Columna

"Los miserables", un texto de opinión de Andrés Lombardi

"Ahora se entiende bien el supuesto odio a lo que ellos llaman 'oligarquía terrateniente'. Ese sentimiento no proviene de su conciencia de clase, sino de la necesidad de pertenecer a grupos privilegiados", dice el autor.

MDZ Política
MDZ Política domingo, 21 de febrero de 2021 · 09:28 hs
"Los miserables", un texto de opinión de Andrés Lombardi

Lo más triste de todo es que no nos sorprende.

Lo que preocupa es que, de una forma u otra, esperábamos una noticia de este tipo.

Las justificaciones que se venían dando, días atrás, nos daban la pauta de que no eran casos aislados. Que los “robos” de dosis o la utilización de los “sobrantes” tenían que ver con algo más que un descuido. Era y es parte de la misma forma de actuar, de la misma impunidad y de la misma idea que, el partido gobernante lleva como liminar, como una piedra fundacional de su movimiento: al acceder al gobierno se ejerce el poder y, al hacerlo, el Estado, el gobierno y el partido son lo mismo. Por lo tanto, los bienes del Estado, los recursos y hasta las prerrogativas que se inventen en el ejercicio de ese poder están a disposición de los “soldados” de la causa. Literalmente consideran al patrimonio de todos como su “botín de guerra”.

No es de extrañar, entonces, cómo están convencidos de que Boudou, De Vido y hasta el mismo Lobos, son presos y perseguidos políticos. Perseguidos por tomar lo que, para ellos, es su derecho, por más que la justicia y el sentido común demuestre que son vulgares ladrones, de la más baja estofa y calaña.

Demostrada la impericia, torpeza y absoluta improvisación en el manejo de la pandemia, después que el presidente basara su política exterior en pedir disculpas a los países de los que se mofaba en sus “filminas”; con todos los plazos que prometieron, vencidos; todas las cifras que demuestran exactamente lo contrario a lo que se jactaba al inicio de la emergencia, sale a la luz una lista (que promete ser mucho más larga) de personas que han sido vacunadas por fuera de cualquier orden o prioridad. Simplemente por “pertenecer” a esa especie de casta de amigos o dueños del poder.

Funcionarios, legisladores, escribidores, choferes o simples cortesanos, no debe faltar nadie en ese vergonzoso inventario. Ni siquiera los bufones.

Ahora se entiende bien el supuesto odio a lo que ellos llaman “oligarquía terrateniente”. Ese sentimiento no proviene de su conciencia de clase, sino de la necesidad de pertenecer a grupos privilegiados. De ser ellos los únicos privilegiados. Ni siquiera se preocupan por guardar las apariencias y aunque sea fingir el honor o la dignidad que conllevan los blasones.

La monarquía británica, de la que tanto se burlan, todavía sustenta la adhesión de sus cortesanos en la actuación que tuvo la familia real durante la Segunda Guerra Mundial.

JF Kennedy, fue dado por muerto y después reconocido como héroe luego de que su lancha fuera partida en dos por un acorazado japonés. Era el primogénito de la familia más influyente en la política Norteamericana. Elvis Presley, en pleno ascenso de su carrera, debió abandonar todo para ir a cumplir con el servicio militar en Alemania. El liderazgo exige sacrificios, ejemplos y servicio.

¿Se imaginan por un momento cuál sería el destino de las familias del kirchnerismo en una situación similar? ¿Se imaginan al joven Moyano o a Máximo, a bordo de la PT-109 en el Pacífico, en plena guerra, o a Florencia, atendiendo heridos por los bombarderos, o a Gastón Pauls cumpliendo con el servicio militar obligatorio en otro país?.

Pero en Argentina, ser parte de este grupo, parece que sólo conlleva privilegios y ninguna responsabilidad.

Nuestro país está lleno de ejemplos de grandes hombres y mujeres que, lejos de servirse, rechazaron prerrogativas y concesiones. Desde el Padre de la Patria, San Martín, quién rechazó honores, pensiones y cargos en su campaña libertadora, hasta Arturo Humberto Illia quien vendió su auto, en ejercicio de la presidencia, para costear sus gastos médicos. Y, luego de concluida, rechazó la pensión de ex presidente y se puso a trabajar en la panadería de un amigo. Espejos en los cuales ninguno de estos sátrapas puede siquiera reflejarse. Porque, como en el retrato de Dorian Gray, les devolvería la decadente y pútrida visión de lo que realmente se han convertido.

Paradójicamente, dos de los protagonistas de este escándalo, fueron parte de la organización Montoneros. Uno, como jefe de inteligencia (Verbitzky) y otro, como “oficial” de la columna capital (Taiana). Quizás, estos viejos compañeros, no hicieron más que lo que siempre hacen: acomodarse, aprovechar las prebendas, cuidarse. Lo que explicaría bastante cómo llegaron a esta edad mientras cientos de sus compañeros perdieron la vida en las mazmorras de la represión ilegal.

Tal vez, de una vez por todas, se comience a caer la épica de cartón prensado y papel maché que construyeron a medida de la familia real de Santa Cruz. Para que se muestren como verdaderamente son. Una banda de miserables, miedosos e indignos. Capaces de quitarle una vacuna a un viejo, de mandar al frente a otros con tal de salvarse el culo.

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