Elecciones 2023

La política sigue discutiendo el poder, mientras la economía da señales desesperadas

Juntos por el Cambio debe definir su encrucijada interna en un ambiente cada vez más pesado. Moderación o shock ya no son opciones. La presidencial es una guerra y en CABA Rodriguez Larreta aún parece discutir el poder, en lugar de prepararse para ejercer un inevitable pragmatismo extremo.

Rubén Rabanal
Rubén Rabanal domingo, 12 de marzo de 2023 · 14:54 hs
La política sigue discutiendo el poder, mientras la economía da señales desesperadas
Foto: Archivo MDZ

Argentina es un país sumergido en una crisis profunda y sin salidas fáciles a la vista. La economía envía diariamente señales desesperadas a la política, que no son escuchadas. Los números de la realidad se vuelven cada día más complejos: la última proyección de la Bolsa de Comercio de Rosario sobre la merma en las exportaciones de granos por la sequía confirma los pronósticos mas alarmantes: van a faltar solo por esa vía unos U$S20.000 millones este año.

La caja del Banco Central esta al rojo; la inflación de alimentos de marzo ya va avisando que puede llegar a 10%; y Sergio Massa comienza a darse cuenta de que la amistad de EE.UU tiene sus límites. Ninguna promesa hecha el año pasado en materia económica tiene alguna chance de cumplirse en 2023. 

No es tiempo entonces para dudas. La campaña electoral será feroz ya que, mientras la crisis golpea los bolsillos de los argentinos con caídas de consumo reales, el kirchnerismo sigue sosteniendo una delirante agenda personal por dictado de Cristina Fernández de Kirchner. 

Juntos por el Cambio no ayuda a despejar la incertidumbre. Un punteo de los últimos movimientos de la interna indica que la discusión por marcar los límites del poder sigue opacando la oferta electoral. Todo indica que Mauricio Macri confirmará, cuando regrese al país, que no será candidato. Eso no implica una retirada, todo lo contrario. El expresidente quiere, como lo haría cualquier otro líder, mantener su poder de fuego ahora y durante el próximo Gobierno. Pide mantener el control en las bases esenciales del PRO y allí aparecen los choques con Horacio Rodríguez Larreta.

No parece definitorio que los problemas en el PRO que, sin ofenderse los radicales, es donde radicará la decisión sobre la fórmula presidencial, sean solamente por el apoyo o no de Macri a Rodríguez Larreta o Patricia Bullrich. El expresidente marcó la cancha cuando apoyó sin dudar la candidatura de Jorge Macri a la jefatura de Gobierno porteño. Esa decisión, cristalizada en el pase del exintendente de Vicente López al Gabinete porteño, venía de la mano de otra indicación a Larreta: para Macri es imposible pensar en entregarle el Gobierno de la Ciudad a Martín Lousteau y a los radicales.

Esa alianza de Lousteau con Larreta es, para él, un suicidio político del PRO. A esa realidad el jefe de Gobierno porteño contesta con más fotos y apariciones con Lousteau. Ese no es el camino que sueña el resto del PRO, incluidos Macri y Bullrich, que piden continuar la carrera de Jorge Macri a la jefatura y no discutir mas en medio de esta crisis. 

Mientras Rodriguez Larreta debate en el medio de la campaña cuando ya podría acordar, al PRO le aparecen señales atormentadoras sobre las preferencias el electorado. La crisis económica, mas profunda en la micro que en la macro para la visión del público, ya se lleva puesto el proyecto electoral Massa, aunque el kirchnerismo aún lo tenga como segunda chance en caso que el clamor por "Cristina presidenta" se quede solo en lo que es hoy: un operativo en medio de la desesperación.

El público aparece abrazando cada día más la dureza política. Este fin de semana circuló con pánico entre el PRO una encuesta que en realidad fue encargada por Republicanos Unidos: cuando se le preguntó al electorado a quién querría como presidente un 3% votó al salvadoreño Nayib Bukele. Ese porcentaje es más que lo que suma toda la izquierda argentina junta o lo que cosecha José Luis Espert a nivel nacional. El espejo de Javier Milei sigue estando allí. 

Durante la campaña el poder no se discute; el poder se adquiere. Y después de las elecciones se ejerce como la realidad y la estrategia lo permitan. Mucho mas en un país quebrado como Argentina y con una crisis social con destino impredecible; la dureza no será una opción, sino una regla.  

Eso es así en cualquier país del mundo civilizado y aquí tuvo ejemplos claros con casos como el de Carlos Menem al llegar a su presidencia en 1989. “Si decía lo que iba a hacer nadie me votaba”, fue una de sus frases célebres. Así inició una reforma en el país que, aunque con final desgraciado, dio vuelta estructuras como nadie había hecho hasta ese momento. Muchos integrantes del PRO de estos días deben recordarlo porque participaron de ese Gobierno.

También lo hizo Cristina Fernández de Kirchner. Durante su campaña por la reelección en el 2011 no hubo mención alguna a restricciones en el mercado del dólar. Ganó con el 53% de los votos el 23 de octubre de ese año y solo cinco días después Amado Boudou (ministro de Economía y ya vicepresidente electo) junto a Ricardo Echegaray anunciaban que desde ese momento en adelante para comprar dólares se exigiría el permiso de la AFIP.

El Cepo criollo había nacido. Cristina y su Gobierno llegaron al final de su primer mandato con el último aire que les quedaba en materia cambiaria y aplicaron pragmatismo a ultranza: la doctora nunca dijo realmente en campaña lo que iba a hacer.

Hay otro elemento desestabilizador para este Gobierno que tambien condicionará a los que vengan. Cristina no está proscripta; cualquier estudiante de primer año de la carrera de Derecho lo sabe. La vicepresidenta puede hoy ser candidata a lo que se le antoje ya que no tiene sentencia firme alguna, pero sí una complicadísima situación judicial. Esa realidad no es una solución electoral para el FdT sino quizás la parte más importante del problema. El odio mas profundo que separa a Cristina de la presidencia que ella misma le inventó a Alberto Fernández es precisamente no haberle solucionado sus problemas judiciales. De hecho, a la luz del público se agravaron con una condena que, desde esta semana y tras conocerse los fundamentos del Tribunal Oral, aparece mucho más sólida con vistas a las apelaciones que los abogados de Cristina harán ante Casación y eventualmente la Corte Suprema.

La pelea de la vicepresidenta, entonces, continuará en el próximo Gobierno sea quien fuera el elegido. Cristina no tiene problemas electorales ya que puede presentarse sin problemas en cualquier lista; tampoco parece que sean meramente penales ya que es imposible que vaya presa algún día. Su furia se basa en otros temas: en primer lugar la seguridad de sus hijos y en segundo el "bronce" que ella misma pretende que le asigne la historia. Hoy perdió esa chance y será difícil que la recupere. Solo una mágica absolución en la Causa Vialidad y las que aun restan sentenciar podría devolverle ese rol de estadista impoluta que ella misma creyó tener en algún momento.

¿Alguien en su sano juicio cree que el dialogo es posible en esas condiciones? ¿Cree Juntos por el Cambio que será posible atravesar la tormenta de conflictos sociales y económicos que debe afrontar el país desde diciembre de este año sin apelar a medidas extremas? El pragmatismo deberá ser la regla del próximo presidente y su objetivo abrazar al poder, seducirlo y no discutirle durante la campaña. 

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