Las peleas del gremio y el Gobierno en las que queda atrapada la ley de educación
El Gobierno intenta modificar la estructura de la educación. Pero el debate también queda atrapado en medio de dos disputas: las del gremio y las del propio Ejecutivo.
Hubo una imagen que parecía generar un cambio: el secretario General del Sute, Sebastián Henríquez, protestaba junto a los docentes, y el director general de Escuelas, José Thomas, su "némesis" política, se acercó y ambos se dieron un apretón de manos. Un gesto de concordia entre dos dirigentes que tienen muchos objetivos contradictorios pero que deberían tener otros sueños comunes: mejorar la educación. Thomas y Henríquez representan "mundos" distintos, pero por cada uno enfrenta sus propias batallas y esa quizás sea una de las razones por las que difícilmente el apretón de manos se transforme en algún acuerdo real (acuerdo en la disidencia) para lograr un bien común.
La idea de buscar un cambio de la educación a través de una ley general y otras normas complementarias, chocó con conflictos internos que complicaron su avance y debate. La pelea sindical, por un lado, y la disputa interna en el Gobierno de Rodolfo Suarez, una pelea "silenciosa" pero que ya tiene repercusiones en la gestión, por otro.
Celeste y marrón
El Sute es el gremio más importante de la provincia. Por la cantidad de afiliados, pero sobre todo por la cantidad de representados: más de 50 mil personas que tienen en sus manos la principalidad responsabilidad que puede tener una persona; educar. "Cuando salen los docentes, no hay forma de pararlos", explica un viejo dirigente político que supo "enfrentar" las olas de manifestaciones. Claro, el problema para las conducciones que tuvo el SUTE es mantenerse homogéneo. Hoy la conducción está en manos de una agrupación liderada por la izquierda. Pero es una izquierda a la mendocina; de buenos modales. Sebastián Henríquez llegó a la conducción sin tener mayoría en toda la provincia y las disidencias de algunas regionales (que siguen en manos del kirchnerismo) le complican los acuerdos internos. El propio SUTE es un campo minado para unos y otros.
Pero Henríquez llegó a la conducción con la lista marrón gracias a los quiebres internos que tuvo la histórica lista celeste fundada y gestada por Gustavo Maure y desde donde el kirchnerismo no peronista construyó poder. Maure nunca logró que las "sucesiones" fueran tranquilas y las disputas internas (que hasta incluyó peleas por la caja), se fagocitaron al propio gremio.
El SUTE se burocratizó y la celeste se rompió, ayudado ello por la alianza explícita que Maure y sus dirigentes más cercanos tuvieron con los gobiernos nacionales del PJ y también locales. Ese fue otro catalizador. Ese sector es parte de CTERA y la CTA, todos parte del Frente de Todos. Gustavo Correas es quien quiere revancha para las elecciones del año que viene. Se trata de un dirigente "nacido y criado" junto a Gustavo Maure. Tiene muchos más años en la estructura del SUTE que frente al aula. Y haber perdido las elecciones del SUTE es un karma. A pesar de ello logró construir poder dentro del PJ y de la mano de Anabel Fernández Sagasti y La Cámpora. Tanto, que hasta logró posicionar legisladores. Su pareja, Natalia Vicencio, es senadora provincial, ingresó con el apoyo de la CTA, forma parte de la Comisión de Educación y de Derechos y Garantías, donde la CTA recurrió para cuestionar la ley de Educación. Además, era una de las destinatarias de los "pedidos de informe" que el propio Correas hacía.
El año que viene hay elecciones en el SUTE y no será un proceso tranquilo. Correa tiene toda la estructura K para dar pelea: desde la ANSES, hasta el Gobierno nacional y los legisladores que lo respaldan. Henríquez tiene que mantener una alianza interna compleja. La oposición a la ley de educación será, en ese plano, más una excusa para tomar un "enemigo común" que un fin en sí mismo.
Fantasmas propios
En el Gobierno tienen sus propios fantasmas y la ley de educación es uno más de los catalizadores para acelerar las diferencias. La falta de gestión política de los temas ahora tiene un chivo expiatorio. El ministro de Gobierno Víctor Ibáñez es uno de los señalados internamente por los problemas para gestar vínculos y estrategias. El ADN del cargo requiere esa pericia, más en un año donde ni siquiera hubo negociaciones paritarias. Ibáñez no viene del "palo" de la rosca política sino de la Universidad. Incluso ha tenido buena relación con algunos dirigentes del PJ, como el actual fiscal de Estado Fernando Simón, con quien en pleno gobierno de Francisco Pérez cranearon una reforma de la Constitución que fue lanzada por ese gobernador y rechazada por Alfredo Cornejo como líder del partido en el que se embandera Ibáñez.
Para la UCR es un karma también la falta de construcción de poder dentro del sector educativo: el semillero del "nuevo poder" gestado por Alfredo Cornejo es el sector educativo; pero en la Universidad. Y nunca lograron hacer pie en las escuelas. La falta de capilaridad de la DGE y del radicalismo dentro de lo que pasa en cada institución es un problema. Mucho más ahora que las escuelas están cerradas y el vínculo entre docentes y entre los maestros y los alumnos es privado (vía celular y computadoras). Como ocurrió con otros temas, no había un diagnóstico preciso previo de los humores y una estrategia de abordaje. El borrador de proyecto no enfatiza postulados básicos de ese partido respecto a la educación como la laicidad y la gratuidad.
El Gobierno de Rodolfo Suarez no tiene quien gestione políticamente los temas. Ni siquiera hacia adentro del oficialismo. "Se hace difícil defender lo que no se conoce", se quejan por lo bajo los radicales. El propio Thomas se chocó con una pared al asumir la gestión y darse cuenta las dificultades que había para gestionar recursos necesarios para mejorar la escuela (problema que se mantiene para el 2021 porque se destina el 20% del presupuesto a la DGE y este año había sido el 24%).
Las disputas de poder se dan en medio de una crisis educativa dramática. Si la desigualdad era el principal problema, se potenciará. La DGE reconoció que al menos 8 mil niños y adolescentes "se perdieron" por falta de conectividad. Pues el dato puede estar subestimado. Seis de cada diez niños vive en hogares donde sus familias no tienen los recursos para comprar los insumos y servicios mínimos cada mes. Es decir, para vestimenta, alimentos, higiene y educación. Internet y las comunicaciones están entre esos servicios a los que se les dificulta acceder. En contexto de pandemia no tener internet es no acceder a la escuela. El año que viene será, por esa y otras razones, dramático y requerirá un esfuerzo descomunal para evitar que la desigualdad se profundice.

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