El espejismo laboral en la era Javier Milei: entre la motosierra y el Excel
El impacto de las políticas de Javier Milei sobre el empleo: entre la promesa de eficiencia y la incertidumbre de un mercado laboral en transformación.

El ajuste de Javier Milei y su equipo económico no está sacando a la gente de la pobreza, más bien la está empujando más rápido hacia ella.
Archivo MDZDesde que Javier Milei llegó al poder, la economía laboral entró en caída libre. Entre empleo registrado y no registrado, la Argentina perdió 1.100.000 puestos de trabajo. El dato es brutal: ni la economía formal ni la informal se salvan del derrumbe.
De los 6 millones de trabajadores en blanco con recibo de sueldo, una cifra que se mantiene congelada hace 25 años, nunca se logró superar el techo de los 6,2 millones. En cambio, el empleo en negro pasó de 8–9 millones a casi 11 millones. Es decir: la informalidad crece y devora el mercado laboral.
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La Población Económicamente Activa (PEA) asciende a 22 millones de argentinos. Sin embargo, la mitad está fuera del sistema: no aportan a la seguridad social, no generan jubilación futura, no acceden a derechos básicos.
Monotributistas crecen sin parar
El número de monotributistas también explotó. Ya son casi 5 millones, con un crecimiento de más del 10%. Es el refugio precario de miles de trabajadores expulsados del empleo formal.
El Gobierno habla de “12 millones de argentinos que salieron de la pobreza”. La realidad:
- Un empleado de comercio, CCT 130/75, inicia con $980.000.
- Un gastronómico, CCT 389/04 con $1.200.000.
- Un bancario, CCT 18/75 con $1.600.000.
- Solo aceiteros superan los $3 millones, pero son apenas 11.000 trabajadores. No mide la vara de nadie.
El 60% de los trabajadores registrados gana menos de $1,5 millones, cuando la canasta básica ya roza los $2 millones. Resultado: incluso quienes tienen empleo formal, obra social y recibo de sueldo, son pobres.
Empleo y juicios laborales
El deterioro laboral se traduce en más juicios. Los juzgados laborales ya superaron las 50.000 sentencias anuales, rompiendo estadísticas históricas. Los despidos se multiplican: pymes que cierran, empleadores que ya no pueden sostener las nóminas. No se trata de empresarios “despedidores seriales”, sino de un sistema económico que empuja al abismo.
La narrativa oficial es un espejismo: se habla de libertad y de millones que salieron de la pobreza, pero las cifras muestran otra cosa. El empleo formal se estanca, la informalidad se dispara, y el salario real condena a millones de argentinos a la pobreza aun trabajando ocho horas por día.
Milei podrá exhibir planillas de Excel, pero la Argentina real se mide en changas, despidos y recibos de sueldo que no alcanzan para llenar la heladera. El ajuste no está sacando a la gente de la pobreza: la está empujando más rápido hacia ella.