Opinión

¿Hollywood prepara la vuelta del cine polémico y ultraviolento?

El éxito de taquilla de "Guasón" abre la esperanza del regreso de aquel cine cuestionador que dominó entre fines de los '60 y mediados de los '70 en la gran industria. Un análisis sobre la coyuntura actual y los tiempos en que talentosos cineastas soñaron con conciliar entretenimiento y libertad.

Laureano Manson
Laureano Manson domingo, 15 de diciembre de 2019 · 11:29 hs
¿Hollywood prepara la vuelta del cine polémico y ultraviolento?
"Guasón" y la herencia del cine crítico y ultraviolento de títulos como "Taxi driver".

El descomunal éxito de "Guasón" en las salas de todo el mundo es una bienvenida bocanada de cine en su máximo nivel de nobleza, y a la vez una trompada de Hollywood a las fórmulas que la mismísima industria viene amasando desde hace décadas. Una película oscura, crítica, hipnótica y catártica; que va a contramano del manual de abulia y corrección política imperante en la maquinaria del espectáculo a gran escala. Un contundente suceso que ha despertado la inquietud en las compañías productoras y en la prensa especializada sobre un posible retorno de aquella esperanza de grandes directores, que entre fines de los '60 y mediados de los '70, soñaron con conciliar el entretenimiento taquillero con la más plena libertad creativa.

De momento, Joker es una anomalía. Una jugada osada que salió a la cancha con el premio máximo en el Festival de Venecia, y que ha superado todos los pronósticos de convocatoria, derribando la idea de que su consumo iba a estar acotado al público cinéfilo y transformándose en una contundente victoria en las boleterías. El film no solo subvierte los paradigmas de los tanques de superhéroes y villanos, sino que funciona como una fuerte antítesis de todo lo que Hollywood suele despachar. Detrás de esta joya hay un director como Todd Phillips que se comprometió con la misión de subir la vara de la apuesta artística del cine industrial, sin descuidar su vocación por el gran espectáculo. Esa es la clave del triunfo de esta obra maestra que ha conquistado tanto a la crítica como al público masivo.

Frente al bienvenido sacudón en las adormecidas pautas de los productos mainstream, se abre una gran expectativa sobre lo que vendrá. Muchos ya están hablando de una puesta en marcha de una serie de películas críticas y dominadas por un tono sombrío, en una suerte de regreso de Hollywood a aquella vertiente áspera de fines de los '60 que barrió con el patrón del megaespectáculo, que la propia industria había trazado a comienzos de esa década con mastodónticas producciones como Ben-Hur o Cleopatra, cuyo propósito fue el de rivalizar con la televisión brindándole al espectador un entretenimiento de dimensiones descomunales que la pantalla chica no podía alcanzar.

En aquel entonces, la competencia entre los dos gigantes del entretenimiento terminó con la TV como gran vencedora en términos de popularidad, aunque Hollywood resistió apostando a reducir la cantidad de films anuales y aumentando la espectacularidad de cada propuesta. Ese esquema es el que se ha mantenido hasta estos tiempos. Cada vez menos películas y una supervivencia que depende exclusivamente de un puñado de tanques, generalmente vinculados con sagas, franquicias de superhéroes y algunos éxitos de animación. 

¿Qué fue entonces lo que hizo implosionar los paradigmas de Hollywood a fines de los '60? ¿Ese fenómeno de cambio podría repetirse en esta era?

Son varios los factores a tener en cuenta para justificar retrospectivamente aquella oleada de films tan fascinantes como desencantados, que cosecharon varios premios y a la vez convocaron a millones de espectadores en el mundo. Una ganadora del Oscar a Mejor película tan descarnada como "Perdidos en la noche", hoy resultaría impensable. Lo mismo va para una comedia de trasfondo amargo como "El graduado", que está entre las 50 producciones más taquilleras de la historia. Propuestas con finales desgarradores como los de "Bonnie & Clyde" y "Busco mi destino", actualmente también serían inviables. Mientras que exponentes de la más pura ultraviolencia como "La naranja mecánica" (coproducción entre Estados Unidos y Reino Unido), "Perros de paja" o "Taxi driver"; quedan a una galaxia de lo que Hollywood puede llegar a ofrecer en el presente. Ni hablar para un clásico del cine de terror como "El exorcista", que mostraba a una adolescente masturbándose con un crucifico y obligando a su madre a que le practique sexo oral.

En términos coyunturales, a principios de los '70 gran parte de la población de Estados Unidos estaba sumida en una profunda crisis moral, cristalizada por la aplastante derrota en Vietnam y la consecuente caída del "sueño americano". A su vez, la nueva generación veía como la utopia hippie se desmoronaba a pedazos, y con ella todo anhelo de reconstrucción de un contexto que se mostraba cada vez más hostil frente a la idea de generar una nueva humanidad concebida desde las coordenadas del pacifismo. Si los '60 habían comenzado con aires de fervor y esperanza, el fin de la década derivó en un cachetazo de incertidumbre y amargura.

Podríamos trazar ciertas analogías entre aquella depresión moral y la que actualmente azota al gran país del norte, bajo el poderío de un personaje tan grotesco y autoritario como Donald Trump. También hay un paralelismo en la encendida autocrítica de distintos sectores de la sociedad, que se manifestaron fuertemente hace 50 años y vuelven a levantar sus voces en el presente. La acción de diversas agrupaciones civiles, los contundentes cuestionamientos de intelectuales, y los dardos anti Trump de reconocidas figuras del mundo del espectáculo; pueden ser puestos en espejo con el reclamo de aquellos resistentes a la debacle de los '70.

