Pijama y pantuflas: los hábitos reales de trabajo remoto que mostró un estudio
Una encuesta internacional reveló que Argentina lidera en Latinoamérica en hábitos como el de conectarse “a medio vestir” o ruidos domésticos.

El teletrabajo sumó ventajas, pero también pequeños tropiezos. Uno de estos hábitos es el de dejar el micrófono prendido.
Los encuentros laborales por video dejaron de ser una rareza y se volvieron rutina. En ese marco aparecieron hábitos muy caseros que atraviesan países y oficinas. Un dato lo resume: cuatro de cada diez trabajadores argentinos admiten conectarse con ropa de dormir o “arreglados” solo de la cintura hacia arriba.
No es una anécdota menor. Es la forma en que el trabajo remoto moldeó códigos nuevos y una etiqueta más relajada dentro de la pantalla. El fenómeno cobró fuerza durante la pandemia y se estabilizó en la etapa pospandemia, con equipos híbridos que mezclan casa y oficina.
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Pijama en pantalla: el ranking que sorprende
La fotografía global surge de una encuesta de Preply, con 29.538 personas consultadas en 21 países. Argentina encabeza la estadística regional con 42% de usuarios que reconocen esa práctica. Le siguen Brasil con 41%, México con 40% y Colombia con 37%. En el mapa internacional, Hong Kong marca el pico con 63%. Estados Unidos llega a 50% y el Reino Unido se ubica en 42%.
En el extremo más contenido, Tailandia registra 24%, señal de una cultura más rígida aún cuando la oficina se traslada al hogar. La vestimenta “mixta” dejó de ser chiste y se convirtió en solución práctica para ganar comodidad sin romper del todo la formalidad.
Errores que se repiten y cómo evitarlos
El teletrabajo sumó ventajas, pero también pequeños tropiezos. En América Latina, el descuido más usual es el ruido de fondo por no silenciar el micrófono. Argentina vuelve a figurar arriba con 33%. A nivel global, 42% de los consultados afirmó haber sido interrumpido por hijos o mascotas durante la conversación, y solo 3% lo consideró una molestia real.
Hay un cambio de época: lo doméstico entró en la escena profesional y dejó de escandalizar. Para mejorar la experiencia conviene aplicar reglas básicas: botón de mute activo cuando no se habla, auriculares si hay eco, avisar en casa el horario de la reunión y elegir un lugar con menos tránsito. También ayuda preparar un fondo neutro y tener a mano un plan B de conexión por si se corta el servicio. Además.
Cámaras: ¿prendidas o apagadas?
La relación con la imagen también varía. España muestra comodidad frente al lente: 49% dijo haberse conectado en pijama y solo 13% apagó la cámara por su apariencia. En el otro extremo, Polonia alcanza 30% y Turquía 29% de usuarios que prefieren ocultarse cuando no se sienten presentables. En América Latina, el 14% dijo haber apagado por ese motivo, por debajo del promedio global de 18%.
Las razones más corrientes para desactivar el video son prácticas: atender a alguien, abrir la puerta o ayudar a un familiar (25%), y tomarse un minuto para ir al baño (24%). Un dato final completa el cuadro: apenas 10% a nivel mundial dice no apagar nunca la cámara; en la región, esa firmeza baja a 8%. En equipos distribuidos, una regla mínima funciona bien: cámara encendida para decisiones clave y libertad en reuniones informativas.
La diversidad cultural también pesa en la lectura de cada gesto. El fenómeno tiene además una cara menos amable: la llamada fatiga de Zoom. No es un diagnóstico clínico, sino la sensación de desgaste que aparece tras encadenar videollamadas sin pausas. La salida es de gestión y sentido común. Reuniones más cortas y con agenda.