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Alibaba frente al desafío de la IA: inversiones insuficientes, dominio local y atraso global

Las inversiones limitadas, la presión política y la falta de competitividad internacional ponen en duda la supuesta resurrección tecnológica de Alibaba.

Alibaba apuesta fuerte, pero sigue atrás en inteligencia artificial.

Alibaba apuesta fuerte, pero sigue atrás en inteligencia artificial.

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Alibaba intenta entrar al Olimpo de la inteligencia artificial (IA) con bombos y platillos, pero lo hace tarde, con menos músculo, y desde una posición localista. Se celebra una suba del 40% en sus acciones como si fuera un ingreso triunfal al club de los gigantes tecnológicos globales, cuando en realidad es apenas un rebote técnico tras años de castigo bursátil. Alibaba sigue siendo, en esencia, una empresa encerrada dentro de las fronteras chinas, rodeada de rivales como Tencent y Huawei, con menos de un tercio de sus ingresos provenientes del exterior, y con una cuota global mínima en la nube. La escala de sus inversiones en IA y cloud, de $50 mil millones en tres años, queda muy lejos de lo que Meta o Google gastan en un solo año. No hay proporción posible. Mientras las big tech occidentales lideran el desarrollo, Alibaba corre desde atrás, e intenta recuperar prestigio y validación.

Se menciona con entusiasmo la liberación de más de 300 modelos de código abierto, pero la mayoría son variaciones menores, y el modelo principal, Qwen, no lidera ni siquiera dentro de China. DeepSeek, una empresa más joven y ágil, ya lo supera en métricas clave. Se sugiere que Qwen no está “tan lejos”, una expresión que sólo funciona cuando la distancia ya no es relevante. En el ecosistema de IA, estar “no tan lejos” equivale a estar afuera.

La herida más profunda sigue siendo la política. La caída en desgracia de Jack Ma, la cancelación abrupta de la IPO de Ant, la retirada del fundador de la vida pública y la posterior caída de las acciones dejaron cicatrices visibles. Aunque se intente presentar el presente como una nueva etapa de expansión, el poder del Partido Comunista sobre las empresas privadas no se redujo. La incertidumbre regulatoria y la posibilidad de intervenciones súbitas siguen pesando en cada decisión. La narrativa de la resurrección tecnológica omite este contexto porque estorba, pero es determinante.

En este punto, el nombre de la empresa se vuelve casi irónico. Alibaba y los cuarenta ladrones. Un nombre que en su origen simbolizaba la astucia de quien accede a un tesoro secreto con palabras mágicas. Aquí también se invoca la palabra mágica: “inteligencia artificial”. Y se espera que el tesoro, o sea, el entusiasmo de los mercados, el prestigio tecnológico y el reconocimiento global; se abran como por arte de magia. Pero la cueva no responde, ya está ocupada. Y los gigantes occidentales no dejaron mucho para repartir.

No se trata de robo, pero sí de apropiación simbólica. Se habla de inversión masiva, de escalamiento, de internacionalización, pero los datos duros no acompañan. La dependencia del mercado doméstico es estructural, y la competitividad global sigue limitada. Incluso el precio de las acciones, pese al rebote reciente, está rezagado en comparación con sus pares. El mercado no se engaña con las palabras mágicas y Alibaba puede repetir “ábrete sésamo” todo lo que quiera, pero la puerta sigue cerrada. La inteligencia artificial ya no es un misterio que se abre con fórmulas, es una industria despiadada, concreta, donde quien llega tarde llega segundo, y en este caso, ni eso.

Las cosas como son

Mookie Tenembaum aborda temas internacionales como este todas las semanas junto a Horacio Cabak en su podcast El Observador Internacional, disponible en Spotify, Apple, YouTube y todas las plataformas.