Con cambios en la política cambiaria, el FMI destraba la revisión del acuerdo con la Argentina
El organismo aprobará las metas de 2025 del acuerdo de Facilidades Extendidas y otorgará un waiver pese al incumplimiento en la acumulación de reservas del Banco Central.
Luis Caputo, ministro de Economía, junto a Santiago Bausili, presidente del Banco Central. Foto: Twitter
El Fondo Monetario Internacional (FMI) aprobará las metas del 2025 pactadas en el acuerdo de Facilidades Extendidas firmado en abril de este año, incluyendo un waiver por no haber conseguido el Gobierno aumentar las reservas del Banco Central. La decisión del Ministerio de Economía de Luis “Toto” Caputo y del titular de la entidad monetaria, Santiago Bausilli, de modificar la política cambiaria en la dirección reclamada por el organismo financiero (y por el Tesoro de los Estados Unidos) destrabará los ejes de negociación de la misión del Fondo que, entre la última quincena de enero y la primera de febrero, vendrá a Buenos Aires para fiscalizar el cumplimiento de los objetivos del acuerdo. Y, como solo el esquema de recuperación de reservas queda en tilde rojo, se aplicará un perdón (waiver) y se firmará el cierre del 2025.
Pero, para que esto sucediera, Caputo y Bausilli debieron cambiar el esquema de pisos y techos para el dólar, actualizando el tipo de cambio vía inflación. Se trata de una consecuencia inevitable por haberse comprometido formalmente el Ministerio de Economía a dejar de lado los juegos técnicos e ideológicos para no cumplir con la meta de recuperación de reservas. Algo que tanto Kristalina Georgieva como Scott Bessent, además de los fondos de inversión, los bancos internacionales y locales y prácticamente toda la ortodoxia de economistas criollos y foráneos con intereses en opinar sobre el país, venían reclamando desde antes del 26 de octubre.
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Todos pensaron que luego de las elecciones, previo rescate desde el gobierno de Donald Trump, Javier Milei y el resto del equipo económico cambiarían de estrategia y modificarían la actitud casi pétrea del primer semestre de no comprar dólares para las reservas hasta que la divisa se ubicara en el piso de las bandas. Algo que, obviamente, nunca ocurrió. Ante el combate cambiario a punto de ser perdidoso para el oficialismo, para muchos (no para el Gobierno) provocado por la falta de recuperación de reservas, el Tesoro de EE.UU. actuó y aplicó el mecanismo de salvataje. Exigió, para esto, una modificación en la política de reservas, algo que no ocurrió. Hasta ayer.
El Fondo había advertido hace unos 10 días, dejando en claro que no le gusta la manera en que el presidente Javier Milei y el Ministerio de Economía de Luis “Toto” Caputo manejan el ya muy conflictivo capítulo de acumulación de reservas en el Banco Central. Había reaccionado ante unas declaraciones del propio Milei cuando, al cerrar un seminario, dijo que “cualquier apreciación” que economistas hagan del tipo de cambio “es berreta” y apuntó contra los “tres o cuatro atorrantes del círculo rojo”, a quienes les atribuyó haber “vivido de empobrecer a la Argentina”.
El mismo evento fue abierto por Caputo, quien dio más precisiones técnicas a la visión oficial sobre la acumulación de reservas y la compra de divisas por parte del Gobierno. Luis “Toto” Caputo afirmó en diciembre de 2025 que el Gobierno podrá comprar entre US$7.000 y hasta US$20.000 millones en reservas durante 2026, siempre que aumente la demanda de pesos, y que el objetivo es hacerlo “sin tener que esterilizar” ni generar inflación.
Lo que se interpretó desde Washington, casa matriz del plan económico argentino, es que, nuevamente, Javier Milei y su equipo económico no tenían fanatismo alguno en coincidir con la visión de casi todo el resto del mundo, incluyendo, además del FMI, al Tesoro de los Estados Unidos, los bancos internacionales como el J.P. Morgan (que también protestó esa semana por la falta de incremento en las reservas), los economistas locales (los antiguos mandriles, hoy menos definidos por Milei por respeto a la etapa más tenue en sus calificaciones) y casi el resto de la ortodoxia económica y financiera del país. En definitiva, todos contra uno.
Más allá de los mixtos de la posición crítica a la falta de fanatismo oficial por acumular reservas, hay una opinión que importa más que la de cualquiera que quiera opinar y discutir con el Presidente y su ministro: el Gran Hermano, que mira, ahora sí con un dejo de preocupación, cómo un artículo fundamental del acuerdo de Facilidades Extendidas está tan lejos de ser cumplido, y sin intenciones oficiales de lograrlo.
