Ricky Pashkus habló de la situación de los teatros: "Todo indicaba que íbamos a estar peor"
Mientras dirige tres obras en simultáneo, Ricky Pashkus dialogó con MDZ sobre cómo es hacer teatro hoy, cuáles son los desafíos de la industria y cómo ve el futuro.

Además de dirigir obras de teatros, Ricky Pashkus es director del Instituto Argentino de Musicales
MDZ"Soy un gestor", se autodefinió Ricky Pashkus al terminar esta entrevista con MDZ. El prestigioso director de teatro se hizo un espacio mientras tiene en cartelera a "Pretty Woman", " La Ballena" y "Mamma Mía" al mismo tiempo, y dialogó sobre la situación de la industria.
A su vez, este maestro de artistas habló de los desafíos que deben enfrentar sus colegas y los jóvenes actores; y confesó cuáles son sus deseos a futuro.
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-Venís de estrenar Pretty Woman en el Teatro Astral. ¿Cómo fue la primera noche?
-Fue maravillosamente bien porque veníamos mal. A mí siempre me dicen que me caracterizo por decir las cosas como son- aunque no todas, algunos secretos siempre guardo-. Es un espectáculo muy complejo. Tuvimos que postergar el estreno una semana porque había algunas cosas que no llegaban del exterior. Es un trabajo con alto nivel de producción, pero además tuvimos inconvenientes inesperados.
El día del estreno real, no el de prensa, hubo un motor que se rompió, es decir, cosas que tuve que bajar el telón. Cosas que pueden pasar en cualquier espectáculo. Pero el estreno fue como un oasis de placer y de alegría. Todo funcionó bien, la gente entendió todo. Vinieron todas las figuras, vinieron famosos. Florencia Peña, Juan Ingaramo y tanta gente que hace el equipo estuvieron maravillosamente bien: los actores, los técnicos…
Básicamente lo que se dio es que se contó el cuentito. La gente no puede creer el nivel de producción. El Teatro Astral es bellísimo, el trabajo está bárbaro. Tuvimos una crítica que literalmente dice así- y está en el diario de mayor circulación de la Argentina- que dice: “Florencia Peña no es Julia Roberts, es mejor”, cosa que me alegra tanto porque es un regalo ese título.
Es un regalo merecido por Florencia. Así que estoy muy tranquilo, muy contento porque llegamos bien con un espectáculo complejo en torno a lo técnico.
-Y también hay que destacar que tenés el debut actoral de Juan Ingaramo, que es músico, cantante, que sabe del escenario, pero no desde la actuación. ¿Qué viste vos en él?
-Lo primero, que es muy fachero. El personaje es Richard Gere, lo que uno recuerda. Es un tipo de mucha plata que debe manifestar una actitud de clase social. Es lo contrario a la prostituta que hace Flor Peña; y que debe tener condiciones de muy buen cantante, de edad y de facha que justifique este rol que lo caracteriza: es un tipo distante, frío, lo que se llama en Buenos Aires un concheto.
Juan es una persona que reúne todas las condiciones, y yo lo que le dije es que va a ocupar un lugar muy importante porque, por la edad que tiene, no tenemos tanta gente con nombre. Sí hay mucha gente con mucho talento, pero este tipo de proyectos requiere asistirse para la convocatoria de cierto nivel de personas conocidas, porque todos dependemos de la convocatoria de público.
Entonces lo que vi es que es buen cantante, es muy buen actor, es muy carismático, es sexy y eso es el rol. Muchos actores a los que había llamado me preguntaban cómo hay que cantar. Yo les decía: “Muy bien porque hay mucho canto”, y me respondían literalmente: “Yo no puedo cantar muy bien, yo puedo tararear”. Creo que Juan está haciendo un trabajo espléndido.
De "La Ballena" a "Mamma Mía"
-En paralelo tenés en el Paseo La Plaza “La Ballena”, que también es una gran producción, un gran trabajo. Y tenés también "Mamma Mía" en el auditorio de Belgrano. ¿Cómo les está yendo?
-Nos está yendo en todos los aspectos muy bien. Yo dije el primer día en que recibí al público: “Menos mal que podemos hacer esta celebración conjunta, que es el fenómeno teatral, estar en vivo”. La última vez que había estado en el Teatro Astral fue en la pandemia y, cuando entré, tuve un recuerdo, yo diría doloroso, porque las últimas funciones que hicimos con Martín Bossi en Kinky Boots eran nueve acá, cinco allá… ¿Sabés lo que es para un Martín Bossi hacer reír a 50 personas dispersas en una sala?
Cuando bajamos, me dijo: “Ricky, yo no puedo”. Y ahí definitivamente bajamos. Entonces tuve un recuerdo que no me lo voy a poder olvidar jamás.
