El día después

Una derrota digna para los Fernández, desafiados ahora a recuperar gobernabilidad

Desahogado del duro revés de las PASO y aún perdiendo a nivel global, el Gobierno celebra una sensible recuperación en su bastión electoral y haberle frenado el carro desestabilizador a la oposición. Alberto toma la escena y Cristina, por ahora, mantiene un papel de reparto.

Ezequiel Chabay
Ezequiel Chabay lunes, 15 de noviembre de 2021 · 08:00 hs
Una derrota digna para los Fernández, desafiados ahora a recuperar gobernabilidad

Que la sangre no llegue al río. Ese es el principio de acuerdo al que arribaron los artífices y armadores del Frente de Todos en los días previos a las elecciones generales legislativas, con el objetivo primordial de impedir una nueva crisis política e institucional como la que se llevó puesto en septiembre a un tercio del Gabinete de Alberto Fernández, con la cara todavía caliente del sopapo que le provocó la derrota en las PASO.

Pese a perder en 15 de los 24 distritos donde se disputaba la renovación de un tercio del Senado y la mitad de la Cámara de Diputados, el Frente de Todos respiró aliviado por haber remontado en la provincia de Buenos Aires, donde hasta anoche había obtenido más de 450.000 votos respecto de septiembre, mientras que su principal contrincante, Juntos por el Cambio, apenas había sumado 208.000.

En el Complejo Cultural C, la triste agonía de las horas posteriores al cierre de los centros de votación, acentuada por el faltazo de la vicepresidenta Cristina Kirchner, que agoraba una catástrofe, fue dejando paso a un clima de satisfacción por haber recuperado dos provincias (Chaco y Tierra del Fuego) y haber forzado un empate técnico en territorio bonaerense, que llevará al reparto igual cantidad de bancas para cada bando. Fue, para muchos, “una derrota digna” a sabiendas del “castigo” que la mayoría de los oficialismos convocados a las urnas sufrieron en medio de la pandemia.

En Chacarita, el presidente se mostró exultante y convocó a la militancia pamperonista a “llenar el miércoles la Plaza de Mayo”, en una nueva jornada del Día de la Militancia, para “celebrar el triunfo como corresponde”.

Minutos después de las 22, Fernández respiró desahogado. Porque se levantó en la Provincia. Porque la oposición, con gesto adusto, vio desvanecerse su proyecto de forzar inmediatamente una “transición”, agitada por algunos comunicadores. Y porque Cristina Kirchner le envió un mensaje de WhatsApp para felicitarlo por su discurso.

La gobernabilidad, la principal batalla

La vicepresidenta, sometida a una histerectomía hace 11 días, pegó el faltazo con aviso. No alabó el discurso de Alberto a la militancia, sino el mensaje institucional, grabado desde la Residencia de Olivos, que el primer mandatario lanzó con el objetivo primordial de recuperar la iniciativa, evitar otra corrida contra su figura, y admitir que los desafíos que vienen por delante necesitarán tender la mano a la oposición.

Con la tendencia a una derrota global consolidad, el Gobierno dio a conocer un discurso de 12 minutos del jefe de Estado convocando a la oposición a “resolver los desafíos a los que nos enfrentamos”, y reclamando una relación entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo “sea fructífera, por el interés general de nuestro país”.

Fernández anticipó que en la primera semana de diciembre enviará al Congreso un proyecto de ley con una explicación de cómo el ministro de Economía, Martín Guzmán, reconfirmado en el cargo, pretende devolver los US$44.000 millones que el expresidente Mauricio Macri le pidió al Fondo Monetario Internacional (FMI).

El “Programa económico plurianual para el desarrollo sustentable”, adelantó el presidente, contemplará “los mejores entendimientos” que Gobierno haya alcanzado con el staff del FMI. Informalmente, en diálogo con empresarios, Fernández anticipó que adoptará un sendero de “convergencia fiscal”, con eliminación de “subsidios innecesarios”, sin salto devaluatorio. En público, sin embargo, asegura que “el ordenamiento de las cuentas del Estado jamás será a costa de un ajuste del gasto”.

Entretanto, Cristina calla. Entonces, otorga. Desde la carta pública con la que expuso sus diferencias con el presidente y el “ajuste” practicado por Guzmán, la vicepresidenta se llamó a silencio. El mensaje grabado del presidente y la ausencia de la vice permiten despejar los rumores de radicalización, y devuelven al Fernández que viste saco y corbata a la primera escena.

El llamado al consenso con la oposición, a la espera de una respuesta, le permite al Ejecutivo correr la mirada sobre el conflicto interno, “lavar los trapitos en casa”, y poner la pelota del lado de la oposición. Mientras tanto, ganar tiempo para intentar una vez más ganar el volumen político que, hasta ahora y pandemia mediante, le faltó para comenzar a abordar los temas pendientes.

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