Opinión

Construir sociedades mejores, más justas y más ecológicas

La agenda 2030 refresca los objetivos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Alberto Lucchetti viernes, 10 de diciembre de 2021 · 07:14 hs
Construir sociedades mejores, más justas y más ecológicas
Foto: TEC

* Por el Dr. Alberto J. Lucchetti - Mag. En Universidad de Sapienza. It y Profesor UBA especialista en Derechos Humanos

En este día se recuerda la Declaración Universal de los Derechos Humanos formulada por la Organización de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, tres días después de finalizado el holocausto de la Segunda Guerra Mundial. La declaración proclama que todos los seres humanos "nacen libres e iguales en dignidad y en derechos", que todos tienen derecho a un nivel de vida "adecuado para la salud y el bienestar" de ellos y de sus familias en lo que respecta a "la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios", y que es deber de los Estados promover y proteger estos derechos así como las libertades fundamentales. Este documento constituye uno de los hitos en la marcha de la humanidad hacia mayores grados de civilización.

Los Derechos Humanos son todos aquellos derechos inherentes a la dignidad humana de los que debe gozar y ejercer plenamente toda persona por el solo hecho de serlo en cualquier parte del mundo y circunstancia. No son otorgados por los Estados ni por la sociedad.

Asimismo, los derechos humanos rigen la forma en que los individuos viven en sociedad, así como su relación con los gobiernos y las obligaciones que los gobiernos tienen para con ellos.

La ley de derechos humanos obliga a los gobiernos a tomar una serie de medidas, y les impide tomar otras. Los individuos tienen también responsabilidades: al hacer uso de sus derechos humanos, deben respetar los derechos de los demás. Ningún gobierno, grupo o persona individual tiene derecho a llevar a cabo ningún acto que vulnere los derechos de los demás.

Tienen características propias toda vez que los derechos humanos son inherentes; nosotros simplemente nacemos con ellos y nos pertenecen como resultado de nuestra humanidad común. Ningún grupo selecto de gente es propietario de los derechos humanos, ni se conceden como una dádiva. Son inalienables; los individuos no pueden renunciar a ellos y nadie puede privarles de ellos, incluso en los casos en que los gobiernos no los reconocen ni los protegen. Son universales; todo el mundo tiene derechos en todas partes, independientemente de la edad, el sexo, la raza, la religión, la nacionalidad, el nivel de ingresos u otra situación o condición en la vida. Los derechos humanos pertenecen igualitariamente a todos y cada uno de nosotros.

Todos los derechos son iguales y ninguno es superior a otro; no hay derechos "menores". Los derechos humanos son indivisibles y están mutuamente relacionados, con un enfoque en el individuo y la comunidad como un todo.

En cuanto a su exigibilidad es cierta, en tanto constituyen exigencias de respeto y protección de la persona humana, también son obligaciones que deben acatar los Estados sin excusas que valgan garantizando su reconocimiento, respeto, protección y realización efectiva. Cuando estos derechos no se cumplen o se violan, la responsabilidad recae en los gobiernos que tienen a su cargo las funciones de los Estados.

Los derechos humanos han ido desarrollándose en distintas ramas del Derecho Internacional, conformando un amplio catálogo de derechos transversales, derechos civiles y políticos, y derechos económicos, sociales, culturales y ambientales.

Aunque los derechos humanos se dividen a menudo en dos categorías —derechos civiles y políticos y derechos económicos, sociales y culturales— no es posible tratar los derechos separadamente o colocarlos en distintas categorías porque el disfrute de un derecho depende por lo general del cumplimiento de otros derechos. Quienes carecen de derechos civiles y políticos, como la participación política, no tienen ningún instrumento para proteger sus derechos económicos, sociales y culturales, que abarcan necesidades como la educación y la atención de la salud. Igualmente, en aquellos lugares donde no se satisfacen las necesidades básicas de supervivencia, los derechos civiles y políticos pueden llegar a no tener ningún sentido debido a que la gente está sobre todo preocupada por la obtención de alimentos y vivienda adecuados. Por tanto, no es posible considerar los distintos derechos aisladamente.

Para poder aproximarnos a estos ideales universales debemos hacer que los gobiernos respeten el derecho a la igualdad plena de oportunidades. La igualdad de reconocer el goce y disfrute de estos derechos que vienen a darle dignidad la vida de los seres humanos.

Las políticas públicas con enfoque en derechos humanos y que gotean desde el estado son deficitarias, erróneas, ineficientes y hasta perjudiciales en algunos casos para la sociedad de este siglo XXI, porque se limitan al asistencialismo, al punto tal, que no son políticas orientadas a brindar dignidad, a generar trabajo real u oportunidades concretas para mitigar los derechos negados como la educación, la salud y la seguridad a los grupos más vulnerables. Hemos retrocedido al punto tal que los reclamos de hoy son los descriptos por Thomas Hobbes y Jean-Jacques Rousseau en el siglo XVII y XVIII.

La protesta de la gente va en aumento y como contra partida el estado responde con violencia institucional, desapariciones forzadas de personas y garantizando impunidad a quienes la cometen. La ausencia de eficaces políticas de derechos humanos y ambientales se evidencia en el crecimiento de la pobreza estructural, de la indigencia, de la desnutrición y mortalidad infantil, sumado al aumento veloz del narcotráfico que alimenta la corrupción, esto último ya totalmente encriptado en las zonas más marginales del país aunado al atropello a las instituciones de la república por parte de sectores de la dirigencia política. Esta descripción da muestra clara de la enorme desigualdad que se vive y de la deuda social que no parece tener en el corto plazo oportunidad de saldarse. Debemos tomar muy en serio que “donde vemos un pobre vemos ausencia de derechos”, personas con necesidades básicas insatisfechas hay muchas y ello es irrefutable.

Poco hay para celebrar y movilizar hoy día a las masas que ya no conocen la libertad, el artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos” pero es el estado quien debe velar por sus derechos en un plano del deber ser pero al mismos tiempo, es también quien hoy viola la dignidad de estos grupos vulnerables y ello es empírico. También es evidente la selectividad del señor estado con que se muestra en reconocer y garantizar algunos derechos a unos y negándoselos a otros en la misma situación de marginalidad genera odio al interior de gente y más violencia, estamos en presencia de un estado insensible, y especulador. Como he descripto se siguen produciéndose violaciones a los derechos humanos por agentes del estado o funcionarios públicos, pero la exigibilidad por parte de la ciudadanía ha ido creciendo exponencialmente junto a las movilizaciones colectivas que a diario se ven.

Los principios de igualdad y de no discriminación son la esencia de los derechos humanos. La igualdad está alineada con la Agenda 2030 y con el enfoque de las Naciones Unidas. Este enfoque incluye abordar y encontrar soluciones para formas arraigadas de discriminación que han afectado a las personas más vulnerables de nuestras sociedades.
Los gobiernos no deben ser selectivos en el reconocimiento de estos derechos, no debe discriminar a las personas ni hacer un uso político ni prebendas de los derechos humanos. Continuar con estas prácticas culminará con el fracaso del único sistema de protección.

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