Esa meta se ubicaba en el acuerdo en los US$2.400 millones internacionales netas. Luego fue flexibilizada a un objetivo de US$ –2.600 millones, tras el incumplimiento severo de mitad de año. Sin embargo, el desvío proyectado da algo de escalofríos: el Gobierno le debería al FMI unos US$6.000 millones, con lo que se descarta que el FMI dispense un waiver para el país. Lo que ocurrirá en la segunda semana de enero, cuando los técnicos vengan a Buenos Aires para protagonizar la misión programada por el FMI para aprobar el Facilidades Extendidas vigente, la que quizá se convierta en la más importante desde la de abril pasado, cuando se cerró el acuerdo.
En manos del FMI quedará la aprobación de un waiver imprescindible para seguir adelante con la relación entre el acreedor y el deudor, al no haber cumplido Buenos Aires con la necesidad de incrementar las reservas del Banco Central. Para precalentar el ambiente y dejar en claro la posición de Washington, el FMI no dejó dudas sobre la métrica verbal que traerá a la Argentina cuando, en enero, se fiscalicen las cuentas locales. Lo hizo a través de la vocera del FMI, Julie Kozack (que alguna vez fue jefa de misión para el país, pero por lo mal que se portaba el deudor fue corrida de su cargo), quien dijo, sin eufemismos:
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“En este momento, alcanzar el objetivo de reservas para fin de año será un desafío”.
“Reservas más sólidas son necesarias para reforzar la estabilidad macroeconómica ya lograda y para fortalecer la resiliencia de Argentina frente a shocks externos”.
“Sin reservas suficientes, el país no podrá reacceder oportunamente a los mercados internacionales de capital”.
“Argentina debe implementar un marco monetario y cambiario coherente, con aportes más ambiciosos para acumular reservas”.
“El Gobierno debe aprovechar la ventana de oportunidad para ordenar el esquema macroeconómico”.
“Pese a los avances en inflación y pobreza, la acumulación de reservas sigue siendo esencial”.
Argentina viene de pasar satisfactoriamente la prueba electoral del 26 de octubre, recibiendo un espaldarazo para el plan económico de Javier Milei, algo que tranquilizó, obviamente, al Fondo. Arranca ahora el período de cierre final del 2025 y, el más importante, el arranque del primer semestre del 2026, período durante el cual deberá sumar la mayor cantidad de dólares posibles dentro del anuncio de ayer de un aumento de unos US$17.000 millones en los activos del Central, una imposición que fue un “sí o sí” llegado desde Washington.
Saben desde Buenos Aires que el año se cerrará sin problemas de superávit fiscal, con un nivel de ahorro entre ingresos y gastos que no comprometerá el pacto del 1,5% del PBI. Se sabe también que no hubo ni habrá emisión monetaria durante lo poquísimo que queda del 2025, ni durante el 2026. El FMI ve ambas consignas como el gran activo argentino y los pilares de la buena conducta local. Pero no ve con malos ojos que se encienda la máquina impresora si es para incrementar las reservas y, quizá, mejorar el valor de mercado de la divisa.
El FMI ve otra realidad positiva: Milei está avanzando en la primera gran reforma estructural comprometida con el FMI, la laboral. En definitiva, son cambios que se vienen reclamando desde los años del menemismo, sin mayor éxito. Sin embargo, para el FMI siempre hay un “pero”. De las tres reformas reclamadas, la laboral era la menos importante. Como se trata de técnicos que siempre ven números más que realidades sociales, los hombres y mujeres de la dirección general para el hemisferio occidental (los que llevan adelante el caso argentino) hubieran preferido que el primer cambio estructural de los tres comprometidos sea la reforma tributaria o la previsional, y luego, si hay apoyo político, la laboral.
Sucede que desde el FMI se revisan las cifras fiscales y se ve que Argentina tiene problemas serios de consistencia en los ingresos impositivos. Quedó claro esta misma semana, cuando se conocieron los datos de la recaudación tributaria, donde se confirmó que en los últimos cuatro meses la entrada de fondos fue inferior a la inflación y, en el caso de noviembre, casi un 10% negativa. Si bien en lo que va del 2025 el saldo sigue siendo positivo (casi 8 puntos porcentuales por arriba del IPC), la tendencia es alarmante hacia el incremento de la brecha. Y se sabe que la necesidad de que los rendimientos mensuales de recaudación acompañen el alza de los precios es la cuarta meta (no escrita) del Facilidades Extendidas.

