De pionero a rehén: cómo la inteligencia artificial desarma el modelo Spotify
Spotify, pionero del streaming, enfrenta su mayor desafío: la inteligencia artificial redefine la industria y deja a la plataforma sola, sin red ni ecosistema.

Spotify debe competir con la inteligencia artificial en un terreno donde fue pionero.
Spotify fue durante años el símbolo de la revolución del audio en internet. Transformó la manera en que se escucha música y logró que millones de personas aceptaran el streaming como modelo dominante. Pero hoy se enfrenta a un problema que ni la música ni los podcasts pueden resolver: la inteligencia artificial (IA) redibuja el mapa de la industria, y Spotify quedó en una posición solitaria, sin aparato propio, sin red social, sin sistema operativo, y sin el tipo de infraestructura que hoy marca la diferencia.
La salida del jefe de publicidad de la compañía, Lee Brown, es una señal clara. Spotify no logró que su negocio publicitario creciera al ritmo esperado. En un contexto donde la IA crea anuncios automatizados, campañas en tiempo real y segmentaciones milimétricas, Spotify sigue sin ofrecer una plataforma eficiente para pequeños anunciantes. Mientras tanto, Google y Meta ya lo hacen con sistemas de IA que aprenden solos y ajustan campañas sobre la marcha. Spotify no tiene buscador, no tiene visuales, y su interfaz publicitaria es todavía demasiado limitada. La consecuencia es directa: las marcas eligen otros canales.
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Además, Spotify compite contra rivales con ventajas estructurales. Apple Music viene preinstalado en los dispositivos de Apple y no necesita generar ingresos por publicidad: su ecosistema cerrado le garantiza usuarios fieles. YouTube Music forma parte de la maquinaria de Google, que ya domina el mercado de anuncios. Amazon Music está integrado a Prime y Alexa. Todas esas plataformas tienen algo que Spotify no: otras fuentes de ingresos, aparatos propios, y millones de puntos de contacto con los usuarios. Spotify, en cambio, es una aplicación sola en un mar de servicios integrados.
Incluso si Spotify incorporara IA a su sistema, como ya hizo con DJ personalizados o recomendaciones por voz, la pregunta es si eso será suficiente. Porque del otro lado aparecen competidores nuevos que no necesitan licencias, ni artistas, ni estructura: modelos de IA que generan música infinita en tiempo real, adaptada a cada usuario. Estas inteligencias no solo crean la música, sino que la interpretan, la ajustan y la entregan sin pasar por intermediarios. No necesitan discográficas ni plataformas. Son Spotify y el artista al mismo tiempo. Y si ofrecen eso sin publicidad, o a un costo mínimo, el modelo actual queda en jaque.
Por ahora, Spotify comanda su nicho. Pero es un liderazgo vulnerable. No tiene hardware, no tiene buscador, no tiene contenido visual, y no tiene una red propia de dispositivos ni una plataforma publicitaria del nivel de sus competidores. Está rodeado por empresas que controlan tanto el contenido como el canal. Y lo que parecía ser una ventaja, su independencia, será su mayor debilidad. En un mundo donde todo se vuelve automatizado, distribuido e integrado por la IA, la música como producto cerrado, transmitido por una app, es un formato viejo.