Una crítica populista a la oposición "amiga"
El autor reflexiona sobre el rol de los políticos y cómo eso impacta en los ciudadanos que, a su vez, actúan en busca de soluciones.
Lo que le está pasando a Juntos es que sus votantes y su electorado en general están sufriendo de cierta orfandad política. Y no tanto a causa de las impresiones de la gestión anterior sino a causa del rol de Juntos como oposición. En ese contexto emerge un personaje con un discurso populista profundamente anti elitista que llena el vacío de la orfandad política.
El populismo es oferta pero también es demanda. Y en un contexto de gobierno fallido -en todo sentido- y una gestión anterior que simbólicamente fue importante pero en términos reales no estuvo a la altura de las expectativas, la demanda populista deja de estar latente y se vuelve real.
Javier Milei y su retorica ejercen de oferta populista. Bien puede que exista demanda y no oferta (ocurrió en 2001) o que exista oferta y no demanda. En estás elecciones confluyeron ambos factores.
Todo discurso populista se articula desde una "dicotomización" de la sociedad; ya sea pueblo anti pueblo, gente de a pie y establishment, asalariados y capitalistas o campo vs urbe. El discurso hasta cierto punto define la identidad política ya que logra amalgamar y armonizar las distintas partes de un frente. Lo cual resulta crucial cuando el espectro político del frente electoral es amplio, como lo es Juntos.
Evidencia de esta falta de identidad común podemos encontrar en cualquier medio informativo de esta semana. En vez de enfocarse en ser oposición, cierto sector radical de Juntos creó un nuevo interbloque UCR-Evolución. La ausencia de una identidad común se debe en parte a la incapacidad del frente de proyectarse desde la grieta. Por qué lo hay, existe un ellos y un nosotros.
Para revertir la fuga de votos por derecha -si es que la hubo-, para copar a esa derecha desencantada que nunca fue propia o para armonizar los ánimos al interior de la coalición, Juntos tiene que volver a fogonear la dicotomización que le pertenece y que trasciende la de peronistas y anti peronistas. No digo solamente peronismo-anti peronismo porque la grieta argentina siempre fue moral, no meramente política. La del país del desarrollo productivo, del esfuerzo, frente al país de la plata dulce y el saqueo sistematizado. Juntos tiene que proyectar desde la grieta y no en su contra.
La grieta, por más feo que suene, es amiga. La grieta le da identidad al electorado de Juntos. La imagen de la poscuarentena es la de una oposición anuente. Lo cual termina por socavar la identidad misma de los votantes y la termina vaciando. El discurso y la retórica importan, porque en la política el costo de las apariencias es alto y ya lo hemos pagado. No quiero desdeñar a la capacidad de gestión ni mucho menos; solo resaltar una faceta olvidada o muchas veces demonizada: la retórica.
Para entender el voto que se escapa (o no) por derecha no hay que centrar el análisis ni en los jóvenes ni en Milei. Hay que ver qué cambió en Juntos o que perdió Juntos. Y en parte, perdió la identidad contestataria de sus orígenes y su discurso renovador. Milei es solamente el catalizador que permite que esos votos efectivamente cambien de manos o no voten en blanco. Los jóvenes, por su parte, son los que creen (falsamente) que tienen el costo electoral más bajo de votarlo. Y digo falsamente porque Ezeiza no es una salida válida o barata. El costo de Ezeiza es altísimo.
La política discursiva de centro puede terminar vaciando la identidad política del núcleo del electorado de Juntos. La capacidad de gestión y el potencial transformador lamentablemente están en la retaguardia mientras que la vanguardia de toda oposición es el congreso y su retórica. Es por eso que mí humilde opinión es que no podemos darnos el lujo del discurso amigo, colaborativo, o como quieran llamarlo.

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