El rey "pijo" y una atea, "su majestad católica"

Felipe de Borbón y Grecia, cumplió el pasado 30 de enero sus 46 años, es Príncipe de Asturias desde 1977 en quedó impuesto como el heredero de la Corona española y a mediados de julio próximo se convertirá en Felipe VI, Rey de España tras la abdicación de su padre, don Juan Carlos de Borbón. Con él, una "plebeya" como Letizia Ortiz Rocasolano, periodista de profesión, llegará por primera vez a ocupar el trono como Reina de España. Hasta aquí, la información dura y concisa. Pero a continuación, las claves de una situación que no solo ha conmovido a ese país, sino que lo ha devuelto a las calles.
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Los porqué de la abdicación
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1- La salud. El primer consenso, el "oficial", cierra alrededor de los asuntos de salud. Sin embargo, no todo el mundo está de acuerdo con que este argumento. Nadie ha pronosticado un agravamientod e su estado, en general, con problemas achacables a su edad. No padece ninguna enfermedad de carácter terminal y, por lo tanto, las sospechas apuntan hacia otro lado.
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2- La corrupción.
La familia real española quedó envuelta en un escándalo de corrupción protagonizado por el marido de una de las hijas de Juan Carlos y Sofía, que no deja de ser la hermana del futuro rey Felipe VI, Cristina. Iñaki Undargarín, el yerno del rey, fue apartado en 2011 de los actos oficiales de la Casa Real por su "conducta no ejemplar". En enero de este año Cristina quedó imputada por presunto fraude fiscal y blanqueo, del que es acusado su marido. Se niega desde el entorno real que la corrupción sea la causa de la abdicación, pero la prensa afín a la monarquía habla de un "cansancio" del Rey, lo cual puede ser leído del mismo modo: ¿cansado de qué?
3- La oportunidad. Hay quienes analizan que abdicar en medio de un gobierno del Partido Popular, el más propicio a la continuidad de la monarquía, responde a una estrategia por preservarla, ante el peligro de que sectores republicanos que repuntaron en los últimos comicios europeos (como Izquierda Unida y Podemos) tengan mayor influencia en el futuro.
4- El resultado de las elecciones europeas. Aquí se engancha un "no" rotundo de todos los sectores. Se afirma que el Rey no ha renunciado al trono por el magro resultado de las últimas elecciones del 25 de mayo, en que ganó el PP y el PSOE salió segundo, pero en las que ambos, sumados, no llegaron al 50% de los votos. Hoy se muestran ambos partidos como soportes de la continuidad monárquica, sin fisuras y el "opositor" PSOE, le da garantías a la Casa Real y al PP de Rajoy de que todo saldrá bien.
Rapidez y sutileza
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Un dato del momento en que Juan Carlos abdica en favor de su hijo está representado por el hecho de que la situación viene siendo planeada desde principios de año, madurada en marzo y comunicada, paso a paso, al jefe del Gobierno, Mariano Rajoy y, por qué no -atentos al apoyo recibido "espontáneamente" de su parte, al partido con el que el Rey compartió muchos momentos decisivos de la recuperada democracia española, el PSOE. El anuncio y las declaraciones aparecen como calculadas minuciosamente para alentar al futuro monarca, Felipe, que ha esperado 37 años el momento de recibir la corona. Todo esto ocurre en un momento de cambio generacional, en que se le agradecen los favores recibidos al monarca, como la recuperación de las libertades perdidas con Francisco Franco, pero que no justifica la continuidad de un régimen de tales características en el mundo actual.
Los imprevistos. Nadie pensó en España, a lo largo de los 39 años de reinado de Juan Carlos, en reglamentar el ejercicio de la monarquía ni su sucesión, en medio de una convivencia con el régimen democrático. Tampoco nadie quiso ventilar una ley para prever los pasos a seguir tras la abdicación, por lo que se trabajará "de apuro", en un caso muy parecido a lo que sucedió con la renuncia de Benedicto VXI. En principio fue así porque la monarquía se creyó sólida y se fundó como pilar del nuevo tiempo. Ahora, porque ese tiempo aparece como finalizado y ya, por cierto, no es tan "nuevo". España vive otras necesidades y los caprichos de la realeza se transmiten en tiempo real por las redes sociales. Aquel pilar se ve socavado y ya no es tal.
Felipe, el joven. Así como Juan Carlos "el breve", no lo fue y portóla corona y todos sus privilegios durante 39 años, a Felipe se lo impulsa ahora como "el joven, el cambio generacional, el aire fresco". Pero lo será para el sistema monárquico, y muy probablemente no para España. "Mi hijo encarna la estabilidad", dijo Juan Carlos, sonriente, ante la prensa, tras prestarse al diálogo para comenzar a plantar los cimientos de lo que viene para su familia. El asunto es que quienes hay al menos un tercio de los votos emitidos hace una semana que le ponen valor a la República y el pulgar hacia abajo a la monarquía, que están haciendo valer sus medallas democráticas en cada plaza de España.
El futuro. El Rey puede jugar, de acuerdo a los analistas españoles, un rol futuro en la mantención de la unidad de España frente a los intentos independentistas. Juan Carlos goza -en una generación intermedia, la que fue testigo del retorno a las libertades- de la popularidad que ya no tiene la monarquía, en un caso muy curioso. El diario siempre pro monárquico ABC se pregunta si, acaso, será nombrado "Conde Barcelona". Podríamos llamarle, a esto, "una solución monárquica a los problemas republicanos". Lo cierto es que, como bien advierte ese diario, la Constitución no establece ninguna función, sueldo o prerrogativa para el Rey que abdica.
El nuevo rey. Felipe no es Juan Carlos. Si al rey saliente se le perdonaron sus tropelías, desaguisados y disgustos matrimoniales fue, en todo caso, porque su popularidad era mayor y su "encanto" así lo permitió. Simpático, hasta fue capaz de pedir perdón por televisiónpara luego... seguir haciendo de las suyas. Los españoles saben perdonar y Juan Carlos lo sabe. Pero su hijo no es visto del mismo modo. De hecho, es conocido como un "pijo" y aquí va una definición antes de apresurar la imaginación: "Joven, generalmente de posición social elevada,que sigue la última moda y tiene unos modales y una forma de hablar afectados y muy característicos". Un agrandado. Un petulante. Intragable, para decirlo en otras palabras y, sobre todo, percibido así por los de su generación y por los más jóvenes, por lo que desde ya hay que prever que no tendrá una base muy sólida de aprobación más allá de las abuelas a las que les queda poco ruedo por la vida, y a los convencidos, claro, que los hay.
Y la nueva reina. Sobre la futura reina hay mucha más tela para cortar. Si Sofía de Grecia sufrió al marido que tiene y supo disimularlo (o como le llama ABC, "supo ser discreta", aunque aquí se llame a eso "humillada") la que aparecerá envuelta en mil historias es Letizia Ortíz, la periodista de televisión casada en segundas nupcias con el nuevo rey. Letizia se casó por primera vez con Alonso Guerrero en 1997. Él venía de ser su profesor y por lo tanto, aquel romance fue polémico. Ahora es quien ha dado a conocer algunos detalles del pensamiento de quien jurará en julio como "su majestad católica": viene de ser socialista, atea, sindicalista y republicana, aunque supuestamente Felipe logró transformarla tras el noviazgo y matrimonio. Si en verdad no ha cambiado tanto como se dice, promete que le dará a España un reinado diferente o un gran disgusto a la monarquía. Su último episodio "reprochable" para la familia real fue su apoyo al "matrimonio gay", pronunciado en Chile.