Y cuando entré (ahora) le dije al público: “Menos mal que podemos tener este encuentro, que es- como todo acto teatral- un avance hacia el futuro y a la vez un acto de resistencia”.
-El teatro es un acto de comunión y de resistencia.
-A La Ballena le está yendo muy bien en La Plaza. Es, por supuesto, lo distinto respecto a lo que es el teatro que estoy haciendo con Flor Peña.
Tengo lo que es, a mi juicio, al mejor actor argentino (Julio Chaves), el más dedicado, un genio haciendo una obra hermosa, que no es solamente la historia de un obeso mórbido. Es la historia de un hombre que un día reconoce que es gay, y cuya pareja se muere porque es muy religiosa, y se siente acosado y asediado por la religiosidad. En ese ámbito de religión, de una hija, de una exmujer que a él no lo termina de perdonar, sucede una obra que no es para nada triste, pero sí es muy emocionante, profundamente emocionante.
Y, por último, Mamma Mía, en el Auditorio de Belgrano, que está yendo muy bien con Marisol Otero, y que es una fiesta porque todo el mundo al final de la función se levanta y baila. Así que me siento muy privilegiado.
La situación de los teatros
-Tenés 40 años de trayectoria dirigiendo obras…
-Tengo más, tengo muchos años. Tengo exactamente 70 años. No es que yo parezca menos… Tengo mambos con la edad.
-Y viste al teatro sobrevivir a un montón de situaciones a lo largo de la historia argentina. Puntualmente hoy, ¿cómo es producir obras de teatro que encima son grandes producciones? ¿Y cómo está hoy el teatro en cuanto a taquilla?
-En cuanto a taquilla, está más o menos igual. Afortunadamente no está peor de lo que podría haberse supuesto, porque todo indicaba que íbamos a estar peor. Yo creo que, con la situación económica que la gente padece, no le quita el cuerpo a ciertas cosas que suceden y que le son esenciales.
Me pregunto, ¿los chicos van menos a bailar? No lo sé, pero yo supongo que hay algo que el cuerpo necesita. Y, si no, harán la discoteca en la casa.
Hay cosas que suceden que hacen a la naturaleza mínima. Mínimas mínimas son comer, dormir, tener una casa. Pero en el acto recreativo u ocioso no es tan fácil que nos maten, en general. Hubo varios momentos en la historia que fueron dolorosos, y yo me acuerdo de épocas en que había poca plata, que los chicos salían a bailar a la calle y se hacían fiestas.
No es un momento que va tan mal. Va bastante bien. Por supuesto, como siempre, para cinco o seis obras; el resto la tiene que remar, el off la tiene que remar.
¿Pero cómo se hace para producir? En general, hay novedades de formas de producción: se hacen grupos de producción, invierten entre varias personas, se hacen temporadas donde la plata que se invierte es más alta; pero como la entrada debe ser más alta- porque si no, no se puede recuperar-, se hace un proyecto prorrateado para recuperar en menos tiempo. Son proyectos que están puestos para reventar o morir, no están puestos para estar un año en cartelera porque son imposibles de sostener, porque estamos hablando de un precio de inversión en dólares que puede rondar, depende de la obra, en más de 1 millón de dólares.
Entonces imaginate lo que cuesta la entrada que está hoy entre $25.000 y $40.000, depende del espectáculo, depende del circuito.
Los desafíos del teatro
-Ahora, el teatro si lo comparamos, por ejemplo, con las telenovelas, las series o el cine, es bastante analógico. Los actores de televisión hoy tienen que volcarse o al cine o al streaming, porque ya la telenovela no está más. El teatro es como que sigue sobreviviendo a todos esos cambios tecnológicos, pero ¿tiene desafíos hoy?
-Sí, claro que tiene desafíos. Y el teatro, según lo que decís, es analógico, pero usa recursos no analógicos, que a veces a mi gusto son en exceso.
Nunca sabremos, por cómo va el mundo, si a lo mejor los robots no harán teatro, y en ese momento el desafío será matar a todos los robots. Esto parece un chiste, pero me contaron del autor Agustín Vidal que está escribiendo una obra de una mujer que no sabe que se enamoró de un robot, porque el robot no sabe que es un robot, hasta que se entera porque está descompuesto.
No me parece imposible. Yo no lo voy a ver. Pero imaginate que tu nieta se case con un robot. ¿Suena raro, no?
El desafío más grande que tiene la teatralidad es el humanismo. El humanismo no es digitalizable. El humanismo no permite ser digital. Lo que yo pueda transmitir a través de esta cámara, tratando de decir algo que me importa- por más que hay una cámara que es digital, por más que todo es digital- o lo transmito o no traspaso.
