Pase de facturas y desconfianza

Crece la tensión en el Frente de Todos y se activa el plan "sálvese quien pueda"

Cuando el kirchnerismo era la expresión más dominante del peronismo, la mayoría aceptó casi como un mandato natural la mimetización con ellos. Los que aparecían como "rebeldes" tuvieron que reconfigurar sus expresiones. Aún así no alcanzó y todos tratan de salvarse de cara a 2023.

Alejandro Cancelare
Alejandro Cancelare sábado, 15 de octubre de 2022 · 07:01 hs
Crece la tensión en el Frente de Todos y se activa el plan "sálvese quien pueda"

A uno lo tratan como a un “loco al que siempre hay que darle la razón”. Lo saben algo rencoroso. Al otro, directamente, ya tomaron la decisión de no prestarle atención ni “perder cinco minutos con él”. Máximo Kirchner y Alberto Fernández están recibiendo diferentes apodos, y ninguno lo engalana, por el desaguisado que se produce en el Frente de Todos y la proximidad de una derrota electoral dramática que todos percibían pero siempre especulaban que “al final, lo vamos a acomodar”.

Desde hace meses, quien más frustración sintió, a pesar de su voluntad de torcer el destino, fue Juan Zabaleta, el más albertista de los ministros que dejó el Gabinete para volver a la intendencia de Hurlingham. Se cansó. Los otros amigos personales de Fernández, como Marcela Losardo, Matías Kulfas y Claudio Moroni, directamente abandonaron la política. 

Cauto, Gabriel Katopodis desde siempre analiza las cuestiones desde una cápsula en la que prevalece su sentido común. A principios del año pasado confesó que “la campaña se endurecerá y los discursos se radicalizarán”.

El actual ministro de Infraestructura de la Nación veía la dominante presencia de la vicepresidenta en todos los movimientos futuros y una ruptura, en ese momento no oficializada, con el presidente. El tiempo le dio la razón. Y también lo frustró. Es que a pesar de los consejos, pocos, que escuchó mientras se debatía entre seguir siendo intendente de General San Martín o aceptar la convocatoria ministerial, siempre creyó que algo nuevo podía surgir.

Jorge Ferraresi, el que más tarde se sumó al elenco del nonato albertismo, que lo puso en tensión extrema con el Instituto Patria, del cual es vicepresidente y al cual ayudó cuando el cristinismo kirchnerista estaba fuera del poder para que pudieran mantenerse a flote, terminó, más que frustrado, admitiendo que “algunos seguirán dando clases en las universidades (del exterior aclaró) y otros deberemos peregrinar por tribunales y terminar presos”.

Los movimientos sociales, con Emilio Pérsico a la cabeza, ya han dicho públicamente que el Gobierno está en deuda con ellos. Sostienen que las cooperativas, no sólo las que ellos conducen sino las otras, como las de la CCC de Juan Carlos Alderete, merecen el mismo trato que las empresas contratistas a la hora de participar de licitaciones oficiales.

Es que, además de algunos beneficios impositivos que le permiten ser contratados con menor costo que las firmas de construcción o servicios tradicionales, el Movimiento Evita cree que genera mucho más trabajo, y de manera más rápida, llega con empleo "genuino" los barrios. La denominan Economía Popular. Además, fueron los que siempre estuvieron “al pie del cañón” ante cada amenaza interna y han puesto “el pecho” ante los embates del cristinismo. No se sienten correspondidos, a pesar de tener muchísimos funcionarios en Desarrollo Social, Turismo y Hábitat, entre otros ministerios.

Días atrás, un diputado nacional que se enteró que el presidente iba a visitar una empresa con el intendente de su distrito no sufrió para nada cuando, retrasado por otra actividad, tuvo que llegar tarde hasta el lugar en la que Fernández estaba. “Prefiero ni hablar”, reflexionó.

Son estas organizaciones sociales que también tienen una relación ambivalente con los jefes comunales de la Provincia de Buenos Aires. Saben, porque los han escuchado, que la mayoría de los funcionarios nacionales y provinciales prefieren trabajar con las empresas “tradicionales”. Esto es así porque “tenemos a quien reclamarle". En las cooperativas, en cambio, "todos son jefes y nadie trabaja”, cree, con convicción, uno de los jefes comunales consultado por MDZ. Y no era de Juntos.

Fernández no habla más con nadie. Como Marcelo Gallardo, se irrita mucho más que lo conveniente pero, a diferencia de él en River Plate, no puede darse el lujo de renunciar. También se lo expresaron todos los gobernadores en las horas más oscuras de su gestión, cuando la sucesión de Martín Guzmán no tenía resolución consistente. “No vas a ser el primer presidente que renuncie a su mandato”, le dijeron, no como consejo, sino como exigencia.

En cuanto a Máximo Kirchner, a quien con sorna, desde hace tiempo, lo tratan de “mínimo”, varios de los que se acercaron porque creyeron en él terminan prefiriendo, como con el presidente, “no estar tan pegados". "Apenas pasa algo que no le gusta, te hace sentir culpable por más que no tengas nada que ver”, cuentan.

Sí le reconocen que es el único intérprete político autorizado y avalado por su madre. Ni Axel Kicillof posee esta bendición. El gobernador está para administrar el estado provincial, pero será muy poco probable que pueda poner un concejal en ninguno de los 135 distritos de la Provincia de Buenos Aires.

Por eso es que intendentes y ministros prefieran consentir el extraño humor e interpretar los silencios del joven Kirchner. Él también sabe que “no sobra nada” pero en lugar de provocar encuentros de profunda discusión, genera hechos como los de los otros días en La Plata, cuando convocó a una reunión del PJ bonaerense que preside para “hablar de nada”, como le confió a MDZ uno de los que estuvieron ahí.

Con este panorama, lo de Zabaleta y hace quince días la salida del ENOHSA del intendente de Concordia, Enrique Cresto, son parte de las salidas no organizadas de los ámbitos nacionales y provinciales que se verán más asiduamente desde fin de año y al inicio de 2023.

Todos los que “huyeron” de las intendencias bonaerenses porque les pesaba la traba legal dispuesta en 2016 fueron liberados con la modificación de fines del año pasado. La mayoría piensa en volver o lo está haciendo. El futuro personal pesa mucho más sobre el del conjunto, máxime cuando éste nunca se refleja en quienes tienen que ordenar el espacio. 

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