Crítica

La Vendimia conquista un hito de autoparodia involuntaria

Con un pie en la tradición y otro en el universo Disney pasado de anfetaminas, "Sinfonía azul para el vino nuevo" se estrella en una puesta inconexa, cuyo mayor encanto reside en su ilimitada tentación al desmadre.

Laureano Manson
Laureano Manson domingo, 8 de marzo de 2020 · 00:12 hs
La Vendimia conquista un hito de autoparodia involuntaria
Sinfonía azul para el vino nuevo

En 1980, un insólito musical de Hollywood llamado Xanadu se transformó en un estrepitoso fracaso de taquilla. El legendario Gene Kelly y la popstar Olivia Newton-John, protagonizaron aquel inclasificable engendro fílmico, con canciones compuestas por la Electric Light Orchestra y una breve secuencia animada por el genio de Don Bluth. Más allá de la suma de talentos, el resultado final fue un desastre absoluto, pero con el paso de los años se transformó en objeto de culto de amantes del cine kitsch y bizarro. En la médula de la historia de "Xanadu", una musa llegaba del mismísimo olimpo griego para inspirar a un ilustrador de tapas de discos.

Cuatro décadas después, el espectáculo vendimial "Sinfonía azul para el vino nuevo", conecta en más de un sentido con aquel adorable fiasco de Hollywood, a través de un relato que involucra a siete musas que vienen a iluminar a un afiebrado director de orquesta que sueña con componer una sinfonía dotada de la excelsa "nota azul". Aquí también hay artistas con notable trayectoria y reputación en sus respectivas áreas, desde el director Golondrina Ruiz, ícono del folclore local, pasando por el talentoso compositor/director musical Juan Pablo Moltisanti; y un director de actores tan minucioso como Federico Ortega

Tal cual sucedía en el film mencionado, aquí desde los primeros minutos, el ensamble de las partes se estrella en una puesta que cuadro a cuadro redobla sus niveles de despropósito. El imparable in crescendo que ofrece este suculento combo transita con un pie en consabidas escenas como las de los inmigrantes, la Virgen de la Carrodilla y San Martín; y otro en una suerte de universo Disney pasado de anfetaminas. El efecto es tan contundente que esta propuesta no requiere del paso de décadas para adquirir su merecido estatuto de culto, sino que lo gana de manera inmediata por su pastiche absolutamente fiel a una máxima sanmartiniana que aparece en pantalla en el show: "Seamos libres y lo demás no importa nada". Indudablemente, Golondrina Ruiz y su equipo se entregaron de lleno al mandato del libertador de pueblos, y despacharon un show sin criterio de integración ni clima escénico alguno. 

Del intento de vodevil a cuadros con pretensiones de épica coral, entre vestuarios chirriantes, visuales de diseño básico y coreografías con altibajos; "Sinfonía azul para el vino nuevo" constituye un hito histórico en el género vendimial, ya que termina erigiéndose en una involuntaria autoparodia de decenas de clichés narrativos y visuales, que aquí más que nunca quedan expuestos en carne viva. Los artistas como siempre, ponen estoicamente sus cuerpos en un derrotero que en esta oportunidad se estira durante una hora y media de desconcierto. 

Para quienes sostenemos un cálido fervor por apuestas fallidas, que por algún (o ningún) motivo se zambullen en el desmadre más absoluto, este espectáculo es un verdadero festín lisérgico, que bien podría estar marcando una bisagra en la historia de un evento que tiene tantos amantes como detractores. De momento, "Sinfonía azul para el vino nuevo" deja una impronta que pendula entre la tradición, el mundo Disney y el Casero de "Cha cha cha". 

Staff general:

Guionista/director: Golondrina Ruiz.
Director de puesta: Claudio Martínez.
Directora de puesta: Claudia Sosa.
Director coreográfico: Hugo Luna.
Director de actores: Federico Ortega.
Director musical: Juan Pablo Moltisanti.
Escenógrafo: Víctor Carrión.
Cajas lumínicas: Eduardo González.
Jefe técnico: Martín Balastegui.
Productor ejecutivo: Sergio Gras.
Jefe de traspuntes: Alfredo Reynoso.
Asistentes de dirección: Yamila Talfiti y Cecilia Landa.
Asistente de producción: María Paula García.
Asistentes coreográficos: Romina Moreno Guzmán, Carla Navarro, Martín Villarruel, Cristian Lara, Vanina Gispert.
Asistente de actores: Gabriela Garro.
Vestuario y maquillaje: Andrea Cardozo.
Utilería: Nicolás Cuartas.
Diseño luminotécnico: Leonardo Mella.
Diseño de sonido: Emiliano Abraham.
Efectos especiales: Oscar Pérsico.
Videofilmación: Franco Atencio.
Guion televisivo: Rolando Expósito.

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