La guerra como oportunidad: cómo Europa impulsa su industria de defensa tras la guerra en Ucrania
La guerra aceleró el surgimiento de una nueva industria de defensa en Europa, impulsada por start-ups tecnológicas, inteligencia artificial y capital privado.
La guerra en Ucrania impulsó a Europa a innovar en la industria armamentística.
EFEEuropa ve el nacimiento de una nueva industria. Lo que hace tres años parecía imposible, con la aparición de cientos de empresas tecnológicas dedicadas a la defensa, hoy es una realidad palpable. La guerra en Ucrania reconfiguró el mapa militar y despertó un músculo industrial dormido: la capacidad de Europa para generar tecnología propia para proteger su territorio, su infraestructura y su soberanía.
Y no es una burbuja, es un despertar, porque las guerras aceleran los ciclos de innovación. La Primera Guerra Mundial creó la aviación moderna, la Segunda impulsó la electrónica y los radares, y la Guerra Fría dio origen a Internet y a los microprocesadores. Hoy, el conflicto en Europa del Este provoca un salto similar, pero distribuido y digital.
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Miles de ingenieros, programadores y exmilitares se unen en start-ups que combinan inteligencia artificial, robótica y sistemas autónomos para resolver problemas que antes solo abordaban los grandes contratistas estatales. Los drones son la punta visible de ese cambio, pero detrás de ellos hay software de visión artificial, redes de datos, sistemas de comando descentralizados y un ecosistema de sensores, baterías y comunicaciones cifradas que se consolida.
A diferencia de Estados Unidos, donde la colaboración entre Silicon Valley y el Pentágono está institucionalizada desde hace décadas, Europa parte casi desde cero. Sus restricciones políticas, su fragmentación regulatoria y su dependencia histórica del paraguas militar estadounidense fueron durante años un obstáculo. Sin embargo, esas mismas limitaciones explican por qué el movimiento actual es tan significativo, ya que la defensa dejó de ser un tema tabú y pasó a convertirse en una oportunidad de innovación.
Lo que antes se evitaba por pudor político hoy se aborda con mentalidad emprendedora. El capital privado, los fondos de riesgo y las universidades tecnológicas se integran en una red que recuerda los orígenes de las grandes revoluciones industriales europeas. El escepticismo de algunos analistas ante la “moda” de las start-ups de defensa pierde fuerza frente a los hechos.
Una industria no nace perfecta, se forma por exceso, por ensayo y error y por la irrupción simultánea de muchos actores ensayando cosas distintas. El exceso inicial es necesario para que, luego, sobrevivan las mejores. Lo importante no es que haya demasiadas empresas, sino que exista el impulso, el talento y la financiación. Europa, por primera vez en décadas, tiene los tres.
Las regulaciones y la burocracia son un desafío, pero también un filtro de garantía que las tecnologías desarrolladas respeten ciertos estándares éticos y técnicos, algo que en otros lugares del mundo se ignora. Así es como se construyen las industrias duraderas, no con un plan central, sino con una tormenta de iniciativas, con errores costosos y éxitos inesperados. El continente que inventó la pólvora moderna, el radar y la aviación rearma su capacidad de innovar, esta vez en red, desde el software y la inteligencia artificial. Europa vuelve a fabricar defensa, y en ese proceso vuelve a fabricar futuro.
Las cosas como son
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