Estrellas Michelín: la Mendoza que sí
El reconocimiento a la gastronomía de Mendoza es un premio a los emprendedores y el impulso privado. El ejemplo que puede masificarse.
Mendoza sorprendió al mundo. Al menos a la parte del mundo que aún no conoce la Provincia. Que 4 restaurantes hayan recibido estrellas "Michelín", además de otros reconocimientos realizados por el mismo grupo, es un ícono que trasciende el logro individual. Es un símbolo de la "Mendoza que sí", de la provincia pujante, emprendedora y virtuosa que empuja desde el sector privado y muchas veces contra la corriente.
Los galardonados en primera línea fueron Zonda Cocina de Paisaje (chef Augusto García), Casa Vigil (chef Iván Azar), Brindillas (chef Mariano Gallego) y Azafrán (chef Sebastián Weigandt). Pero la lista de restaurantes, sobre todo de bodegas, de excelencia es mucho más amplia e incluso se entregaron premios por la sustentabilidad.
La Provincia se convirtió en un polo gastronómico de primer nivel mundial, y vive un boom comparable (según los especialistas) a lo que pasó en Perú hace algunas décadas atrás. A diferencia de lo que ocurre con Buenos Aires, Mendoza construye una identidad gastronómica propia gracias al sincretismo con su producto principal: el vino. Desde hace décadas el "vino" dejó de ser solo una industria agrícola y una bebida.
Es, para Mendoza, una marca, una cultura y la base económica que impulsa otras actividades, como la gastronomía y el turismo. Así como los enólogos son los alquimistas que generan vinos de primera línea, el maridaje con otras industrias es de excelencia.
En medio de la crisis, el turismo de alta gama creció y le dio a la Provincia algo de aire. Aunque por la escala económica no se sienta tanto, sí hay crecimiento. Viajantes VIP, visitantes que llegan a Mendoza sin escala previa a disfrutar experiencias inéditas para esta parte del continente.
Gran parte de esos logros llegaron con el impulso, con el esfuerzo de la actividad privada. Emprendedores que innovan, inversionistas que arriesgan aún en un contexto que tira para el otro lado, con una realidad que conspira. Desde trabas burocráticas, impuestos y hasta infraestructura obsoleta, muchas veces el propio Estado es un ancla más que un generador de oportunidades.
La industria del vino es tomada como un paradigma virtuoso de lo que se puede hacer con planificación, sobre todo desde que se creó el primer Plan Estratégico.
El éxito de esos emprendedores y de ese sector de la economía es una muestra de lo que se puede lograr si Mendoza despeja dudas, si el País acompaña. El desafío para quienes tienen en sus manos la gestión es que más allá de los nichos exitosos, haya oportunidades amplias. El Estado, por ejemplo, puede ser un facilitador para lograr resultados similares en el turismo masivo, exigiendo calidad, competitividad en los precios y buenos servicios. También con inversión pública virtuosa e impulso al emprendedurismo.