Presenta:

Volver del túnel: la otra liberación de los rehenes de Gaza

Tras dos años de cautiverio, los últimos veinte rehenes regresaron a Israel. Aunque libres, enfrentan ahora el desafío invisible del trauma psicológico.

El momento en el que Eitan Horn fue liberado en Israel.

El momento en el que Eitan Horn fue liberado en Israel.

Estuvieron dos años, la mayoría del tiempo en túneles, sin ver la luz del sol, gravemente desnutridos, torturados y presenciando escenas que nunca olvidarán. De hecho, es probable que de manera automática aparezcan flashbacks de lo vivido, generando síntomas psicológicos que en muchos casos pueden llevar al suicidio, por no soportar vivir asediados por sus pensamientos.

Hoy Israel recibió a los últimos veinte secuestrados que el grupo terrorista Hamás tenía en cautiverio. En la madrugada, luego de la tensa espera, vimos abrazos de madres, bendiciones mirando al cielo, familias enteras celebrando ese regreso tan esperado. La noticia emociona, alivia y conmueve.

Pero mientras todos miramos las imágenes del reencuentro, algo más silencioso empieza: el intento de volver a vivir de estas personas luego de tanto horror.

La mente que no olvida

El fin del cautiverio físico no siempre significa libertad emocional. Podemos estar libres físicamente, pero la mente sigue en alerta: Estrés Postraumático, donde el cerebro queda “programado para sobrevivir” y tarda en “recordar cómo se vive”.

Los síntomas incluyen revivir el trauma en recuerdos o pesadillas, evitar situaciones que lo recuerden, hiperexcitabilidad y pensamientos negativos persistentes. Puede que las heridas no sangren, pero el proceso de cicatrización es doloroso y lento, y a veces las viejas heridas se reabren.

Cuando hablar no basta

Aquellos que han sobrevivido necesitarán contención, pero será difícil ser comprendidos. Explicar lo sucedido, entender por qué ellos están aquí y otros no, los llenará de culpa y remordimiento.

Muchos sobrevivientes no hablan, para no preocupar o porque sienten que nadie podría entenderlos. Este silencio prolonga el trauma y puede convertirlo en un círculo vicioso.

Cuando la liberación no basta

Silenciar los regresos agrava el TEPT, como pasó con los combatientes de Malvinas, donde los suicidios superaron las bajas de combate. Las causas principales incluyeron la falta de apoyo estatal, el aislamiento social y los profundos traumas de guerra.

Viktor Frankl también lo documentó en los campos de concentración: muchos no soportaban el horror y se quitaban la vida antes o después de la liberación. Porque sobrevivir no siempre se siente como un triunfo.

“Sea en una trinchera, en el Holocausto o en un túnel de Gaza, la mente humana reacciona igual: lucha por sobrevivir, pero no sabe cómo volver”.

El tiempo interno no sigue el calendario

A pesar del amor y las mejores intenciones de la familia y los amigos, frases como “ya pasó”, “tuviste suerte de vivir” o “tenés mucho por vivir” pueden ser devastadoras.

Tanto los profesionales tratantes —que deben ser especialistas en este trastorno— como las familias deben acompañar sin presionar, porque confiar en el mundo lleva tiempo.

La otra liberación

Las imágenes de hoy conmueven: madres que lloran, hijos que corren, abrazos que parecían imposibles. Pero nadie que haya pasado dos años bajo tierra vuelve a ser el mismo.

¿Cómo se vuelve a mirar el cielo sin miedo? ¿Cómo se cena con la familia después de haber perdido la noción del tiempo y del sol?

Israel también regresa del cautiverio. Porque el 7 de octubre del 2023 no fue solo una fecha, fue una fractura: terroristas palestinos traspasaron la frontera entre Gaza e Israel, asaltaron comunidades del sur y lanzaron disparos, granadas y cohetes contra un festival de música en el desierto. El ataque causó la muerte de 1.219 personas, en su mayoría civiles. Hamás llevó a 251 rehenes a Gaza.

Los liberados tendrán que aprender a vivir en un país que también intenta liberarse de su propio trauma. Y quizás ahí, en ese encuentro entre los que volvieron del túnel y los que sobrevivieron afuera, nazca la posibilidad de sanar.

Resiliencia y esperanza

Porque aunque las cicatrices de este horror tardarán en cerrarse, la resiliencia no borra el dolor: lo transforma, lo convierte en memoria, conciencia y, a veces, perdón.

Ojalá el dolor termine de una vez por todas para toda la gente de esa región. Que el entendimiento y la empatía abran, al fin, el camino hacia la paz.