Mitos y realidades del rol presidencial en Estados Unidos
La función principal del mandatario norteamericano es establecer lineamientos generales y arbitrar conflictos entre distintas áreas de su administración
El presidente de un país, especialmente el de Estados Unidos, tiene un rol que muchas veces se malinterpreta. En la imaginación popular, alimentada por películas y series, el mandatario aparece como alguien que está involucrado en cada decisión, supervisando todos los detalles de gobierno, desde la agricultura hasta la defensa, manejando personalmente cada crisis o conflicto. Sin embargo, la realidad es bastante diferente.
En esencia, el presidente no está para manejar los detalles del día a día. Su función principal es establecer lineamientos generales y arbitrar conflictos entre distintas áreas de su administración. Pensemos en un gobierno como una maquinaria compleja, con miles de engranajes que giran y ejecutan las políticas establecidas. Cada ministerio o departamento tiene su propio equipo, procesos y objetivos. El secretario de Agricultura, por ejemplo, no necesita llamar al presidente cada vez que debe tomar una decisión importante dentro de su área. Tampoco lo hace el secretario de Defensa o el de Energía. Todos tienen clara la política general y la ejecutan con autonomía.
El presidente interviene cuando estas políticas chocan o cuando dos partes de su gobierno tienen una disputa sobre prioridades. Aquí es donde su rol como árbitro se vuelve clave. No se trata de dictar órdenes a cada momento, sino de decidir en los momentos de conflicto cómo se resuelve una tensión entre dos objetivos que, a primera vista, parecen incompatibles. Esa es la verdadera tarea del presidente: ser el último recurso, el decisor en los momentos críticos.
Un buen ejemplo de esta dinámica es la presidencia de Ronald Reagan. Reagan trabajaba pocas horas al día, delegando gran parte de la gestión a sus ministros y asesores. Solo intervenía cuando había una crisis o cuando era necesario redirigir las políticas generales. En contraste, Jimmy Carter optó por un enfoque de micromanagement, involucrándose en cada detalle. Este estilo lo llevó a trabajar largas jornadas, pero su presidencia fue ampliamente criticada por su ineficiencia.

En el caso de Joe Biden, surgieron discusiones recientes sobre su capacidad cognitiva durante su mandato. Sin embargo, esto plantea una reflexión interesante: ¿puede ser que su limitada intervención, debido a estas capacidades disminuidas, haya beneficiado su presidencia? Menos intervención puede significar menos conflictos internos y un mayor flujo en la ejecución de políticas.
Al final, la presidencia no se mide por cuántas horas trabaja un presidente, ni por cuántas reuniones tiene al día, sino por los resultados que logra su gobierno. El rol del presidente no es ser un gerente omnipresente, sino un árbitro efectivo y un líder estratégico. La idea de que todo pase por él es más un mito de Hollywood que una realidad política. Entender esto es clave para comprender cómo funciona realmente el poder ejecutivo y para desmitificar la figura presidencial en la política moderna.
Las cosas como son.
*Mookie Tenembaum aborda temas internacionales como este todas las semanas junto a Horacio Cabak en su podcast El Observador Internacional, disponible en Spotify, Apple, YouTube y todas las plataformas.

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