Nueva jueza

El día que Suarez se puso el anillo de Julio Grondona

Desde el Ejecutivo van a sostener que no hubo ninguna irregularidad en el juramento exprés de Teresa Day, pero nadie puede decir que no estuvo marcado por la desprolijidad. Fue la frutilla para una discusión en la que el oficialismo y la oposición salieron mal parados.

Mariano Bustos
Mariano Bustos miércoles, 1 de julio de 2020 · 06:50 hs
El día que Suarez se puso el anillo de Julio Grondona

"Todo pasa". El tiempo borrará la desprolijidad con la que María Teresa Day juró como jueza de la Corte. No hay dudas de que con los años quedará en el olvido la sesión bochornosa en la que la oposición brilló por su ausencia con la excusa de no avalar el pliego.

Probablemente en el futuro nadie ponga en duda la idoneidad de Day y si cumplió con los diez años de ejercicio de la profesión de abogada que especifica la Constitución.

Las chicanas y presentaciones judiciales parecen condenadas a devenir en abstracto y pocos recordarán el día en que la Justicia estuvo a punto de aventurarse sobre la difusa línea de la división de poderes.

La pulseada entre el oficialismo y la oposición quedará en el olvido rápidamente, pero el desgaste institucional probablemente nunca se recupere.

El PJ encontrará otra batalla para librar contra el radicalismo en su intentona por crear un monstruo que le permita volver a ganar una elección en Mendoza. Mientras que el oficialismo volverá a disfrazarse de guardián de las instituciones y el bien común, sabiendo que, a fin de cuentas, todo pasa.

Sin embargo, Mendoza ha dejado de ser la misma. Ya no puede presumir el brillo de su institucionalidad. Ese del que tanto se jactan nuestros dirigentes políticos para marcar una diferencia con lo que ocurre en otras provincias. 

La acción declarativa de certeza, la Corte que la acepta, el oficialismo que no asiste a la audiencia de conciliación, el faltazo de la oposición a la sesión de acuerdos, la "segunda" renuncia de Jorge Nanclares y el juramento exprés de Teresa Day. Todo pasa...

La asunción de un magistrado de la Corte es un acto institucional por excelencia y seguramente todos los jueces del máximo tribunal recuerden por siempre el propio. Un momento de aplausos, felicitaciones, orgullo de los familiares presentes y el comienzo de un camino cargado de responsabilidades.

No hay dudas de que cuando pasen los años en la memoria de Day, las sensaciones se mezclaran con una pizca de incómoda vergüenza. Y no por su culpa -porque ella no es la responsable- sino por la mezquindad de los cuestionamientos de la oposición y el atropello con el cual fue obligada a asumir. 

De lo que ya no quedan dudas es que a partir de ahora Rodolfo Suarez ha perdido el rótulo del "gobernador del diálogo" que él mismo se quiso atribuir. Los años también pasan y dentro de cuatro Suarez dejará de ser gobernador. Mientras tanto a María Teresa Day probablemente le espere un largo recorrido en la Justicia y dejará enterrado los días de debate sobre su pliego. 

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