Luis Lobos condenado

Jaque a una manera de hacer negocios con la política que sigue vigente y el ocaso generacional del PJ

La condena a Luis Lobos es un hecho excepcional. Lobos era parte de una organización que lucraba con cargos públicos para enriquecerse y para hacer política. Ese método no ha desaparecido. La causa Lobos avanzó, pero es una de las pocas que fluyó desde las válvulas que manejan la justicia.

Pablo Icardi
Pablo Icardi viernes, 22 de abril de 2022 · 19:42 hs
Jaque a una manera de hacer negocios con la política que sigue vigente y el ocaso generacional del PJ
Foto: Prensa Judiciales

Luis Lobos va preso por corrupción. Pero Luis Lobos también va preso porque se “engolocinó”, se embriagó con el poder y cruzó la barrera más allá de los defendible por la cooperativa política de la que era parte. Es que el exintendente de Guaymallén es un  ejemplo de las personas que hacen negocios con la política. El método es simple y no ha desaparecido; incluso tuvo en ese departamento un epicentro particular: usar al Estado y a los fondos públicos como usina de recursos propios. Lobos era parte de esa maquinaria de contratar ñoquis para quedarse con parte o el total de sus sueldos. El formato se reproduce en otros departamentos y organismos estatales. Pero el problema de Lobos es haber cruzado la línea, se excedió, ostentó, dejó expuesto a todos.

Lobos fue, también, parte de un emergente político y una generación donde que se puede hallar una de las razones de la crisis profunda del peronismo. Combinaron mala gestión y corrupción, un combo que se mantiene vivo aún en la memoria de Mendoza y que hundió a ese partido. Luis Lobos va preso, Sergio Salgado estuvo preso, Carlos López Puelles aún se defiende en Tribunales y debió dejar el cargo sin “traspasarlo” y con un municipio en condiciones calamitosas. Celso Jaque no volvió a tener cargos electivos, lo mismo que Francisco Pérez.

La generación que llevó a que el Frente para la Victoria tuviera el poder casi total (con la gobernación y los municipios más importantes) fue la misma que de manera exprés bajó a ese sector político a un pozo del que no logra salir. Desde 2013 que el PJ no gana una elección provincial y aún tiene un camino cuesta arriba.

Las válvulas de la Justicia

Lobos se quedó sin defensa política y con un peso judicial en contra que lo hizo indefendible. La ratificación de la Suprema Corte lo dice casi todo. También hubo presión interna en Tribunales para que esa causa “se acelere”, como ocurrió con Sergio Salgado. Una cosa no quita la otra: el exintendente fue hallado culpable y aún le quedan por delate causas aún más pesadas, con sospechas graves y pruebas contundentes. Al mismo tiempo la resolución de la causa no tuvo los obstáculos que suele haber con las denuncias de corrupción, como sí ocurre con otras. Como si hubiera válvulas que recorren el "palacio" de calle Patricias, las causas que involucran al poder político fluyen o no según los intereses de quienes operan esos grifos. 

La causa por la que Lobos va preso tiene que ver con la contratación de personas que, en realidad, no trabajaban pero sí cobraban. Ñoquis, en la jerga. Pero además de eso, eran ñoquis que cobraban para otros: Lobos los contrataba en la municipalidad aprovechando su influencia, pero no trabajaban en la comuna. Su sueldo se lo quedaban ellos y a los empleados le daban solo una parte. Nada raro: es muy común el formato de contratación en alguna repartición para “hacer número”. O se hace un fondo común o se reparte con el padrino. Es decir: el contratado, muchas veces personas que necesitan un empleo, cobran solo una parte del sueldo que figura. El resto va a quien “lo contrató” o para el fondeo de la política. Lobos se había entusiasmado tanto que le soltaron la mano. El caso testigo fue el de su empleada doméstica a la que Lobos, su esposa y su suegra le sacaban parte del sueldo que ganaba como empleada comunal. La mujer era un “ñoqui”; pero en realidad había un sometimiento por la situación de poder.

El hombre había armado una "pyme" familiar. Y amarrocó casas, autos, lotes, bienes suntuosos. Ahora solo le queda un auto, pues la Justicia le incautó casi todo aplicando la extinción de dominio. Antes de su brote exhibicionista era parte de la cooperativa política que funcionaba en Guaymallén y que tenía rasgos interpartidarios. Tanto, que había una frase curiosa: nadie quería ser intendente. Convenía mantenerse en las sobras y ser parte de los beneficios de pertenecer; con decenas de empleados fantasma y cuotas mensuales a cobrar. 

En 2007 con la mala gestión de la UCR en ese departamento y sobre todo gracias a la impericia política de los armadores de la “Concertación” creció una dupla del PJ que era simpática: los pelados. Eran Alejandro Abraham y Luis Lobos. Abraham terminó siendo intendente y fue reelecto en 2011. Pero luego migró al Congreso y dejó a Lobos (que era presidente del Concejo). El pelado de barba candado se creyó el cargo y le puso su propia impronta: muchas luces sobre él, show y facetas seudo menemistas. Ese circo fue acompañado por su propio enriquecimiento. La ostentación la pagó cara. En 2015 ya todo era caos político. Incluso habían pasado elecciones PASO con sospechas de fraude y se anularon 9 mil votos. Su rival interno era nada menos que su examigo Abraham. Ya habían entrado en desgracia no solo él, sino toda esa generación política.

 

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