Los chips que redefinen la fabricación de semiconductores con una optimización imposible de imitar
El gigante taiwanés multiplica por 30 su productividad de chips sin cambiar máquinas y marca un estándar industrial que rivales globales no logran igualar.
Taiwán revoluciona la fabricación de chips.
TSMC no solo manufactura chips, reinventa el proceso mismo de fabricación. En un mundo donde todos tienen acceso a herramientas iguales, lo que diferencia a los líderes no es qué compran, sino qué hacen con lo que adquieren. Y ahí, TSMC juega en otra dimensión.
La mayoría de las personas no conoce TSMC, pero probablemente lleven uno de sus chips en el bolsillo, en el auto o en la computadora. Taiwan Semiconductor Manufacturing Company es el mayor fabricante de semiconductores por encargo del planeta. No los diseña sino que se dedica exclusivamente a fabricarlos para empresas como Apple, Nvidia o AMD. Lo que ocurre dentro de sus fábricas define el ritmo de toda la industria tecnológica. Y eso es justamente lo que hace que su modelo sea tan difícil de imitar: no es una ventaja tecnológica puntual, es una cultura de optimización obsesiva que atraviesa cada milímetro de su operación.
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Para fabricar un semiconductor se necesitan máquinas que parecen salidas de una película de ciencia ficción. Las más avanzadas del mundo son las máquinas de litografía ultravioleta extrema, conocidas como EUV por sus siglas en inglés, que proyectan una luz tan delgada que permite esculpir estructuras microscópicas en una oblea de silicio. Solo una empresa en el mundo fabrica estas máquinas: la holandesa ASML. Cada una cuesta entre $150 y $200 millones de dólares, tiene más de 100.000 piezas móviles y tarda meses en ensamblarse. ASML tardó 25 años en desarrollar esta tecnología, y hoy ningún país puede fabricar chips de última generación sin estos equipos.
Pero aquí viene lo extraordinario, TSMC no diseñó estas máquinas pero logra que rindan mucho más de lo que ASML preveía. En seis años, sin cambiar el hardware, TSMC multiplicó por más de 30 veces la cantidad de obleas que produce cada día con estas herramientas. Y al mismo tiempo, redujo su consumo energético en un 24%. En otras palabras: hace muchas más obleas, más rápido y con menos energía.
¿Cómo lo logra? TSMC no espera a que ASML mejore el rendimiento. Toma el control completo del entorno operativo de la máquina. Optimiza el software que controla los parámetros de exposición, ajusta la dosis de luz, modifica los materiales fotosensibles, desarrolla sus propios componentes como los pellicles, las membranas protectoras de la fotomáscara, y rediseña el flujo interno de producción. Incluso estos pellicles duran cuatro veces más para la taiwanesa, y producen 4.5 veces más obleas antes de fallar, así, reducen los defectos en un factor de 80. Todo eso en máquinas que ningún otro cliente de ASML opera con esa eficiencia.
Además, TSMC aplica estrategias de mantenimiento predictivo que permiten que las máquinas funcionen casi sin interrupciones. Ajusta la temperatura, la vibración, el flujo de refrigeración y hasta la presión interna de los abrasivos que pulen cada capa del chip. Lo hace todo sin cambiar la máquina, solo optimizando cada variable del sistema.
Esto es una ventaja competitiva monumental. Porque mientras otras empresas como Samsung o Rapidus de Japón compran las mismas máquinas creyendo que con eso alcanzan, TSMC las convierte en herramientas completamente distintas. La diferencia no está en la caja, sino en el uso. TSMC domina el “cómo”, y eso no se compra. Se construye con décadas de inversión, experiencia acumulada y una estructura organizacional obsesionada con la eficiencia.
El resultado es devastador para la competencia, tienen a los mejores clientes y entregan los productos más avanzados del mundo, con márgenes crecientes, sin aumentar precios ni sumar nuevos compradores. Tienen tal control sobre sus procesos que pueden hacer más con lo mismo, y aun así ganar más.
Desde afuera, parece que cualquier país invirtiendo lo suficiente monta una empresa similar. Pero los números desmienten esa fantasía. No hay otra compañía que haya multiplicado por 30 la producción con las mismas herramientas. Tampoco hay otra que haya reducido los defectos y el consumo así. Y, sobre todo, no hay ninguna otra manufacturera que haya demostrado esa capacidad de entender una máquina ajena mejor que su propio fabricante.
Por eso, cualquier inversión que apunte a competir con TSMC parte desde muy atrás porque la taiwanesa ya no está en el mismo terreno. Está más allá de la curva de aprendizaje. Así, lo que parecía una oportunidad estratégica para diversificar proveedores, ganar independencia y repartir el mercado; se revela como una ilusión. Porque mientras otros aprenden a usar la máquina, TSMC la mejora.
Las cosas como son.
*Mookie Tenembaum aborda temas de tecnología como este todas las semanas junto a Claudio Zuchovicki en su podcast La Inteligencia Artificial, Perspectivas Financieras, disponible en Spotify, Apple, YouTube y todas las plataformas.
