Crimen de época

Muertes de usureros y cambistas: un negocio cada vez más peligroso

Cada vez hay más crímenes relacionados con el mercado negro de dinero en Argentina. Desde cambistas "independientes" hasta prestamistas que presionan a sus deudores de las formas más violentas enrarecen un clima que tiene como trasfondo a la crisis económica y a una clase media quebrada.

Facundo García
Facundo García viernes, 23 de julio de 2021 · 09:24 hs
Muertes de usureros y cambistas: un negocio cada vez más peligroso
Los cambistas y prestamistas informales son furor en épocas de crisis Foto: Pixabay

En la tarde de ayer apuñalaron al periodista Luziano Moreno (30) cuando estaba cambiando dólares en la Ciudad de Mendoza. Su agresor quiso descartar el cuerpo en el piedemonte, pero lo atraparon. Otro caso: a mediados de mes, fue el prestamista Juan Carlos Frachia (61) el que terminó con un balazo en la cabeza, en Maipú. Y en Paraná (Entre Ríos), Gonzalo Javier Calleja (29) desapareció el miércoles 14 de julio: lo encontraron al otro día, muerto entre los yuyos. En su auto había U$S9000.

Los casos de Moreno, Frachia y Calleja pegaron en los medios por varios motivos. Entre ellos -y para decirlo brutalmente- porque no se trata de personas morochas ni pobres. Tienen más bien la apariencia de cualquier clasemediero argentino que, ante el desorden económico y el miedo de caerse del mapa social, opta por el rebusque.

Y es precisamente esta fiebre del rebusque financiero lo que revuelve las aguas en los circuitos del dinero negro. Por un lado, con los "silvestres" que concretan operaciones de divisas por fuera de las alicaídas casas de cambio oficiales. Por otro, con los prestamistas cuya cadena de pago se corta, trayendo una serie de tensiones que no siempre se resuelven en buenos términos. 

Luziano Moreno fue a cambiar divisas ayer y lo apuñalaron. Quería irse del país.

El cambio ilegal y los jirones de la clase media

La Ley de Régimen Penal Cambiario es muy clara. Dice que "será reprimida (...) toda negociación de cambio que se realice sin intervención de institución autorizada". No hay doble interpretación posible. Sin embargo, desde el propio Estado suele admitirse a viva voz que cuando el dólar blue sube mucho, se apela a "manos amigas" que intervienen en las cuevas ilegales para equilibrar los tantos. 

Se trata, nada menos, que de la naturalización de un delito. El "siga-siga" se derrama no sólo en las cuevas, sino en la constelación de cambistas todavía más lúgubres que pululan como nunca en las ciudades argentinas. Para esquivar al cepo cambiario, empresarios y ahorristas los buscan, negocian una cotización y luego arreglan. O no.

La operatoria tiene varios puntos de riesgo. El que quiere cambiar se junta con alguien que no siempre conoce. Luego hay un acuerdo por dinero que representa mucho para la mayoría de los habitantes de un país con 50% de pobreza

¿Qué hace que un muchacho de clase media se meta solo en un barrio complicado y con decenas de miles de dólares?

Allegados al hombre asesinado ayer, Lucho Moreno, revelaron que estaba juntando plata para irse del país. Y en el caso del entrerriano Calleja, también buscaba cambiar dinero, metiéndose en los barrios más calientes de Paraná para sacarle máximo rédito a sus billetes. Ahora los dos están muertos: jirones de la clase media que se cae a pedazos.

El circuito de los prestamistas

Si bien la muerte de Juan Carlos Frachia en su casa de Maipú todavía está siendo investigada -lo encontraron en su cama con un tiro en la cabeza-, su caso abre otra ventana: la de los prestamistas off y su cada vez más frágil cadena de pagos. 

A Frachia lo asesinaron en su casa de un tiro en la cabeza.

Se sabe: no existe una política financiera sólida para los sectores populares de la Argentina. Cualquier trabajador con un sueldo promedio se las verá en figuritas para acceder a dinero líquido por más que lo necesite desesperadamente. Y no se trata sólo de inversiones o negocios. Hay deudas de juego, de droga, tratamientos para enfermedades. Ahí aparece el simpático prestamista outsider que da la plata a intereses que pueden superar el 100% por semestre.

Antes pedirá, obviamente, la dirección del deudor u otros datos personales, para poder tenerlo a mano.

Pero el ecosistema no se agota ahí. Al que pide el préstamo y al que da la plata se le añaden otros eslabones. Puede aparecer el "cobrador", mano de obra lumpen que se encarga de apretar a los deudores, a veces con actitud "sutil", apareciendo -por ejemplo- cuando el señalado está llevando a sus hijos a la escuela. O con métodos salvajes, cortándole un dedo con una pinza al que debe un par de cuotas.

Y por encima de todos, el "fondeador" o "inversor", que es quien le da la plata al que presta. Siempre hay un pez más grande por encima del que parece ser el rey de la pecera.

"En esa cadena de fondeador-prestamista-cliente pueden darse fallas y de hecho es parte de lo que está pasando a causa de la crisis", contó a este diario un abogado especialista en planillas y balances que sabe codearse con personajes del ambiente. "El tema es que así como hay gente que pide plata y no sabe cómo la va a pagar, hay prestamistas que se empernan prestándole a cachivaches, y luego se encuentran con que les dieron cinco palos y ni siquiera pueden recuperar lo que prestaron". Eso los pone, a su vez, en falta frente al fondeador.  

Como este drama se desenvuelve en el escenario de la informalidad, cuando alguno de los eslabones de pago se rompe, no queda otra que apelar a la insistencia o a los cobradores para recuperar la "libra de carne" prometida. Y un cobrador blando no le sirve a nadie.

O al revés: algún deudor grande puede pensar que la única solución para su problema es liquidar al acreedor, para sacarse de encima las amenazas de los cobradores. En ocasiones, la situación se vuelve tan claustrofóbica que alguna de las partes opta por el suicidio.

  • ¿Aportes? ¿Otra perspectiva? Puede escribir a fgarcia@mdzol.com
Archivado en