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Qué pasa en el cerebro cuando nos quejamos: la ciencia explica el impacto real

La ciencia reveló cómo la queja constante altera el cerebro, afecta la memoria y perjudica la salud mental.

Quejarse todo el tiempo puede ser perjudicial para la salud.

Quejarse todo el tiempo puede ser perjudicial para la salud.

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Quejarse es un comportamiento tan habitual que muchas personas lo consideran parte del día a día. Sin embargo, diversos estudios muestran que este gesto, aparentemente inofensivo, tiene efectos profundos en el cerebro y en el bienestar emocional. Lejos de ser una simple descarga, la queja repetida puede deteriorar funciones cognitivas esenciales y reforzar patrones mentales negativos.

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La queja constante activa el estrés

Investigadores de la Universidad de Stanford demostraron que exponerse a quejas durante solo 30 minutos diarios puede dañar físicamente el hipocampo, una región clave del cerebro vinculada a la memoria, el aprendizaje y la resolución de problemas. Este hallazgo encendió alarmas en la comunidad científica, ya que muestra que incluso escuchar quejas ajenas puede generar efectos similares.

Cuando una persona se queja, el cuerpo interpreta esa situación como una amenaza. Se activa el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal, aumentando la liberación de cortisol, la hormona del estrés. Según la neuróloga Lucía Zavala, este estado constante de alerta obliga al cerebro a “reorganizar” sus conexiones neuronales mediante neuroplasticidad, un proceso que, sostenido en el tiempo, puede resultar perjudicial.

Cómo se daña el cerebro: patrones negativos y bloqueo cognitivo

El neurólogo Alejandro Andersson explica que quejarse todo el tiempo afecta al cerebro por tres razones principales.

  • En primer lugar, altera la química cerebral: los niveles altos de cortisol dificultan el pensamiento claro y afectan el estado de ánimo.
  • En segundo lugar, refuerza circuitos negativos. Cada vez que una persona se queja, su cerebro “aprende” a repetir ese patrón, facilitando que la negatividad se active con mayor facilidad.
  • Y, en tercer lugar, interfiere con la capacidad de resolver problemas. El estado de enojo o frustración reduce la concentración, la atención y las habilidades ejecutivas, lo que lleva a decisiones impulsivas y menor eficiencia cognitiva.

Según Andersson, la queja crónica no solo es dañina para quien la expresa, sino también para quienes la escuchan. La exposición constante puede funcionar como una forma de “contagio emocional negativo”, alterando el bienestar general del entorno.

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El círculo vicioso de la negatividad

El doctor Travis Bradberry, autor de How Complaining Rewires Your Brain for Negativity, advierte que la queja tiene un efecto de reconfiguración cerebral. Cuanto más se practica, más fácil se vuelve caer en pensamientos pesimistas, lo que debilita la resiliencia emocional y deteriora la percepción de las experiencias diarias.

Estrategias para frenar la queja y proteger la salud mental

La buena noticia es que este ciclo puede revertirse. Un estudio de la Universidad de California mostró que practicar la gratitud disminuye los niveles de cortisol y mejora el estado de ánimo.

El escritor Trevor Blake propone tres herramientas prácticas:

  • Tomar distancia de entornos donde abunden las quejas.
  • Invitar a buscar soluciones, para transformar la conversación.
  • Usar escudos mentales, como visualizar un lugar calmo para reducir el impacto emocional.

Comprender cómo la queja afecta al cerebro es clave para mejorar la salud mental. Cambiar este hábito no solo transforma la forma en que pensamos, sino también la manera en que vivimos.