Crisis en el Gobierno

Al final, Alberto Fernández comerá solo: Cristina Kirchner no irá a Olivos

A pesar que ayer hablaron durante casi una hora, hoy CKF y Alberto Fernández no se juntarán como se había anunciado. Increíblemente, el presidente no incorporó a Sergio Massa a su círculo de confianza y se aisló aún más. La nueva ministra Batakis hará lo que la vice le pida, por eso llegó.

Alejandro Cancelare
Alejandro Cancelare lunes, 4 de julio de 2022 · 20:15 hs
Al final, Alberto Fernández comerá solo: Cristina Kirchner no irá a Olivos

Si bien desde algún lugar del oficialismo se entusiasmaron con la idea de la cena del reencuentro, Cristina Fernández de Kirchner volvió a faltar a la cita que le proponía Alberto Fernández. La charla de ayer no dejaba mucho para hablar después de un nuevo contacto lleno de reproches y recriminaciones. No se toleran, y se nota.

Ayer, cuando todo era un océano de rumores y operaciones, con virtuales nuevos gabinetes "lógicos" volando a través de WhatsApp, MDZ le preguntó a uno de los camporistas que más discuten si veía posible la designación de Marco Lavagna como ministro de Economía. "Ni en p....", fue la solícita y expeditiva respuesta. Mucho no le gustaba. Tampoco tenía en su mente a Silvina Batakis.

"La verdad que todo se resuelve con que agarre Sergio (Massa) pero haciendo lo que Cristina quiere que hagan", dijo, como si soltara una obviedad. Pero quienes conocen el pensamiento del presidente de la Cámara de Diputados no da demasiados resquicios para pensar en una mirada anclada en el déficit y la emisión.

Finalmente, ni Lavagna ni Massa llegaron al Gabinete. Y el ex intendente de Tigre no sólo quedó frustrado por tanto manoseo. Parece que hasta se cansó de mediar entre dos personas de difícil disernimiento. La faz legislativa lo aburre, pero también lo puede salvar de un naufragio que todos ven muy próximo.

Corrían las horas y nadie definía nada. Todos los candidatos "naturales" y "occidentales" habían declinado de participar del gabinete de Alberto Fernández cuyo jefe iba a ser Sergio Massa. De pronto, fue como si la escuela de Menotti cambiaba drásticamente y tuvieron que ir a buscar a Bilardo.

César Menotti fue el técnico que identificó el toque y el juego bonito que discutía mediáticamente contra Carlos Bilardo, el otro emblemático DT que en aquel momento era el emblema del "antifútbol", según los defensores menotistas. Esto mismo se dio este fin de semana en el Gobierno nacional. Silvina Batakis, la flamante ministra designada en reemplazo de Martín Guzmán al frente de Economía, no tiene ningún peso en el mapa económico nacional ni internacional y sólo quienes la conocen pueden dar cuenta de algunas de sus virtudes.

En el camino habían quedado Martín Retrado, Alvarez Agis y Marco Lavagna, entre otros. Batakis fue sugerida por fuentes cercanas al ministro del Interior, Wado De Pedro, quien ya había amenazado en irse a su casa si querían trasladarlo a Justicia. En su lugar iría Juan Manzur, quien bajaba de la jefatura de todos los ministros y permanecía a cargo de la relación con los gobernadores. 

Quien rápidamente se "adueñó" de la nueva funcionaria fue su último jefe conocido públicamente. Daniel Scioli era gobernador y Batakis su ministra de Economía, siempre muy cercana a los fallecidos Alejandro Arlía y Rafael Perelmiter, ambos ministros que la precedieron. "Yo la llamé", fue lo primero que informó el ex motonauta. Si es así, se descuenta que el trabajo entre ambos será muy armónico y coordinado. A los dos se le sumará Miguel Pesce, el presidente del BCRA, con quien se reunió varias veces durante la jornada de hoy.

A pesar de haber tenido severísimos inconvenientes para completar las cuentas al final de la administración provincial en 2019, producto también por la presión que le hacían a Scioli desde la Casa Rosada para evitar que se "despegara" del proyecto nacional, Batakis es una economista muy criteriosa, cuidadosa de los equilbrios fiscales pero que, desde hace más de un par de años, tomó algunos elementos muy cercanos a las ideas más centrales del kirchnerismo.

Scioli empieza a contar de nuevo. Y toma nota que ya tiene dos casilleros en un gabinete disperso y sin rumbo. Para alguien que estaba lidiando en Brasil por ser recordado de vez en cuando, no es poca cosa. Y cómo en el oficialismo lo último que se pierde es la esperanza, al exgobernador sólo le alcanza con mantener su fe.

 

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