Murió Isabel II

La oscura historia del nombre Carlos en la realeza británica

Tras conocerse la muerte de Isabel II, una duda llenó las calles de Gran Bretaña. Se trató del nombre que adoptaría el príncipe de Gales al asumir en el trono. Finalmente, se supo que será Carlos III aunque este mote traiga malos recuerdos en la isla.

Redacción MDZ Online jueves, 8 de septiembre de 2022 · 20:08 hs
La oscura historia del nombre Carlos en la realeza británica
Foto: Getty Images.

"Hoy la Corona pasa, como lo ha hecho durante más de mil años, a nuestro nuevo monarca, nuestro nuevo jefe de Estado, Su Majestad, el rey Carlos III”, de esta forma Liz Truss, flamante primera ministra inglesa, daba a conocer que el nombre que el príncipe de Gales iba a adoptar durante su reinado. Este dato era esperado por varias personas ya que el monarca podría haber optado por otro de sus motes seculares como Felipe, en honor a su padre, o Jorge, en homenaje a su abuelo. 

Carlos Felipe Arturo Jorge, así fue bautizado en 1948 el hijo de los entonces duques de Edimburgo y, cuando se supo que la reina Isabel II había muerto, hasta se abrieron apuestas en Inglaterra sobre este tema y, sin dudas, Carlos no era de los favoritos. Es que, en Gran Bretaña, este nombre tiene una corta pero tumultuosa historia. 

Carlos I y Carlos II (padre e hijo) fueron dos importantes personajes del siglo XVII, ambos pertenecieron, nada menos, que a la dinastía Estuardo y sus reinados estuvieron atravesados por las polémicas, guerras y excesos. Carlos I era hijo de Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia, el primer monarca en unir las coronas de ambos reinos tras la muerte de Isabel I.

Jacobo llegó a la corona inglesa luego de que Isabel I muriera sin descendencia legítima. La monarca mantuvo una fuerte disputa con su prima María Estuardo, reina de Escocia y pretendiente al trono de Inglaterra. María fue criada en Francia dentro del catolicismo y llegó a ser reina consorte de ese país, sin embargo, quedó viuda muy joven y volvió a Escocia para hacerse cargo del reino que había heredado de su padre. 

Sin embargo, la llegada de una católica representaba un gran peligro para la isla que se sumía en una sangrienta guerra religiosa entre católicos y protestantes y para Isabel, una monarca soltera que era presionada por sus consejeros para contraer matrimonio. Finalmente, y tras varios complots, Isabel decidió poner bajo custodia a su prima y luego ejecutarla. 

Paradójicamente, su nieto Carlos I tuvo el mismo desenlace después de la Revolución Inglesa. Las controversias respecto a la política religiosa del soberano no fue lo único que motivó a los rebeldes sino que también los gastos que el monarca quería destinar a la guerra con España y su mala relación con el Parlamento tuvo un peso importante. Pero fue la aplicación del absolutismo, tildado de tiranía lo que marcó su final. 

Tras la ejecución de Carlos I en 1649, se intentó aplicar una república de la mano de Oliver Cromwell, sin embargo, este también terminó aplicando una política tiránica adjudicándose incluso más poderes que los monarcas que lo antecedieron. Cuando Cromwell murió, en 1958, se inició un proceso de gran inestabilidad que culminó con la restauración de la monarquía. De esta forma, Carlos II retomó el trono para la dinastía Estuardo y, aunque prometió perdonar a los responsables por la ejecución de su padre, fue brutal con determinados personajes. 

La sucesión fue uno de los temas más controvertidos de su reinado. Esto se debió a que, de su matrimonio con Catalina de Braganza, no logró tener ningún heredero vivo. Catalina no era bien vista por sus súbditos ya que era católica y la imposibilidad de gestar un heredero incrementó el malestar social. 

De esta forma, Carlos II tuvo que nombrar a su hermano Jacobo (posteriormente Jacobo II de Inglaterra y VII de Escocia) como posible sucesor, pero el entonces duque de Cambridge se había convertido al catolicismo en 1668 lo que ocasionó una terrible crisis. Ante los inconvenientes que esto podría provocar, Carlos II ordenó que las dos hijas mayores de su hermano fueran criadas alejadas de sus padres y bajo la religión anglicana. A pesar de esto, el monarca no pudo evitar que el posterior reinado de su hermano terminara en una guerra interna que llevó el nombre de Revolución Gloriosa. 

 

 

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