De todas formas, vale subrayar que el motivo por el cual Hollywood abrazó la causa de la renovación con un arsenal de producciones provocadoras, fue porque aquel boom de cine crítico resultó altamente rentable. La industria se adaptó a la demanda del momento, y rápida de reflejos detectó que mientras la televisión captaba al público más conservador y familiar, había un segmento generacional ávido de propuestas más arriesgadas. Por eso, gran parte de las películas que hicieron en ese entonces estuvieron directamente destinadas a jóvenes de entre 18 y 25 años. La mayoría de estos films hoy serían prácticamente impensables, pero hace casi cinco décadas encajaban perfectamente con su contexto.

Actualmente, un film violento y crítico como Guasón es una anomalía. En cambio a fines de los '60 y comienzos de los '70, los films sombríos no eran la excepción sino la regla.

Más allá del agitado entramado sociocultural, el paradigma conceptual de Hollywood mutó rotundamente por cuestiones estrictamente cinematográficas. La abolición del Código Hays (un pesado reglamento de auto censura que la propia industria había consensuado a comienzos de los '30), abrió la chance de relatos con planteos más desinhibidos, especialmente en el campo del sexo y la violencia. Ese arcaico manual que las compañías habían seguido a rajatabla durante décadas tuvo como principal propósito el de generar un cine inocuo que se impusiera en el mercado mundial. En su momento, el objetivo fue cumplido y la gran usina del espectáculo generó cientos de films que fueron exportados y aceptados en todo el planeta. Más tarde, la creciente llegada de títulos europeos desprovistos de toda pacatería, puso en evidencia el notable retraso ideológico de Hollywood. Había un abismo conceptual entre éxitos de taquilla norteamericanos como Mary Poppins y contenidos que proponían directores de diferentes latitudes como Ingmar Bergman, Jean-Luc Godard o Federico Fellini.

Por otro lado, el florecimiento del cine porno como gran negocio en ciudades como San Francisco, Los Ángeles y Nueva York. también tuvo influencia en el viraje del cine mainstream de los Estados Unidos. El furor sin precedentes de un hito como "Garganta profunda" confirmó la masividad de la producción XXX y se convirtió en una de las películas con mayor recaudación de toda la historia. Hollywood llegó a incursionar en el territorio del más desatado sexo explícito con "Calígula", generando una polémica tan encendida que derivó en la prohibición del film en varias salas comerciales para terminar en las subterráneas pantallas de los cines condicionados. Esta apuesta de la compañía Universal tuvo un presupuesto millonario e ilustres protagonistas como Peter O'Toole, Malcolm McDowell, Helen Mirren y John Gielgud, pero su debacle en la taquilla terminó demostrando la imposibilidad de que el cine comercial se lanzara de lleno a la estética hardcore. El softcore, que eliminaba cualquier plano explícito, se mostró entonces como la alternativa más viable y tuvo en aquel entonces fenómenos comerciales como la francesa "Emmanuelle".

Por otro lado, algunas experimentaciones visuales y narrativas propulsadas por corrientes independientes como la del New American Cinema Group, que tuvo a John Cassavetes entre sus figuras más aclamadas, o desde las Underground movies, con Andy Warhol y John Waters como máximos referentes; se filtraron a la gran pantalla de Hollywood. De repente, varias películas taquilleras contenían alguna escena de impronta psicodélica. Después de décadas de un cine tan estructurado como insípido, la industria del espectáculo podía ofrecer creaciones más arriesgadas, que descartaban todas aquellas fórmulas que habían sido explotadas hasta el hartazgo.

Volviendo a la premisa inicial de esta nota, podríamos decir entonces que en términos de tensión política y social, no solo en Estados Unidos, sino en gran parte del mundo, la vuelta de un cine áspero y cuestionador sería factible en el seno de Hollywood. Sin embargo, existe un detalle para nada menor. Hoy las películas que triunfan en la taquilla responden a los cánones del "cine acontecimiento". En esta última década, la maquinaria ha impulsado más que nunca la concentración del éxito masivo en unos pocos exponentes. Esos son los films de los que todo el mundo habla. Los que la propia industria se ha encargado de erigir como grandes eventos, cada vez más extensos en metraje y costosos en presupuesto.

La platea más inquieta y ávida de otras propuestas sin dudas es la que descarga materiales de la web, o recorre de punta a punta los catálogos de las compañías de streaming. En estos días, hasta los mismísimos cinéfilos le dan vuelta la cara a la gran pantalla y consumen cada vez menos cine en salas, optando por la reclusión hogareña.

Teniendo en cuenta entonces el concepto de ese "cine acontecimiento" que se impone como monotema mundial, resulta difícil pensar en el regreso de una gran camada de películas críticas. Sin lugar a dudas, Guasón es un film formidable, pero de alguna manera está concebido bajo las coordenadas de ese evento del que todos queremos participar. Hollywood ha cercado sus límites sobre el territorio de aquello a lo que apuesta a lo grande. Y como consecuencia de esa política industrial, el público masivo está cada vez más adoctrinado y menos explorador.

Que un relato sobre uno de los villanos más legendarios de la historia del comic haya picado alto en las boleterías, no implica necesariamente que su herencia se replique en otros géneros. Aquellas comedias inconformistas, esos complejos dramas intimistas, o ese huracán de films de acción políticamente incorrectos; que fueron moneda corriente en Hollywood entre fines de los '60 y mediados de los '70, difícilmente vuelvan a irrumpir en este presente domesticado.

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