De no creer: así atacaban con drones los criminales a la policía en Río de Janeiro
Una redada sin precedentes en los complejos de Penha y Alemão dejó más de 130 muertos, al menos 80 detenidos y expuso el salto tecnológico del crimen organizado frente a una respuesta estatal masiva.
Hasta el momento ya son más de 130 las víctimas fatales en Río de Janerio.
EFELa ciudad de Río de Janeiro volvió a quedar atrapada en una escena de combate urbano. Una operación de gran escala irrumpió en los complejos de Penha y Alemão, en el norte carioca, con un saldo preliminar que supera las 130 víctimas fatales y al menos 80 personas detenidas.
Participaron alrededor de 2.500 efectivos de la Policía Civil y la Policía Militar. La misión, bautizada “Operación Contención”, buscaba ejecutar 100 órdenes de arresto y 150 allanamientos contra miembros del Comando Vermelho, una de las organizaciones criminales más fuertes del estado. El despliegue incluyó helicópteros, blindados y unidades especiales. También dejó una estela de calles cortadas, barricadas humeantes y secuencias de tiroteos que los vecinos registraron con sus teléfonos.
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Drones: mira cómo fueron usados como armas
El dato que más estremeció a la fuerza pública fue el uso de drones para arrojar explosivos sobre agentes de la Coordenadoria de Recursos Especiais (Core), el grupo de élite de la Policía Civil. En videos oficiales se observan artefactos sobrevolando a los uniformados y liberando cargas. Hasta ahora no se reportaron policías heridos específicamente por esos lanzamientos, pero el mensaje es claro: las bandas incorporan tecnología que complica cada metro de avance.
En paralelo, los enfrentamientos dejaron al menos cuatro agentes fallecidos, según confirmaron fuentes de seguridad. Testimonios de residentes y grabaciones caseras muestran ráfagas que superaron los 200 disparos en un minuto, escenas con humaredas densas y obstáculos levantados por los propios grupos criminales para frenar la llegada de patrullas y blindados.
La narrativa oficial: “narcoterrorismo” y promesa de no retroceder
El gobernador Cláudio Castro definió la situación como una escalada. Sostuvo que la Policía de Río fue recibida “con bombas lanzadas desde drones” y calificó el fenómeno como “narcoterrorismo”. Remarcó que el Estado no dará un paso atrás y que la estrategia combinará inteligencia, tecnología y fuerza operativa. Detrás del operativo hay un año de trabajo de la Delegacia de Repressão a Entorpecentes (DRE), con apoyo de fiscales del Ministério Público do Río de Janeiro. Una parte de los sospechosos buscados —al menos 30, según las autoridades— tendría origen en el estado de Pará, lo que revela rutas y enlaces que trascienden las fronteras de Río. Además de la Core, participaron el Comando de Operações Especiais (COE), unidades de la Policía Militar de la capital y del área metropolitana, equipos de combate al lavado de dinero y la Subsecretaría de Inteligencia. El paquete logístico sumó vehículos de demolición y ambulancias del Grupamento de Salvamento e Resgate.
Servicios esenciales interrumpidos: escuelas y salud en modo contingencia
Las balaceras alteraron la rutina en barrios ya tensionados por la presencia de facciones armadas. La Secretaría Municipal de Salud informó que cinco centros de atención primaria no abrieron sus puertas en el horario habitual y que el resto de la red permaneció bajo evaluación durante la jornada. Una clínica familiar funcionó con restricciones y suspendió visitas domiciliarias por razones de seguridad.
En educación, el impacto fue inmediato: 28 escuelas cerraron en el Complejo do Alemão y otras 17 en Penha, mientras que la cartera estadual reportó el cierre de una unidad adicional. Miles de estudiantes y docentes quedaron a la espera de indicaciones oficiales. Las imágenes de aulas vacías se suman a las de vehículos blindados circulando por calles estrechas y a las de vecinos resguardados, a la expectativa de que cese el intercambio de fuego.
El objetivo formal de la “Operación Contención” fue cortar líneas de mando, desarticular células y secuestrar material ilícito de una facción que domina territorios enteros y establece sus propias reglas de convivencia. Lo que quedó en evidencia, sin embargo, fue un choque de capacidades: de un lado, fuerzas estatales con equipamiento pesado y agentes especializados; del otro, bandas que ya integran drones, barreras móviles, humo y ataques coordinados. ¿Cómo proteger a la población civil atrapada entre ambos fuegos?
Río convive desde hace décadas con ciclos de ofensivas y repliegues. Cada nuevo operativo promete quiebres que rara vez se consolidan sin políticas sostenidas de prevención, inversión social y control territorial. La novedad tecnológica —drones que arrojan explosivos— presiona por protocolos actualizados, equipos antidrones y coordinación interagencial más fina. Mientras tanto, el presente se mide en cierres escolares, postergación de turnos médicos y familias encerradas esperando que pase el zumbido de los helicópteros. El día termina con blindados en retirada, peritos, relevando rastros y expedientes más voluminosos. El desafío, otra vez, es que el próximo amanecer no repita la misma escena.

