Vitivinicultura

Malbec, el "vino negro" que era una medicina que curaba úlceras

La historia la cuenta en el diario colombiano <i><a href="https://www.elespectador.com/cromos/gastronomia/la-historia-del-vino-negro-articulo-849012" target="_blank">El Espectador</a></i> Hugo Sabogal en una columna sobre un fallido curso de Joaquín Hidalgo sobre el resurgimiento argentino del Malbec que iba a dictar en Bogotá. A raíz del Día Mundial del Malbec, reaparecen en escena mil historias y esta es una de ellas.

lunes, 8 de abril de 2019 · 10:19 hs

Son 800 años de historia del vino que hoy es emblema de Mendoza, y con ella, de la Argentina. La historia ha pasado de boca en boca hasta volver aquí: esto es lo que cuenta el diario colombiano El Espectador, con la pluma de Hugo Sabogal, a instancias de Joaquín Hidalgo que cita al historiador mendocino radicado en Chile Pablo Lacoste.

El 17 de abril será el Día Mundial del Malbec y hay mil historias resurgiendo, como ésta, de la que hoy están hablando en Colombia y que nos pertenece, de la que somos protagonistas y que aporta a la industria mendocina y a su enoturismo:

Cahors, en el sudoeste francés, se considera su lugar de origen más reconocido. Hasta donde se sabía, esta antigua localidad no se había distinguido por nada en especial. Hidalgo cuenta que esto cambió con el monarca inglés Enrique II (1152-1189), quien había extendido sus dominios hasta la región francesa de Aquitania, tras su casamiento con Leonor Poitiers (1122-1204). El Malbec, que ya se exportaba a Londres, ayudó a convertir a Cahors en un bastión comercial y cultural, y en una especie de Mendoza actual, según Hidalgo.

Pero ahí no se detuvo la historia. Como lo reveló el mendocino Pablo Lacoste (autor citado por Hidalgo), otros dos monarcas ingleses convirtieron al Malbec en su protegido. Fueron Enrique III (1207-1272) y Eduardo III (1312-1377). Este último lo apodó el Vino Negro de Cahors, por la intensidad de su coloración, una característica todavía notoria.

Otro hecho es que el zar Federico el Grande (1712-1786) consumió Vino Negro de Cahors para curar una úlcera estomacal. Incluso, fue el preferido de la Iglesia ortodoxa rusa para la celebración de la misa.

Catalina II de Rusia también se declaró admiradora del vino de Cahors y ordenó la plantación de viñedos tras conquistar Crimea, donde todavía existe su cultivo.

Luego de estos momentos gloriosos, el vino dejó de interesarle a este tipo de bienhechor y rápidamente se vio superado por otras variedades francesas, como Cabernet Sauvignon y Merlot.

Su gran salto en las Américas (donde se le rebautizó como Malbec) fue su implantación en Chile y Argentina. El responsable fue el ingeniero agrónomo francés Michel Pouget (1821-1875), a quien contrataron los gobiernos de ambos países para mejorar los cultivos agrícolas.

Tras florecer en el desierto argentino, el Malbec aumentó su extensión. En los años 90, enólogos norteamericanos y europeos anticiparon que su comercialización en el resto del mundo podría ser exitosa debido a su estilo elegante y amable. Y así ocurrió.