Empresas retoman entrevistas laborales presenciales ante el temor al fraude con inteligencia artificial
Vuelven las entrevistas laborales presenciales por temor al fraude con inteligencia artificial, aunque los casos son mínimos y existen métodos tecnológicos más eficaces.

Algunas empresas ya vuelven a los formatos tradicionales de entrevistas laborales por posibles fraudes.
Archivo MDZ.Durante años, las entrevistas laborales se alejaron del escritorio y se acercaron a la pantalla. La pandemia aceleró un proceso en marcha: postulaciones virtuales, entrevistas por videollamada y pruebas técnicas realizadas desde casa. Lo lógico en un mundo donde el trabajo remoto se convirtió en norma y el talento puede estar a miles de kilómetros de distancia.
Sin embargo, como ocurre tantas veces, el problema no está en la tecnología sino en el uso que se hace de ella. Un pequeño porcentaje de candidatos, apenas un 6% según un estudio reciente, aprovecha las herramientas de inteligencia artificial (IA) para obtener ventaja en los procesos de selección. Algunos se hacen asistir con respuestas generadas en tiempo real, otros suplantan identidades. El fraude existe, sí, pero es marginal. El problema es que frente a esto, muchas empresas reaccionan como si el motor del auto fallara y la solución fuera volver a la carreta.
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En lugar de buscar herramientas para mejorar la validación de candidatos, pulir los filtros o aplicar IA para detectar inconsistencias, algunas compañías volvieron a las entrevistas laborales presenciales. Como si el solo hecho de ver a alguien cara a cara bastara para garantizar autenticidad. Lo que se propone, en el fondo, es que alguien se suba a un avión, cruce una ciudad o un continente, y se siente en una oficina para demostrar que no es un avatar. El mundo globalizado y digitalizado se comprime frente al temor, y la respuesta es el regreso al pasado, con la nostalgia convertida en protocolo. Se olvida que no hay relación directa entre presencia física y veracidad, y que los mecanismos de validación son más precisos cuando se diseñan con tecnología, no con sospechas.
Las herramientas están ahí: verificación biométrica, autenticación de identidad en tiempo real, análisis de patrones de respuesta, detección de comportamientos atípicos durante una videollamada. No solo se confirma que quien habla es quien dice ser, sino también detectar cuándo hay una ayuda externa, una respuesta dictada o un comportamiento automatizado. En lugar de confiar en la mirada del reclutador o en un presentimiento difuso, la IA permite establecer umbrales objetivos y repetir pruebas bajo control. Más aún: estas herramientas pueden integrarse al proceso sin que el candidato lo perciba como un interrogatorio. La experiencia puede ser fluida y eficaz. Reemplazar esa posibilidad por un viaje, un saludo de manos y una sonrisa forzada es confundir ritual con garantía.
Esta tendencia a resolver los desafíos del presente con recetas del pasado revela algo más profundo: un rechazo visceral a lo nuevo cuando empieza a incomodar. Mientras la IA sirve para filtrar miles de CV en segundos, todo parece bien. Cuando la usan los candidatos, entonces es peligrosa. El doble estándar no se disimula, en lugar de entender que estamos ante una nueva etapa del trabajo, más descentralizada, más autónoma y más eficiente, algunos cierran la computadora y abren la puerta de la oficina, esperando que el futuro no haya llegado tan lejos.