Conicet: ¿cómo seguimos con Javier Milei?
El Conicet es el principal organismo dedicado a la promoción de la Ciencia y la Tecnología en la Argentina. Actualmente, se desempeñan en el organismo más de 11.800 investigadores.
Finalmente, la incógnita de quién iba a ser el nuevo presidente de Argentina quedó develada, y Javier Milei es ahora el primer mandatario. El mismo Javier Milei que primero llamó a cerrar Conicet, pero terminó confiándole la presidencia del organismo a un muy reconocido investigador, el Dr Daniel Salamone. Como supuse en un artículo anterior, el “Conicet se cierra” era un slogan para sus votantes, porque siempre dudé de que realmente considerara eliminarlo.
El tiempo me dio la razón
Todavía faltan muchas precisiones, y las iremos conociendo a medida que transcurran los días. Por ahora, se sabe que, de acuerdo con el nuevo diagrama, el Ministerio de Ciencia (MINCyT) pasará a ser una secretaría de Estado denominada “Innovación, Ciencia y Tecnología”, que dependerá de Jefatura de Gabinete y será coordinada por el empresario Fintech Alejandro Cosentino. A cargo de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación quedará la actual directora del Fondo Argentino Sectorial (Fonarsec), Laura Toledo. Toda esta información da algunas pautas del rumbo que puede llegar a tomar la CyT en Argentina, pero considero que todavía es demasiado temprano para opinar.
Si estas decisiones redundan en una mayor participación de sectores privados en el financiamiento, bienvenidos sean los cambios. Habrá que esperar. Mientras tanto, siempre es bueno desmitificar algunos preconceptos que dan vueltas por las redes sociales concernientes al carácter de “ñoquis” con que algunos caracterizan a los investigadores Conicet. Los problemas del organismo son múltiples: excesivo estatismo, rechazo del capitalismo, desprecio del capital privado y otras “maravillas” del siglo pasado.
Es esencial recalcar que esta mentalidad está muy arraigada en gran parte de los directivos, pero no es tan prevalente entre los científicos mas jóvenes. Todos acordamos que la mayor parte de la ciencia básica debe ser financiada por el Estado, como en el resto del mundo. Sin embargo, cuando se trata de ciencia aplicada, que se nutre de esa ciencia básica, la presencia de actores privados es fundamental. En otro artículo, desarrollaré las ideas que fuimos elaborando al respecto con la Red CyT Independiente, constituida hace unos cuatro años por investigadores preocupados por el devenir de la ciencia en Argentina.
Pero hoy me parece importante destacar algo que desarrollé en mi libro “CONICET: la otra cara del relato”: Conicet, tiene a los científicos que están en la frontera del conocimiento en sus áreas y que, al ser en su mayoría docentes de las universidades, impactan favorablemente sobre la formación de los nuevos profesionales. El ser investigador se asemeja mucho a ser emprendedor, por el tesón, la perseverancia y la dedicación a lo que uno realiza. Un investigador trabaja por objetivos, por lo que cumplir un horario de 8 horas es un absurdo para todos ya que nuestros días suelen ser mucho más extensos, e incluyen frecuentemente fines de semana (las horas extra no son retribuidas).
Realizamos un sinfín de actividades que no cobramos y que seguramente en otras áreas (privadas o del Estado) se pagarían como consultorías. Algunas de esas “consultorías” se cobran, pero pasan por las arcas de Conicet, y es muy poco lo que percibe el investigador. Lo mismo ocurre cuando algo se patenta: salvo casos excepcionales, los científicos reciben muy poco dinero
en términos de regalías.
¿Qué pasa con la docencia?
La mayor parte de los investigadores ejerce la docencia universitaria, pero por tener un régimen de dedicación exclusiva, sólo
puede cobrar un monto “permitido” (equivalente al salario de un titular simple con la misma antigüedad) y el resto es descontado del recibo Conicet,: un 2x1 que dudo ocurra en otros sectores del Estado, y menos en el sector privado. A esto hay que agregarle revisiones gratuitas de trabajos que nos llegan de todas las revistas especializadas internacionales, como a todos los científicos del mundo, con “deadlines” muy precisos que debemos cumplir porque de eso dependen las publicaciones de nuestros colegas en otros países. Y ya sabemos que “nuestras publicaciones son nuestras carreras”, ya sea en Argentina, Alemania o Singapur.
¿Qué quiero expresar con todo esto?
Que mas allá de la militancia boba de muchos de nuestros colegas, que creo fue la que generó el rechazo de una parte de la sociedad, no hay que perder de vista la función que cumplimos los investigadores, con sueldos muy por debajo de otros estamentos del Estado que no requieren los estudios exhaustivos que nos exigen a nosotros ni las evaluaciones anuales o bianuales a las que estamos sujetos.
Los problemas de Conicet, son otros, y cuando escuché al Dr Salamone, referente en clonación animal, decir en una entrevista que, para asistir a congresos, su grupo daba clases de clonación para reunir el dinero, no me sorprendió para nada. Ustedes se
preguntarán: ¿cómo un científico, referente en clonación animal en Argentina, tiene que recurrir a dar cursos para asistir a congresos donde él y su equipo se van a actualizar en temas que mejorarán su trabajó? Simplemente porque los subsidios de investigación, que en otros países contemplan estas actividades imprescindibles, acá no alcanzan para cubrirlas.
El financiamiento es nuestro principal drama, y es un problema que se agigantó con la cantidad de investigadores que entraron a planta permanente estos últimos 20 años. Decir esto no implica que esos ingresantes no se lo merecieran o ingresaran por militantes (algunos habrá, pero no la mayoría), pero sin dinero no se puede hacer ciencia. Esos mismos investigadores que brillarían en otras partes del mundo, se ven frustrados y opacados por la situación actual. El Estado argentino no es capaz de sostener una
estructura de calidad con lo que destina a CyT, y aunque incrementara su inversión del 0,3% actual al 1% del PBI (meta de la última Ley de Financiamiento), si el sistema sigue creciendo así, tampoco va a alcanzar.
Se requiere de la inversión privada y de una economía estable para que todo lo que es desarrollo potencial en el organismo pueda
concretarse. Esperemos inaugurar una nueva era en Conicet, en la que los sectores privados se puedan beneficiar de los desarrollos de punta del organismo, y en la que el organismo se beneficie con ese aporte privado sin los prejuicios de antaño. En inglés, el término “hacer plata” (“to make money”) es virtuoso.
Ojalá haya llegado el momento en que acá también “hacer plata” (sin robo ni corrupción) esté bien visto y sea premiado en nuestro mundo científico.
* Sandra Pitta, Farmacéutica y Doctora en Biotecnología Vegetal. Investigadora Independiente Conicet
Autora de “CONICET: la otra cara del relato”