No poder eructar: el trastorno invisible que afecta la vida cotidiana
La disfunción cricofaríngea retrógrada impide eructar y genera molestias físicas y sociales aún poco reconocidas en la medicina.

El síndrome del “no puedo eructar” revela que incluso las funciones corporales más pequeñas cumplen un papel esencial.
CanvaEl eructo es un acto fisiológico tan cotidiano que apenas recibe atención. Sin embargo, su ausencia puede convertirse en una fuente persistente de malestar. La disfunción cricofaríngea retrógrada (R-CPD, por sus siglas en inglés), también conocida como “síndrome de no poder eructar”, es un trastorno poco difundido que impide liberar el aire acumulado en el esófago, con un impacto notable en la calidad de vida de quienes lo padecen.
Especialistas en otorrinolaringología advierten que se trata de una afección subdiagnosticada. El problema radica en el músculo cricofaríngeo, que forma parte del esfínter esofágico superior. En condiciones normales, este músculo se relaja de forma automática para permitir que los gases asciendan y sean expulsados. En los pacientes con R-CPD, esa relajación no ocurre, y el aire queda atrapado en el tracto digestivo.
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Síntomas persistentes
Las personas afectadas describen una sensación constante de presión en el pecho y el abdomen, acompañada de ruidos de gorgoteo en la garganta o el esófago. A menudo presentan hinchazón abdominal progresiva a lo largo del día, exceso de flatulencias y malestar al consumir bebidas carbonatadas. En algunos casos, el cuadro incluye dolor torácico o síntomas similares al reflujo gastroesofágico, lo que conduce a diagnósticos erróneos.
Aunque no es una condición que ponga en riesgo inmediato la vida, el malestar físico se combina con consecuencias emocionales. La imposibilidad de eructar puede generar vergüenza, ansiedad y la tendencia a evitar situaciones sociales relacionadas con la comida o la bebida, afectando de manera directa la vida cotidiana.
Diagnóstico y confusión frecuente
La R-CPD suele pasar inadvertida para la mayoría de los profesionales de la salud. No existe una prueba única que la confirme, por lo que el diagnóstico requiere descartar otras patologías digestivas y, en algunos casos, recurrir a estudios de manometría esofágica o videofluoroscopía. En la práctica, muchos pacientes pasan años consultando sin obtener una explicación clara a sus síntomas.
Esta falta de reconocimiento médico prolonga el sufrimiento y retrasa la posibilidad de acceder a tratamientos efectivos.
Opciones terapéuticas
El abordaje más efectivo en la actualidad es la aplicación de toxina botulínica en el músculo cricofaríngeo. Este procedimiento mínimamente invasivo logra debilitar temporalmente el esfínter, permitiendo que el paciente recupere la capacidad de eructar. Según los reportes clínicos, la tasa de éxito supera el 85 %, con mejoras inmediatas en la mayoría de los casos.
En situaciones en que el efecto de la toxina no resulta suficiente, se contempla la opción de una cirugía denominada miotomía cricofaríngea, que busca aliviar de manera permanente el problema.
Un trastorno que busca visibilidad
El desconocimiento general sobre la disfunción cricofaríngea retrógrada constituye uno de los principales obstáculos para quienes la padecen. Médicos especialistas insisten en la necesidad de generar mayor difusión sobre esta condición, de manera que más pacientes puedan recibir un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado.
El síndrome del “no puedo eructar” revela que incluso las funciones corporales más pequeñas cumplen un papel esencial en el bienestar humano. Recuperarlas significa no solo aliviar un malestar físico, sino también devolver a las personas la posibilidad de llevar una vida plena y sin limitaciones.