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Mercados: con Wall Street de fiesta, se encienden luces amarillas en la bolsa de Japón

Para analistas de Wall Street, Japón- la tercera economía del mundo- se asemeja a un explosivo silencioso que podría sacudir a los mercados globales.

Sanae Takaichi (centro), primera ministra de Japón, en el medio de una situación compleja, que podría tener impacto en la cotización del yen. 

Sanae Takaichi (centro), primera ministra de Japón, en el medio de una situación compleja, que podría tener impacto en la cotización del yen. 

Foto: EFE

Días atrás el analista Eugenio Catone de Seeking Alpha lanzó una especie de alerta, que podría ser profética: “¿Y si la próxima turbulencia del mercado no nace en Wall Street, sino en Tokio?”. La mirada parece dirigirse así a lo que ocurre en el mercado asiático, que durante bastante tiempo estuvo lejos de los reflectores.

Esta advertencia parece detonar al observar que Japón, con una deuda del 229% del PIB, podría estar incubando una bomba silenciosa con capacidad para alterar los cimientos del mercado global. Pero lo más inquietante es que casi nadie le está prestando atención.

Explica el analista que, mientras el foco mediático sigue alrededor del déficit estadounidense, Japón permanece envuelto en una calma engañosa y, como bien recuerda, la atención está puesta en la sostenibilidad de la deuda de Estados Unidos. Pero en el otro extremo del mundo existe un riesgo mayor, menos visible y potencialmente más explosivo, alerta.

Banco de Japón

¿Cómo es esa bomba? Incluye un 229% de deuda sobre PIB, el nivel más alto entre las grandes economías, un Banco de Japón (BoJ) atrapado en su propia arquitectura monetaria y un yen que podría girar violentamente si el mercado percibe que la complacencia ha durado demasiado.

Catone insiste en que su visión nace de la observación fundamental, no del ruido de los gráficos y explica que el análisis fundamental le permitió ver riesgos que el análisis técnico no detecta, y Japón es el ejemplo perfecto. De hecho, buena parte del optimismo global actual descansa sobre la falsa creencia de que el experimento monetario nipón puede prolongarse indefinidamente sin fisuras.

¿Pero por qué debería importarle esto a un inversor centrado en el S&P 500? Porque Japón no es un actor periférico: es la tercera economía del mundo, uno de los mayores tenedores de deuda estadounidense y la pieza clave de un fenómeno silencioso pero decisivo para Wall Street: el “carry trade” basado en el yen.

De modo que, si el BoJ endureciera más su política, o simplemente si el mercado dejara de creer en su capacidad de contener la curva de rendimientos, el yen podría apreciarse de forma abrupta, obligando a deshacer miles de posiciones apalancadas en activos de riesgo de todo el planeta. En pocas palabras, Catone prefiguró el siguiente escenario:

Una dislocación en Japón podría provocar un tsunami de flujos que acabaría impactando directamente en el S&P 500. Ese movimiento no sería teórico ya que afectaría a sectores concretos del índice, especialmente aquellos con fuerte exposición a Asia (tecnológicas, consumo discrecional, autos, semiconductores), y no sería extraño ver presiones sobre gigantes como Apple, Tesla o Nvidia, cuyo crecimiento depende en parte de la estabilidad comercial y financiera del continente.

¿Efecto contagio?

Entonces, la pregunta es qué hacer ante un riesgo que no está en la portada de los medios especializados, pero sí en el subsuelo del mercado. Según Catone, la clave es entender que cuando una deuda tan grande empieza a cuestionarse, el contagio se vuelve inevitable.

La recomendación implícita es clara: prepararse para un posible repunte de volatilidad global y revisar la exposición a sectores particularmente sensibles a un shock en el yen.

En ese caso cuál sería el menú: desde una óptica táctica, el inversor podría considerar fortalecer posiciones en valores defensivos del S&P 500; buscar refugio parcial en consumo básico, “utilities” o salud; aprovechar fondos cotizados que protejan ante movimientos bruscos del yen; y vigilar compañías norteamericanas con alta exposición a ventas en Asia.

