Análisis

La sutil señal de Alberto que hace ruido en el oficialismo de Mendoza

El Presidente endureció su discurso contra la oposición, pero busca separar a los gobernadores "aliados". La tensión recurrente entre marcar diferencias y no romper por necesidad. El rol de Cornejo y Suarez.

Pablo Icardi
Pablo Icardi domingo, 10 de mayo de 2020 · 11:25 hs
La sutil señal de Alberto que hace ruido en el oficialismo de Mendoza

En su último anuncio el presidente Alberto Fernández comenzó con un discurso estrictamente político. Y no fue casualidad, pues en cada etapa de la extensión de la cuarentena hubo señales para poner en distintos “bandos” a empresarios, dirigentes y amigos del poder. Alberto parafraseó una idea que también es conocida por los mendocinos. Al hablar de la oposición, diferenció entre los “que gobiernan” y los que no.

Si los políticos del oficialismo mendocino tienen memoria recordarán lo que ocurrió desde 2007, cuando ese partido se fracturó para ser parte del kirchnerismo. La frase gancho para diferenciarse era “radicales que gobiernan” y detrás estaban Julio Cobos, otros mandatarios y una gran cantidad de intendentes radicales “K”. Uno de los mentores de la “Concertación” era justamente Alberto Fernández.

El recorrido de ese sector político fue sinuoso, pero algunos quedaron en la órbita del cristinismo (como Gustavo López, que hasta fue jefe de campaña de Cobos). Y otros radicales se mantuvieron con algo de perfil crítico, pero cerca de Alberto. Es el caso, por ejemplo, del actual  ministro de transporte Mario Meoni, un dirigente radical muy allegado a Cobos, Cornejo y conocido del gobernador Rodolfo Suarez.

Antes de asumir el equipo político de Alberto Fernández hacía lobby con la idea de reflotar una especie de alianza transversal; de concretar una convocatoria multisectorial y diversa para construir una nueva estructura política. Idea que tenía un coto de arranque: la propia puja de poder dentro del Frente de Todos y en particular la ambición del kirchnerismo más duro arraigado en la Provincia de Buenos Aires.

El Presidente endureció más su discurso el viernes pasado al acusar de mentir con dolo a algunos dirigentes. Y trató de dividir a la propia oposición endulzando los oídos de los gobernadores. Para el poder es importante elegir a los amigos, pero mucho más a los “enemigos”. Sentado a su lado estaba nada menos que Horacio Rodríguez Larreta, el “líder” de la oposición blanda.

En esa misma línea está Rodolfo Suarez, quien por modos mantiene una relación cordial y por necesidad una aún más amistosa. La Nación tendrá la llave maestra de la ayuda a las provincias y en ese contexto ninguno saca los pies del plato. Reclaman ayuda y esperan señales, pero no rompen.

Un ejemplo ocurrió durante la semana, cuando en Buenos Aires aseguraban que se bloqueaba el refinanciamiento de la deuda de Mendoza con el Banco Nación por supuesto pedido de Anabel Fernández Sagasti. Ese rumor generó bronca en los dos sectores; la propia Senadora desmintió esa versión y el Gobernador le llamó para aclarar la situación. La relación entre ambos dirigentes es cordial, más allá de los objetivos políticos cruzados. Si es real lo que ambos pregonan, durante la semana debería haber novedades sobre esa renegociación de la deuda que para la Provincia es fundamental: si la Nación no prorroga los pagos, la situación financiera se complicará aún más.

 

Distinta es la exigencia de otros dirigentes opositores, como Alfredo Cornejo. El diputado nacional es uno de los que más ha radicalizado el discurso y tensa la cuerda con el Gobierno.

Para Suarez es una posición incómoda porque es su mentor y espalda política. Entre ellos hay una relación especial: por más que Cornejo tenga una visión distinta y hasta exija puertas adentro un cambio de rumbo en la relación con la Nación, difícilmente esa diferencia se haga pública. El ex gobernador se juró no interferir públicamente en la gestión local, aún a pesar de que haya una guerra fría en ciernes en algunos sectores del Ejecutivo. La relación política y personal entre Suarez y Cornejo es el principal “blindaje” a los ruidos que se generan.

Difícilmente la intención original de Alberto de reflotar la “concertación” se concrete alguna vez, pero sí puede profundizarse la idea de hacer mella en la oposición. Para sumar en sus filas, o para agrietar más a quienes están enfrente.

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