Retenciones cero y swap con Estados Unidos: ¿cómo transformar medidas en competitividad?
Claves para convertir alivios temporales en ventajas duraderas: bajar costos, atraer inversión, diversificar exportaciones y dar previsibilidad macro.

Las medidas recientes muestran una diferencia clave entre lo coyuntural y lo estructural.
Archivo MDZLa decisión de llevar a 0% las retenciones a granos y carneS hasta fines de octubre respondía a una lógica de urgencia: acelerar la liquidación de divisas y reforzar las reservas internacionales en un contexto de tensiones cambiarias y vencimientos de deuda.
Sin embargo, poco tiempo duro el beneficio para la gente del agro ya que a las 72 horas de anunciada la medida, 48 horas de puesta en práctica se cumplió con el cupo de los US$7.000 millones, Lo cual hoy, está generando fuerte descontento en el sector.
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Según estimaciones realizadas Ministerio de Economía y la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) por períodos de cosecha normal, los derechos de exportación aportaban al Tesoro más de US$8.000 millones anuales. Solo el maíz, el trigo y la cebada podían sumar entre US$1.500 y 2.000 millones.
Este año, según proyecciones privadas la reducción temporal significa resignar recursos fiscales, pero a cambio se espera un flujo de entre US$5.000 y 7.000 millones en pocas semanas, que fortalecería al Banco Central.
La medida tiene impacto inmediato en el frente cambiario y responde a la necesidad de estabilizar expectativas. Sin embargo, abre la pregunta de cómo sostener la competitividad del agro y de las economías regionales más allá de incentivos puntuales.
El tablero internacional: Estados Unidos y Europa en el centro de la agenda
En paralelo, Argentina busca mostrar señales de confianza externa. La negociación de un swap con Estados Unidos, que se sumaría a la asistencia financiera ya anticipada por el Tesoro norteamericano, apunta a evitar episodios de volatilidad cambiaria y reforzar la credibilidad internacional.
Al mismo tiempo, el Mercosur firmó un acuerdo con la EFTA (Suiza, Noruega, Islandia y Liechtenstein), un bloque de 300 millones de consumidores y un PBI conjunto de más de US$4,3 billones. Se trata de un mercado atractivo por su alto ingreso per cápita y estabilidad macroeconómica.
El acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, pendiente de ratificación definitiva, representa una de las apuestas más ambiciosas de inserción internacional de la región. El bloque europeo constituye un mercado de más de 450 millones de consumidores y un PBI superior a US$18 billones, con alta demanda de productos agroindustriales, energía y servicios.
Para el Mercosur, el tratado implicaría la posibilidad de mejorar el acceso a un mercado de alto poder adquisitivo, aunque también supone el desafío de competir bajo estándares ambientales y de calidad cada vez más estrictos. La ratificación del acuerdo enviaría una señal fuerte de previsibilidad y compromiso con la apertura comercial.
También están las negociaciones comerciales con Estados Unidos. La posibilidad de avanzar hacia un esquema de apertura comercial más profunda es muy importante. Para Argentina, el mercado estadounidense ofrece oportunidades estratégicas tanto en bienes agroindustriales como en servicios basados en el conocimiento, donde el país ya es competitivo.
Un eventual entendimiento comercial con Washington reforzaría la relación bilateral en un momento en que la administración norteamericana busca consolidar cadenas de valor con aliados de confianza. Esto podría abrir la puerta a inversiones, financiamiento y un acceso preferencial que complemente la diversificación hacia Europa y Asia.
Estos pasos reflejan la importancia de diversificar alianzas estratégicas y consolidar marcos de inserción global. La agenda de acuerdos comerciales vuelve al centro de la discusión, en un contexto donde la guerra comercial y el avance del nearshoring y friendshoring reconfiguran las cadenas de valor.
dilema estructural: competitividad y confianza
Más allá de las medidas puntuales, el debate central sigue siendo cómo construir competitividad sostenible. Argentina necesita avanzar en tres ejes complementarios:
- Previsibilidad macroeconómica: un marco que reduzca la volatilidad y dé confianza a quienes producen, invierten y exportan.
- Inserción internacional activa: consolidar acuerdos comerciales que permitan diversificar mercados y atraer capital.
- Reformas de productividad: simplificación regulatoria, reducción del “costo argentino” y mayor acceso a financiamiento competitivo.
El agro y las economías regionales tienen potencial para sostener el ingreso de divisas, pero la competitividad estructural se extiende también a la industria, los servicios basados en el conocimiento y las Pymes exportadoras.
Competitividad coyuntural vs. sostenible
Las medidas recientes muestran una diferencia clave entre lo coyuntural y lo estructural. En el corto plazo, medidas como las retenciones 0 aportan liquidez, el anuncio del swap con EE.UU. refuerza reservas y los cambios en materia de restricciones para personas humanas realizados por el BCRA contienen la demanda de divisas.
Pero en el largo plazo lo que se necesitan son reglas claras y estabilidad macro para transformar estas señales en una estrategia real de inserción global. La experiencia internacional es clara: países que lograron consolidar competitividad sostenible no lo hicieron con medidas temporales, sino con políticas de Estado que trascendieron coyunturas.
El desafío argentino
Argentina se encuentra en un momento decisivo. El alivio temporal de las retenciones, las negociaciones con Estados Unidos y los acuerdos del Mercosur muestran voluntad de generar confianza y abrir mercados. Pero el desafío central es que esas señales no queden en episodios aislados.
La competitividad argentina depende de avanzar en reformas estructurales largamente postergadas. La simplificación del esquema impositivo, la modernización del marco laboral y la mejora de la infraestructura logística son condiciones necesarias para reducir el “costo argentino” y dar previsibilidad a las inversiones.
En este punto, resulta llamativo que aún no se haya concretado la licitación de la Hidrovía Paraná–Paraguay, la principal vía de salida del complejo agroexportador de granos. Su indefinición no solo encarece los costos logísticos, sino que también genera incertidumbre sobre la capacidad del país de gestionar estratégicamente un activo clave para el comercio exterior.
Convertir medidas coyunturales en políticas de Estado será la clave para atraer inversiones, diversificar exportaciones y generar empleo genuino. El mundo ofrece oportunidades: cadenas globales de valor en reconfiguración, demanda creciente de alimentos y servicios basados en conocimiento, y espacios para nuevos socios comerciales.
La verdadera pregunta es si Argentina podrá aprovecharlas con una estrategia sostenida, basada en competitividad, previsibilidad y confianza.
* Yanina Lojo – Licenciada en comercio exterior y magister en finanzas.