que proponga. Que se anime a ocupar un rol estratégico en el nuevo mapa federal: con inteligencia artificial, economía verde, industria del conocimiento y justicia social real. Esa Mendoza puede existir. Pero necesita más que mística: necesita decisión y equipo.

La historia del peronismo mendocino está llena de contradicciones y también de grandeza. Desde la proscripción del '55 hasta las rebeliones sociales de los '90, desde el cooperativismo rural hasta la pelea por la universidad pública, hubo peronismo de base que resistió con dignidad. Pero también hubo burocracia, encierro, “alambrar” el territorio y un ensimismamiento que nos fue alejando de la mayoría.

Hoy hay liderazgos valiosos que vuelven a caminar los barrios. También hay intendentes que gestionan con eficacia. Y hay agrupaciones que, aun con diferencias, intentan sostener el espíritu solidario que nos dio origen. Pero falta algo más.

Falta una idea de Mendoza. No como trinchera ni como excusa. Como propuesta. Como locomotora de un país más equilibrado. Federal, tecnológico, ambiental, feminista, popular y contemporáneo (que le hable y represente a los sub 30).

No alcanza con encerrarse entre unos pocos. Ni con resistir lo que viene. Hay que animarse a proponer. A correr los egos. A dejar de temerle a la diversidad.

Ser peronista en Mendoza no puede ser repetir el libreto nacional ni pelear por cargos. Tiene que ser volver a enamorar. Volver a convencer. Volver a proponer futuro.

Cristina está presa. Y eso duele a muchos cumpas (lo dice quien estuvo en la lista de Quintela, enfrentándola). Pero también puede ser un punto de partida si sabemos transformar el gesto en proyecto. Si, como nos enseñó Perón, entendemos que no hay justicia social sin organización ni soberanía sin comunidad.

¿Y si Mendoza, esta vez, lidera lo que viene?

Eso sí que sería profundamente peronista.