Elecciones 2023

Un país rotísimo que solo puede ver lo que le llevan hasta su casa

Ni Sergio Massa puede creer lo que la vida le está dando. Sabía, íntimamente, que iba a tener un "gran domingo" para él y para el oficialismo. Ni la corrupción ni las instituciones le pesan al votante

Alejandro Cancelare
Alejandro Cancelare lunes, 23 de octubre de 2023 · 09:46 hs
Un país rotísimo que solo puede ver lo que le llevan hasta su casa
Foto: Télam

¿Qué le pasa a la Argentina para terminar eligiendo seguir padeciendo, premiando y sintiéndose feliz con el triunfo del representante de un Gobierno que permitió que sus familiares se colaran en la fila de la vacunación, que repartía bolsos ante los ojos de todo el mundo y que se horrorizó al enterarse que el jefe de Gabinete de ministros bonaerense festejaba en un yate en Marbella con una exuberante señorita con un lujo que no tiene nada que ver con los padecimientos de sus representados?

Uno puede asumir, de antemano, que Sergio Massa se deshizo de todo eso solo con prometer futuro. Activando células de memoria dormidas de su aparición fulgurante, el candidato de Unión por la Patria fue lo más parecido al que lo llevó a su mejor momento político, cuando en 2013, armó el Frente Renovador.

Su base de triunfo fue el Gran Buenos Aires, donde los intendentes movilizaron gente, pagaron remises y colectivos y hasta votos para conseguir que quienes se quedaron en sus casas en las PASO y siempre votaban por el peronismo, ahora se movilizaran hasta el lugar de votación.

Ellos consiguieron subir sus propios porcentajes, casi un 10% promedio con respecto de agosto pasado, y eso motivó el crecimiento en conjunto de los dos candidatos superiores, el gobernador Axel Kicillof y Massa.

¿Pero qué hace el resto de la gente y la población que no alcanza a ser sometida por estas vulgaridades y extravagancias? ¿Cómo puede premiar al mismo funcionario que llevó al kilo de azúcar a $1200 y pauperizó, sin tener horizonte de recuperación, sus propios ingresos? La primera respuesta hay que buscarla en la propuesta de todo lo bueno pasará delante, sin mirar atrás.

Las opciones opositoras solo se dedicaron a relatar lo obvio. El pésimo momento económico y social, la necesidad de resolver con métodos que no siempre gustan los desajustes del ministro-candidato y alertando sobre los hechos de corrupción, aunque con menos pasión que lo hacían cuando los amigos de Néstor y Cristina Fernández de Kirchner fueron encontrados en La Rosadita contando plata o cuando José López iba hasta el convento con armas de fuego y bolsos repletos de dólares.

La campaña del miedo funcionó. A nadie le gustaría pagar 1000 pesos el boleto del tren o el colectivo. Nunca dijeron eso. Pero tampoco ni Javier Milei ni Patricia Bullrich hicieron mucho para desactivar esta posibilidad cuando explicaban sus planes de resolución económica.

¿Alcanza la eliminación del IVA y la eliminación de la cuarta categoría del impuesto a las Ganancias para que se tape el yate repleto de dólares que en el país escasean? ¿Cómo fue que en Lomas de Zamora, epicentro del episodio porque su jefe político era el propio Martín Insaurralde, y su heredero Federico Otermín preside la Cámara de Diputados donde "Chocolate" recaudaba con medio centenar de tarjetas de débito que no le pertenecían, terminasen votando a quienes participaron de esos escándalos? La respuesta es que Argentina está rota. Moral, social y económicamente.

Las instituciones perdieron su función. Las cámaras legislativas de la Nación y de todas las provincias, con algunas excepciones, solo sesionaron en un puñado de oportunidades. La inflación no tiene techo. Los mismos que armaron este incendio son los que vienen con una manguera de un cuarto para apagarlo.

Sin embargo, nada de esto pesó en la elección. Si siempre el peronismo fue el encargado de dar soluciones, por qué ahora no lo hará, suponen sus votantes, a los que se agregaron algunos radicales y sectores de izquierda.

Por otro lado, ¿Horacio Rodríguez Larreta y Mauricio Macri habrán recapacitado sobre el desastre que produjeron en Juntos por el Cambio? ¿Patricia Bullrich habrá tomado nota que no le servía agraviar a su contrincante interno mucho más que lo hacía contra Javier Milei o el propio kirchnerismo? Seguramente no.

La idea del actual jefe de Gobierno de producir un enroque entre Diego Santilli y María Eugenia Vidal terminó siendo una victoria pírrica en 2021. Nada volvió a ser como antes. Macri, dolido porque empezaban a querer dejarlo fuera de la conducción del PRO que él creó, se dedicó a destruir. Se vengó con Bullrich ganándole y poniendo a Néstor Grindetti como candidato a gobernador. Todos terminaron calcinados en el otro incendio que ellos mismos produjeron.

 La gente no tiene salud, no puede alquilar, sufre la inflación y la inseguridad. La Justicia es una utopía y es muy probable que este nuevo episodio político frene todo lo que se está investigando en la Provincia de Buenos Aires. Seguramente, el chocolate que podía derretir Julio Rigau no manchará tanto como se suponía.

Juan de Jesús, otro imputado por sus desmedidos manejos a la hora de habilitar proyectos como Costa Esmeralda, también ganó. La corrupción ya no conmueve ni a los que la ven y la deben sufrir por el abismal estilo de vida que tienen los que la manejan mientras otros las que la padecen.

En su momento, cuando se produjo la catástrofe de Once, cuando el tren de la línea Sarmiento provocó la muerte de más de 70 personas, se dijo que la “corrupción mata”. La crisis es tan terminal que eso ya dejó de ser un foco porque “sin lo que derrama esa corrupción, nosotros no podríamos ni comer”, tal cual lo explicó ayer un trabajador informal que conoce como debe moverse en ese submundo.

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