El tranquilo pueblo de Buenos Aires donde la inseguridad es solo un mito
La pandemia dejó una huella que ha posicionado a los destinos tranquilos y apartados como favoritos entre los viajeros. En particular, los pueblos pequeños, con sus pocos habitantes, tradiciones arraigadas y amplios espacios naturales, son ideales para desconectar, disfrutar de siestas silenciosas y reconectar con la naturaleza. Estos rincones se han convertido en el refugio perfecto para quienes buscan una escapada o vacaciones lejos del ajetreo urbano.
Te Podría Interesar
A solo 25 kilómetros de Tandil, en la provincia de Buenos Aires, se encuentra Gardey, un pueblo histórico y apacible que atrae a muchos argentinos, tanto para una visita como para una nueva vida. La localidad se desarrolló en torno al ferrocarril y a un almacén de campo que aún conserva su esencia original. Su estación de tren, inaugurada en 1885 como Pilar, rinde homenaje a Pilar López Osornio. Frente a ella, Juan Gardey abrió el almacén de ramos generales en 1890, un espacio que dio identidad al pueblo, llevándolo a tomar su nombre.
Gardey ofrece un abanico de actividades vinculadas al turismo comunitario. Los visitantes pueden explorar la Capilla San Antonio Padua, relajarse en el Arroyo Chapaleofú —ideal para pesca, kayak o canotaje—, o recorrer sus calles en bicicleta, rodeadas por una frondosa arboleda. Además, el almacén Vulcano es una parada obligada: aquí se pueden saborear deliciosas picadas y los fiambres típicos de la región de Tandil.
Uno de los encantos más notables de Gardey es su tranquilidad. Las puertas de los hogares suelen estar abiertas, la gente comparte charlas en las veredas y es común ver bicicletas descansando en las calles por las noches. Esa calma es parte del alma de este pueblo.
¿Cómo llegar a Gardey?
Gardey es el tercer poblado más relevante después de Tandil y María Ignacia. Llegar es sencillo: está a solo 30 minutos en coche desde Tandil, rodeado de un paisaje serrano y rural que acompaña a los viajeros en cada kilómetro de la ruta.