O sea, no se trata de abandonar el mercado, sino de anticipar un posible giro que hoy parece subestimado. Lo cierto es que Japón ha logrado durante décadas convivir con una deuda gigantesca sin detonar ningún desastre. Sin embargo, esta misma historia alimenta la falsa sensación de que el sistema es invulnerable.

Catone lo advierte con un tono casi literario: Las bombas más peligrosas no son las que hacen ruido, sino las que todos creen desconectadas.

En busca de ayuda

A modo de conclusión la idea es clara, el inversor global no puede permitirse mirar solo a Nueva York cuando el verdadero riesgo podría estar escondido en Tokio. Porque en economía, como en la vida, lo que no se mira es precisamente lo que termina sorprendiendo, y Japón, silencioso y endeudado, está pidiendo a gritos que se lo mire de nuevo.

Cabe recordar que recientemente, el gobierno japonés de la primera ministra Sanae Takaichi aprobó un paquete de estímulo fiscal de 21,3 billones de yenes (US$135.500 millones, un 3,5% del PIB) con el objetivo de apoyar a una economía debilitada y aliviar el impacto de la inflación sobre los consumidores.

Según detalló la cadena pública NHK, el plan se sostiene sobre tres pilares: afrontar el aumento de los precios, reforzar la economía y fortalecer las capacidades de defensa y diplomacia. Se trata del programa de estímulo más grande desde la pandemia.

El paquete contempla medidas de amplio alcance, entre ellas destacan 11,7 billones de yenes en subsidios a las familias para compensar durante tres meses (hasta marzo) la suba de los precios del gas y la electricidad, junto con un pago único de 20.000 yenes por niño.

Además, incluye 1,7 billones de yenes adicionales en gasto de defensa, así como ayudas energéticas que supondrán unos 7.000 yenes por hogar en el primer trimestre del año. Los impuestos sobre la nafta serán eliminados y se creará un fondo a diez años para reforzar la capacidad de construcción naval. El Gobierno estima que este estímulo impulsará el PIB en +1,4 puntos porcentuales promedio anual durante los próximos tres años.

La jugada de Takaichi

Para financiar las medidas, Takaichi aseguró que se utilizarán ingresos fiscales y que el resto se cubrirá mediante la emisión de bonos, aunque en menor cuantía que la del año pasado.

La reacción del mercado al anuncio ha estado marcada por un aumento de los temores sobre las necesidades de financiación del gobierno japonés. La debilidad del yen constituye además un factor adicional de importación de inflación, lo que complica el escenario para las autoridades.

El gobernador del Banco de Japón, Kazuo Ueda, alertó al Parlamento de que un yen débil podría impulsar aún más la inflación subyacente al elevar los costos de importación.

Por su parte, el ministro de Finanzas, Satsuki Katayama, expresó su preocupación por las bruscas fluctuaciones del tipo de cambio y recordó que la intervención en el mercado de divisas es una opción contemplada explícitamente en los acuerdos recientes entre Japón y Estados Unidos.

Las expectativas de un aumento de tasas por parte del BoJ se han evaporado para la reunión del 19 de diciembre. Las dudas sobre la sostenibilidad fiscal y el empeoramiento del crecimiento están presionando al banco central para mantener una política monetaria muy laxa.

Japón publicó una contracción del PIB del 0,4% trimestral en el tercer trimestre, algo mejor que el –0,6% esperado, pero muy lejos del avance del +0,6% del trimestre anterior, confirmando el deterioro de la actividad económica. El Gobierno confía en que el nuevo paquete fiscal permita sostener la demanda interna y evitar una desaceleración más aguda, aunque los mercados muestran preocupación por la presión que ejercerá sobre la financiación pública y el comportamiento del yen en las próximas semanas.