El teatro es un acto humano que tiene que exudar humanismo, y humanismo más allá de la obra que puede ser dramática, cómica, hablar de una situación compleja, de un ser malo, bueno, pero es un acto humano que genera empatía, que la debe generar, que debe generar una mejoría en la naturaleza nuestra, ser más empáticos, más solidarios, mejores personas.
Cuando el teatro, por más que sea solo de entretenimiento, no genera eso, entonces el desafío para mí es no perder humanidad; cosa que, por las circunstancias, se pone compleja.
Acabo de leer hoy que hay un humorista, que se llama Leo Lins, que es brasilero, le han dado una pena de ocho años de prisión por hacer chistes homofóbicos- yo soy homosexual-, judíos- yo soy judío-, gordofóbicos, de bullying. Yo veo que los chicos hoy en día tienen humoristas que hacen chistes de humor negro. Me parece que eso es un ataque de una cierta visión de derecha o de izquierda. ¿Cómo puede ser que hayamos llegado a esto? Porque lo hizo en chiste, lo hizo en un contexto. A lo mejor no es gracioso, a lo mejor es un pésimo humorista y a lo mejor es un desgraciado.
Pero yo nunca había escuchado que un humorista podía ser tan inhumano que se lo lleven preso, o que sus chistes no se entiendan en ningún sentido que son chistes, cosa que se puede hacer sobre todo. ¿Que a mí me gusten? No, no me gustan.
Entonces, el gran desafío del teatro es no dejar de ser humano, porque si empezamos a tener miedo a lo que estamos diciendo, también empezamos a perder la cara humana.
El gran desafío es no dejar de expresarnos en cualquier estilo. Desde el revisteril hasta el dramático, con la humanidad presente, cosa que a veces no sucede.
Ricky Pashkus, maestro de artistas
-Y en el medio también seguís formando artistas con el Instituto Argentino de Musicales. ¿Ves una diferencia entre los artistas de hoy y los de antes?
-Sí, yo veo una gran diferencia, pero no en el talento. Están en un contexto político, social, económico y de políticas en general donde están mucho más informados de políticas de derechos humanos que lo que estaba yo, pero también más conscientes de los nombres de las enfermedades que se puedan tener. También aparecen palabras que enfermedades como depresión, bipolaridad, que en esa época no existía.
También tienen mucho más pudor, como se ha detectado últimamente, y hacen mucho menos el amor. Las generaciones nuevas tienen menos relaciones sexuales, y hay todo un trabajo (realizado) en el mundo.
Entonces evidentemente hay una conciencia de lo humano que todavía tenemos que atravesar. Lo que hace falta es educación. Hoy un chico que es homosexual tiene otros dos obstáculos, que es que el bullying sigue existiendo tan fuerte como antes; y que no tendría que hacerse malasangre porque el obstáculo no existe: tenés todo el derecho a decirlo públicamente, aunque en Facebook te quieran perseguir o te agarren a las piñas.
Esto ha generado un pudor muy grande en la juventud, en general, una introspección de “mejor no probar demasiado, porque por un lado yo entiendo que puedo probar, haga de todo, pruebe de todo, y por otra parte me pueden gritar cosas feas en la calle”. Hay mucho pudor.
El futuro según Ricky Pashkus
-Por último, con toda esta trayectoria que tenés, ¿hay algo que tengas pendiente, alguna obra por hacer, algo que producir?
-Sí, tengo muchas cosas pendientes. Los próximos proyectos que voy a hacer están pendientes. Por un lado, Bebé Reno, que justamente habla de un hombre que es asediado.
En mi libro que se llama “Conservarte bueno”, de Editorial Planeta, cuento una historia con una psicoanalista que fue abuso. Yo no lo viví como abuso. No tengo queja en ese momento porque yo creí que era normal. Cuando después de cuatro años que sucedió que esta mujer estuvo conmigo y yo era ya homosexual, me llevaron a un terapeuta para supervisar este episodio y me dijo algo que nunca me voy a olvidar: “Pero, boludo, cualquier chico estaría orgulloso de estar haciendo esto con ella”. La duplicación del problema.
También tengo pendiente Chicago. Y a futuro quiero hacer Moulin Rouge y quiero hacer alguna ópera.
Un deseo que les digo a mis alumnos es esta frase: “Conservate bueno- que es el título de mi libro- potente y expansivo. Enriquécete, aumenta, no tengas miedo a competir, porque todo lo que no crece, decrece. Hacer la plancha no existe”.
Esa frase la saqué de algún lado, pero la fui formando a mi manera. Yo quisiera en algún momento que las cosas cambien en lo político y educacional, pero no para hacer política ni para ser secretario de Cultura. Tengo una ilusión imposible que es ver un mundo donde la pelea sea menos dolorosa. Es mi ilusión y hago todo lo posible. Soy un gestor. Yo me siento, sobre todas las cosas, un gestor.