Un año de gestión

Gobiernos que no lideran: la trama política detrás del poder

Se cumple un año de los nuevos gobiernos. Alberto Fernández gobierna sin liderar y se inauguró la "democracia epistolar". Rodolfo Suarez dice renunciar a tener un proyecto político, pero construye de otra manera. En el medio, hay un drama social sin precedentes, con la autoestima social lastimada.

Pablo Icardi
Pablo Icardi sábado, 5 de diciembre de 2020 · 09:41 hs
Gobiernos que no lideran: la trama política detrás del poder
Foto: Prensa de Gobierno de Mendoza

Alberto Fernández ensaya una forma de gestionar: Gobernar sin un proyecto de poder. No es la primera vez que ocurre. Pero el Presidente intentará que sea la primera vez que salga bien. Es decir, un mandatario que detenta el cargo, pero al que se le escabulle el control político por los dedos y que además parece no construir una estrategia política que lo sustente. Alberto va a cumplir un año en el cargo y ya está encima de una agenda que no es propia. A su costado, Máximo Kirchner festeja: en una semana se aprobaron proyectos de ley surgidos de su usina política.

El gobernador Rodolfo Suarez también cumplirá un año de gestión y comparte con el presidente no detentar un proyecto propio de poder. Suarez gobierna, pero quien lidera es otro. Así lo describe el propio Suarez, aunque con una picardía escondida: "no hacer política es una forma de hacer política", repite. Aunque desinfle ambiciones, tiene una estrategia para el 2021 electoral.

El Gobernador tuvo resiliencia. En diciembre comenzó la gestión con una herida autoinflingida que aún no cicatriza del todo. Y encontró en el desafío más difícil, la forma de levantar la cabeza. Es que la administración de la pandemia fue el eje de la gestión en el primer año y lo que le permitió a Suarez destacarse, mostrar una estrategia y tener resultados medibles. Le salió bien y mejor de lo que esperaban sus enemigos políticos. En el resto, Suarez es un gobernador preocupado por administrar, más que reformar; por superar obstáculos circunstanciales que por transformar. Por eso durante el año presentó proyectos y los tildó como "cumplidos", como quien llena un formulario, aunque no se hayan hecho realidad. 

Pero si se toma distancia de Argentina, lo que se puede notar tras un año es un drama social y económico con pocos precedentes. Más de la mitad de la población bajo la línea de pobreza, una situación disimulada con anabólicos económicos; desempleo creciente (más del 15% en Mendoza) y deterioro de la matriz productiva. Empleos que se cambian por changas, trabajadores que por primera vez recurren a ayuda estatal para sobrevivir. La economía caerá más de 10 puntos este año, pero la siembra es más compleja: el 65% de los niños de Argentina viven en hogares donde no tienen los recursos suficientes para adquirir lo mínimo y no acceden a alimentación equilibrada, ni a la educación ni a los servicios de salud, entre otros. 

En el fondo hay una comunidad con la autoestima lastimada, con desánimo. Los propios consultores se sorprenden: todos los indicadores son negativos. Pero la percepción de la población ante su propia realidad es inocua. 

Democracia epistolar

La utopía del 2003 quedó rápidamente desdibujada para Alberto Fernández. Esa muletilla que tenía sobre el poder que construyó Néstor Kirchner cuando fue elegido presidente fue arrollada por una realidad política con un vértigo mayor y urgencias que escapaban a su agenda. Gobernar sin liderar es complejo en un país presidencialista y mucho más en un partido acostumbrado al verticalismo. 

Pero además en el Frente de Todos inauguró la democracia epistolar. La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner es a quien responden como líder y, a falta de discursos, ha marcado los ejes del Gobierno a través de cartas. En realidad a través de palabras plasmadas desde distintas plataformas. Así como postuló a Alberto desde la red social Twitter, le puso límites, marcó críticas y generó dudas vía cartas publicadas en las redes sociales. La política epistolar, en este caso, no permite respuesta. Es en una sola vía y sí está abierta a interpretaciones.

Pero si Alberto no busca ocupar los espacios de poder, hay quienes sí. La disputa por el control del Frente de Todos va a marcar los años que vienen. El armado de listas y estrategias para el 2021 será un ensayo para la sucesión. Sergio Massa, Máximo Kirchner, en primer plano. Anabel Fernández Sagasti y otras dirigentes del semillero cristinista en segundo y como custodias del cristinismo. 

Gobernar y liderar

En Mendoza la tensión entre quien gobierna y quien lidera no alcanza para generar fracturas. Rodolfo Suarez y Alfredo Cornejo tienen un acuerdo que no van a romper porque buscan mantener un bien superior y una obsesión: que el radicalismo logre por primera vez una sucesión de tres gobiernos seguidos, algo que no pudo Julio Cobos en 2007.

Cornejo lo tiene como plataforma pragmática: más allá de su proyecto personal, busca mantener la estructura que comenzó a gestar en 2011 y que se transformó en realidad en 2015. Por eso, por ejemplo, en el congreso de la UCR Rodolfo Suarez habló en plural y de los "cinco años" de gobierno y hasta rindió cuentas sobre los ejes del contrato "tácito" que firmó con su predecesor. 

En Mendoza tampoco le ha ido bien a gobernadores que delegaron la fase política en otros. En el peronismo aún recuerdan lo que vivió Francisco Pérez. "Paco" dejó el manejo político en manos de Carlos Ciurca, su vicegobernador. Y le pasaron por arriba. Esa delegación generó un vacío que repercutió en el Cuarto Piso. 

La convivencia de Suarez (el que gobierna) y Cornejo (el que lidera y construye) es mejor y de mayor confianza. Aunque, claro, no está exenta de tensiones y conflictos. Suarez toma distancia de la "rosca", pero no es un actor ingenuo. Es nacido y criado en los comité de la UCR. Por eso mide, se mide, mide a los posibles sucesores y también adversarios. Por ahora descansa más en la buena relación que cree tener con la comunidad.  

Alberto Fernández y Rodolfo Suarez llevan un año en el cargo. Ambos aún están en proceso de resolución de sus proyectos individuales, mientras a nivel colectivo les toca gobernar en un escenario dramático para la comunidad. 

 

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