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Tributo a las criptomonedas: larga vida a un invento de Cavallo

El impuesto al cheque para estas operaciones demuestra la estrategia de Guzmán ante el déficit fiscal: se debe reducir subiendo ingresos y no bajando gastos. La historia de un impuesto creado en 2021 para no caer en default, sostener la convertibilidad y reducir el déficit.

Carlos Burgueño
Carlos Burgueño miércoles, 17 de noviembre de 2021 · 10:25 hs
Tributo a las criptomonedas: larga vida a un invento de Cavallo
Foto: Archivo MDZ

El Gobierno reglamentó hoy la aplicación del Impuesto al cheque para las operaciones en criptomonedas, tanto dentro como fuera del sistema financiero argentino. Con esto dio una señal clara y precisa sobre cuál es la estrategia fiscal e impositiva de la gestión Alberto Fernández-Martín Guzmán: lejos de pensar en reducir la carga tributaria, la intención es profundizarla en todos los rubros y sectores posibles. Más si se tiene en cuenta que la ampliación del impuesto en cuestión va en contra de la máxima que indican todos los especialistas contables del país; que aseguran que la carga a los débitos y créditos bancarios es el impuesto más distorsivo, molesto, indexatorio y, quizá, injusto de todo el sistema de ingresos argentinos.

Incluso varios de los profesionales contables cercanos al oficialismo coinciden con la visión; y, cada tanto, pregonan una liberación del Impuesto al cheque al menos para las pymes. ¿Por qué entonces el avance sobre las criptomonedas? Por una motivación doble. Por un lado porque se considera dentro del Gobierno que el mercado de criptomonedas, en cualquiera de sus formas, está cercano a la clandestinidad. Y que su desarrollo en general es en negro. Y como el activo se compra vía bancaria, al aplicarle un tributo la operación queda registrada.

El segundo motivo nos lleva a la ideología general del programa económico que Guzmán tiene en la cabeza. Según el ministro de Economía, la estabilidad de las cuentas fiscales en el país, será fruto de una mejora en los ingresos y no de una rebaja en los gastos. Al menos en los grandes rasgos de las cuentas públicas argentinas. La propuesta que el discípulo de Stiglitz viene aplicando desde que llegó al Palacio de Hacienda y que personifica la base de lo que se está negociando con el Fondo Monetario Internacional (FMI), es que en un proceso de cuatro o cinco años los gastos y los ingresos del sector público estarán en equilibrio; pero no como consecuencia de un ajuste en las erogaciones del Estado, sino por la mejora en los ingresos impositivos.

Para Guzmán, sin aumentar los niveles de gasto, pero sin reducirlos tampoco; pero con el esperado crecimiento de la economía en un proceso de entre 3% y 5% anual entre 2022 y 2026 (año en que se debería comenzar a liquidar capital en el Facilidades Extendidas). Sería a través de la mejora en la recaudación de IVA, Ganancias, retenciones a las exportaciones y el resto del esqueleto impositivo criollo, de donde llegarían los fondos para llegar al tan ansiado y obligatorio equilibrio fiscal. En este sentido, avanzar (y no retroceder) en el Impuesto al cheque, es un paso más en la batalla. Todo esto es además una señal clara hacia los contribuyentes: luego del resultado de las elecciones del domingo (un triunfo para el oficialismo que merece los festejos de hoy), hay que pensar en una mayor carga tributaria, y no en un retroceso en la presión de la AFIP sobre los contribuyentes.

Buen momento entonces para recordar la paradoja histórica del Impuesto al cheque. Fue creado por Domingo Cavallo en agosto del 2001, a poco de retornar al manejo de los destinos de la economía argentina en agosto del 2001. El creador de la convertibilidad (o uno de ellos) ideó un plan tipo mecano para sacar a la Argentina de la crisis, evitar el default y sostener el uno a uno pero con una mutación hacia una especie de canasta de monedas.

Debía convencer al FMI de sus nueva idea, sobre la base de la reducción del déficit fiscal en dólares que sostenía el país y que para el Fondo era la base de la crisis que enfrentaba la Argentina. Con este fin tomó una idea tributaria que ya se aplicaba en Brasil: todas las transacciones bancarias debían pagar un leve tributo, de recaudación fácil y llegada a la AFIP diaria, el que se utilizaría 100% para el Ejecutivo e iría directamente a cubrir las necesidades fiscales para lograr el equilibrio.

La duración del invento sería de no más de seis meses; y, una vez establecido el equilibrio y regresada la confianza en la marcha de la economía argentina, eliminarlo por distorsivo. La historia fue otra. En diciembre del 2001 el país estalló, la convertibilidad voló en mil pedazos, la canasta de monedas es un recuerdo técnico de algún que otro economía, se declaró un default festivo con consecuencias que aún se pagan (literalmente) en juicios con bonistas que nunca terminan y para el primer trimestre del 2002 Cavallo ya era historia y la devaluación se contabilizaba 4 a 1. Sin embargo, imperturbable, el Impuesto al cheque se mantuvo. Y en agosto del 2021 cumplió 20 años de larga, fructífera e inmortal vida.

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