Para pensar

Más adolescentes que cometen crímenes violentos: ¿qué está pasando?

Obviamente, la mayoría de los chicos son pacíficos y hasta sensibles. Pero siguen acumulándose casos de menores que asesinan a compañeras de colegio, novias, etc. Lejos de justificar semejante atrocidad: ¿es posible encontrar factores que influyan en esos femicidios? Un par de líneas para analizarlo.

Facundo García
Facundo García domingo, 5 de septiembre de 2021 · 07:04 hs
Más adolescentes que cometen crímenes violentos: ¿qué está pasando?
Aiden Fucci (14) agredió a una compañera de colegio nada menos que durante el Día de la Madre

La investigación fiscal indica que el 24 de agosto pasado Lucía Inés Fernández (15) fue asesinada a golpes y cuchillazos por un compañero de escuela que tiene aproximadamente la misma edad que ella: 14 años. Ocurrió en Maipú (Mendoza); pero no es el único sitio. Con sólo recorrer los portales de noticias de América se descubre que los femicidios perpetrados por adolescentes no son infrecuentes. Es más: pareciera que hay cada vez más. 

Se dan en Argentina y en toda Sudamérica; también en Estados Unidos. En mayo, Tristyn Bailey (13) fue acuchillada 114 veces por un estudiante de su mismo colegio, Aiden Fucci (14). A diferencia de lo que pasará con el muchacho de Maipú, este otro chico -que vive en el estado de Florida- será juzgado casi como un adulto

En el caso mendocino, en cambio, el joven es considerado inimputable. Por supuesto, varios políticos han salido a hacer demagogia pidiendo que se mande a la cárcel a los niños que protagonizan esos hechos. Pero antes de asumir una postura apresurada tal vez valga la pena preguntarse por qué suceden este tipo de asesinatos.

Distancia emocional

Ya en 2015 -según cifras oficiales- el 23% de los autores de homicidios en la Argentina tenían 19 años o menos. Sobre esa base vino a posarse, en los últimos meses, la pandemia, con el balance de muertos y enfermos como un dato cotidiano. Si a ello se le suma la angustia de un país con niveles de pobreza que se dispararon, no es descabellado entender que para muchos adolescentes el método para lidiar con tanta angustia sea el distanciamiento emocional. Sentir menos para sufrir menos. Pero hay un problema: justamente el distanciamiento emocional es un rasgo común entre los asesinos en serie y de género

"En todos estos casos es muy importante estudiar de qué tipo de hogares vienen los chicos", explica en diálogo con MDZ el psiquiatra Juan José "Chepo" Vilapriño. "Hablamos de gente muy joven: en parte, sus neuronas funcionan como espejos de lo que crecieron viendo en su entorno".

Cabe entonces responder: ¿son pacíficos los barrios donde crecen los menores? ¿Dan el ejemplo los adultos? ¿Hay en alguna parte modelos que muestren cómo resolver un conflicto sin aniquilar al otro?

Personas versus cosas

Para los varones, además, la adolescencia todavía tiene la carga de un rito de pasaje en el que se debe mostrar que uno es un hombre. Y ser hombre, en muchos contextos, significa ser violento. "Lamentablemente hay casas en las que las mujeres son vistas como una posesión, es así", aporta Vilapriño.

Ampliando el foco, hay malas noticias: ante el avance de ciertas formas de (des) vincularse, es probable que estos femicidios con nenes que matan nenas se multipliquen. Los pibes ven que sus padres se van derrumbando en trabajos agotadores, repetitivos, mal pagos. Cuando el criterio colectivo es que las personas dejan de ser sagradas para convertirse en un simple recurso, mera fuerza de trabajo o consumo, empiezan a parecerse a cosas. Objetos que se mueven de un lugar a otro y que si molestan, pueden ser eliminados. 

Vilapriño: "personalmente, siento que estos fenómenos se relacionan con un mundo donde crece la falta de empatía. A eso se le añade que con el aislamiento y la vida en las pantallas hemos perdido contacto con el otro".

Cuando no se está de acuerdo con una pantalla, se la puede apagar. Pero no se puede suprimir seres humanos sin convertirse en un canalla

Durante meses, esos "otros" -los compañeros de escuela, por ejemplo- se manifestaron para los chicos como imágenes en la pantalla. Pero ahora que vuelven al aula ya no se encuentran con píxeles o videos, sino con seres humanos con los que hay que negociar conflictos a través de la palabra.

Cuando no se llega a un acuerdo, una pantalla se puede apagar. Un ser humano, en contraste, no se puede suprimir sin que uno se convierta en un canalla.  "Al no mediar la palabra -reflexiona Vilapriño- el otro se vuelve más objeto que nunca". 

Lucía tenía 15. Todo indica que fue asesinada por un compañero de escuela.

Femicidios, hormonas y psiquiatría

Los dos asesinatos mencionados en esta nota se cometieron con cuchillos. No cualquiera mata con un arma blanca. El asesino que apuñala es lo contrario a un francotirador. Ejerce un acto de fuerte proximidad física con el sufrimiento ajeno, con un odio especial y/o una total falta de compasión.

"El cuchillo, como cualquier arma blanca, es un símbolo fálico. Hay que matar a una persona cara a cara, puede salpicar sangre; si es con un hacha en la cabeza puede saltar masa encefálica…", explicó en una entrevista el presidente de la Sociedad Española de Investigación de Perfiles Criminológicos (Seipc), Juan Francisco Alcaraz.

Por otra parte, lo que se registra en los homicidios recientes es una saña con la que el femicida agrede, literalmente, hasta quedar agotado; hasta vaciar un impulso que puede haber crecido a lo largo de meses o años. Sin freno. Sin posibilidad de descargar esa tensión en otro ámbito. Un reflejo de la vida frenética que proponen los adultos, que tampoco parecen tener freno y mucho menos marcha atrás. 

Otro elemento que puede estar jugando en estos casos es la psicosis, ya que durante el lapso que media entre los 14 y los 20 años se manifiestan, por lo general, síntomas de algunas enfermedades mentales.

De hecho, el diagnóstico de una supuesta psicosis es precisamente la estrategia que parece haber elegido el chico de Florida acusado de matar a su compañera, tal como puede verse en el siguiente video de una bizarrísima audiencia judicial. "Los demonios mataron mi alma", espetó Aiden Fucci durante la videoconferencia. Mirá:

Por último, está el factor hormonal. Especialistas consultados por este diario comentaron que a los 13, 14 o 15 años se produce en el cuerpo de los varones una altísima cantidad de testosterona, lo que podría influir en la impulsividad. Obviamente, esta última variable no es determinante, pero si se la suma a todas las anteriores -vale decir: contextos complicados, distancia emocional, cultura machista, problemas psiquiátricos- no es difícil anticipar que existe un verdadero cóctel explosivo. Explosivo y secreto, porque como a los chicos no se los suele escuchar, la tensión avanza en sordina hasta que estalla.

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