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La Renga pasó por Mendoza: Talleres todavía debe estar temblando

La banda de Mataderos tocó ante más de doce mil personas. Fue un recital de más de dos horas, en el que presentaron su último trabajo, Algún Rayo, y repasaron clásicos inolvidables. Un show tremendo.
Chizzo Nápoli, voz y guitarra de La Renga, hizo saltar a doce mil personas. Foto: Pachy Reynoso/MDZ
Chizzo Nápoli, voz y guitarra de La Renga, hizo saltar a doce mil personas. Foto: Pachy Reynoso/MDZ
En Twitter: @gonza_ruiz

Que la música genera una magia que no se compara con nada no es novedad. Lo sabemos. Cuando uno se deja envolver por un rocanrol llega a perder el sentido de la realidad. Experimenta sensaciones únicas. Vive.

Anoche, por ejemplo, cada una de las doce mil personas que estuvimos en Andes Talleres para ver a La Renga nos fuimos con una certeza: en Godoy Cruz tembló. Lo juramos. Se movió el piso. Mal. Podemos dar fe, aunque no haya registros. Aunque no nos crean.

La Renga, esa banda que convoca más gente que ninguna otra en el país, a excepción del Salinger del rock argentino, Carlos Solari, dejó en claro que su rock está vigente y sigue teniendo ese poder para hacerte sentir que la tierra puede bailar en una pata.

Chizzo y Tete, en plena acción.

A las 21.50, Chizzo, con unos kilos de más y muchos pelos de menos, pero con la misma fuerza de siempre, subió al escenario junto a Tete, encantadoramente loco, y a Tanque, ese tipo que cada vez que le da al bombo hace que te retumbe hasta el alma.

El trío de Mataderos, como ha hecho durante toda la gira de Algún Rayo, abrió el show con Canibalismo galáctico. Después de algunos temas del último disco, incluido Poder con el ex Vox Dei Nacho Smilari, y otros de Truenotierra, llegó el momento de las canciones viejas.

Y tal como sucede cuando el Indio o Skay cantan temas de los Redondos en lugar de sus trabajos solistas, el público se extasió con los clásicos. Sonaron Al que he sangrado, El twist del pibe, El camino del deshielo y El rito de los corazones sangrando. Talleres rockeaba y vibraba.

Talleres estuvo lleno de rengueros.

También hubo tiempo para la tranquilidad, con un novedoso set acústico que incluyó Llenado de llorar, una hermosa versión de En el baldío y ese himno que es La nave del olvido.

La banda porteña también se hizo lugar para repasar temas de Detonador de sueños (Hielasangre y El ojo del huracán) y de La esquina del infinito (El rey de la triste felicidad y Arte infernal).

Así, por más de dos horas, miles de mendocinos y muchos rengueros que llegaron de otras provincias alimentaron la furia de la bestia rock.

Estaban los rengueros de la primera hora, esos que vieron a la banda de Matadores en Pacífico en el 96 o en Luz y Fuerza en el 97; estaban los pibes que conocieron a Chizzo y compañía en este siglo; había también padres y madres con sus hijos disfrutando de la fiesta del rock, lejos de bengalas y violencia, todos hermandados en una comunión. Como debe ser.

Hacía cinco años que La Renga no venía al Gran Mendoza y cuatro que no tocaba en la provincia desde el recital en San Rafael en el 2008. Se notó. Se extrañaban.

Antes del final, Chizzo, con su garganta más áspera que nunca y una remera negra que decía "No a la megaminería contaminante", agradeció a la gente, nos pidió que marcháramos tranquilos y nos despidió como siempre, como nos gusta, hablando de la libertad.

A esa altura, no se podía pedir más. Nos habían temblado hasta los sentidos.