Opinión

Un himno al sentido común

La periodista y legisladora Amalia Granata critica duramente la adecuación del himno que se hizo en Santa Fe.

Amalia Granata
Amalia Granata viernes, 4 de junio de 2021 · 08:42 hs
Un himno al sentido común

Hace unos días durante un acto oficial por el 25 de Mayo encabezado por el Gobernador de Santa Fe, Omar Perotti, se cambiaron estrofas del himno nacional para incluir consignas feministas en pos de “la inclusión”. Fue una gota que rebalsó el vaso de lo tolerable y un grave síntoma de lo que nos espera si no cambiamos a tiempo.

Al otro día presenté un proyecto de repudio y pedí una investigación para establecer si se incurrió en un delito, como contempla el artículo 222 del Código Penal que dice: “será reprimido con prisión de uno a cuatro años el que públicamente ultrajare la bandera, el escudo o el himno de la Nación o los emblemas de una provincia argentina”.

Una vez me contaron que a la hora de explicar algunos fenómenos sociales, como el comportamiento de una sociedad, existe un concepto llamado “normalización de la desviación”. Esta teoría es definida como "el proceso gradual a través del cual la práctica o normas inaceptables se convierten en aceptables. A medida que la conducta desviada se repite sin resultados catastróficos, se convierte en la norma social para la organización".

Suena un poco a una descripción perfecta de la Argentina, ¿no?

¿Qué nos pasó que ya nada pareciera tener efecto, que no haya limites para nada? ¿Se cambia deliberadamente la letra del himno nacional (símbolo nacional por excelencia) y no pasa nada?

Muchos dirán que no es para tanto. El problema es cuando estas “pequeñas fisuras” se acumulan por millones. Todo problema a la larga se banaliza, se vuelve meme, o, en el mejor de los casos, una piedra que se arrojan entre partidos políticos para echarse la culpa. Y nos dejan con esa insoportable sensación de que todo da lo mismo. Corrupción, privilegios, accidentes, pobreza, falta de educación, profanar los símbolos patrios, etc.

Argentina se hunde aniveles nunca vistos. Pero no es solo en cuanto a las cifras macro. Se hunde en lo moral, lo actitudinal, en la banalización del horror.

La verdadera dimensión de las catástrofes en la historia sólo puede ser leídas con el paso del tiempo. Pero no hace falta ser Nostradamus para darnos cuenta que 7 de cada 10 chicos hoy nacen pobres en la Argentina (repito, ‘’ ¡el 70%!), las chances de tener un futuro próspero deberían ir en la misma proporción.

Pero tenemos “inclusión”. Tenemos aborto para todos. Tenemos un himno con consignas feministas. Tenemos cupo femenino. Pero no tenemos un plan de oportunidades para 10 millones de niñas que hoy viven pobres, condenadas.  

Si quisieran preocuparse por la inclusión les diría que se preocupen por el 90% de los niños que en Santa Fe (y muchos de todo el país) que no tiene conectividad para estudiar. O por los comerciantes que no saben cómo sobrevivir un cierre más. O por esos dos nenes que aparecieron deambulando y comiendo una lechuga de la basura en la ciudad de Sana Fe, porque “tenían hambre”.

El gasto en políticas de género fue creciendo en los últimos años y hoy representa hasta el 3,4% del PBI. Pero los asesinatos siguen subiendo de manera constante hace 7 años. ¿Quién controla que esos planes realmente funcionen? ¿O quizás el problema sea un poco más complejo que dar cursos, pintarse de verde y repetir consignas?

Todos queremos terminar la violencia de género, yo misma fui víctima. Pero sé diferenciar cuando se hace política a expensas de esas personas que se dice defender. Como hacen con los pobres que se cuentan de millones en este país, diciendo que trabajan para su bienestar cuando en realidad los condenan todos los días con sus políticas.

Ni hablar del tema de la educación. Muchos se jactan en que Argentina invierte más del 6% PBI en educación, más que Suiza o Australia. Pero después vemos que estamos en los últimos 10 países en las pruebas PISA.

Los problemas de la Argentina no se van a solucionar con buenas cosechas del campo ni con toda la plata del mundo. No, hace falta patear el avispero y plantear las cosas de una manera totalmente diferente.

Y eso será el día que aprendamos que para tener derechos hace falta pagar con obligaciones. Cuando socialmente tenga más valor el sacrificio que el privilegio. Cuando el que tome un atajo o haga una “avivada” sea castigado en vez de celebrado. El día que el ajuste caiga sin piedad sobre la clase política en vez de la clase productiva. Cuando la policía tenga más autoridad que aquel que roba o mata.

Y para eso hay que decir las cosas como son. Terminar con el correctísimo político que sólo esconde los problemas reales debajo de la alfombra.

Por eso, más que cambiar estrofas del himno nacional en pos de la inclusión, necesitamos un himno al sentido común que tenga en cuenta estas cosas. Porque nuestra nación se hizo grande no por la imposición de privilegios de una minoría sino por la dedicación y sacrificio de una inmensa mayoría.

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