Opinión

Más que seco, crocante: campo y sociedad ante el impacto de la sequía

Mientras se esperan con muchas ansias lluvias que podrían traer un poco de alivio y esperanza, Sebastián Nini reflexiona en MDZ acerca de este problema que afecta seriamente al campo argentino. El impacto se sentirá fuerte en los principales granos, las exportaciones y hasta la producción ganadera.

Sebastián Nini martes, 7 de febrero de 2023 · 11:02 hs
Más que seco, crocante: campo y sociedad ante el impacto de la sequía

Cuenta la historia que alguna vez en un pueblo un sacerdote llamó a rezar por lluvias a la plaza principal del pueblo, los productores de la región, los ciudadanos, el intendente, los comerciantes, familias en pleno se juntaron a pedirle a Dios por las lluvias. Al levantar la vista en la oración el sacerdote notó que en medio de la gente había un niño que había llevado un paraguas. Ésta es, desde que conozco este cuento, la más absoluta definición de fe.

La cosa en el campo está así y cuando el campo está seco las arcas en el mediano plazo también lo van a estar. ¿Por qué es una mala noticia que no llueva? Porque usted que lee esta nota, sentado en el subte A, mientras viaja a su oficina en el microcentro porteño, es un socio del negocio agropecuario.

Acuérdese que más de la mitad de la renta del campo en promedio se la lleva el Estado, y el Estado, amigo, es usted. En este país agroindustrial por excelencia, el clima y especialmente el agua, es la variable “no humana” que pueden convertirnos en prósperos o desgraciados.

A diferencia de la coyuntura mundial y las políticas nacionales que son la sumatoria de decisiones buenas o malas tomadas por personas, el clima aún es un absoluto misterio y desde un tiempo a esta parte nos viene pegando fuerte.

¡Ojo! ¡Tampoco tanto! dirán algunos y tienen razón. El clima también está reaccionando a muchas malas decisiones humanas, seguramente más lento que en las otras variables, pero cada vez más rápidamente. Además, revertir estos errores no es tan fácil como en los otros casos.

El área más productiva del país está seca, más que seca, “crocante” decía un amigo y eso, que no es menor, nos pega en el bolsillo a mediano plazo a todos, como dijimos anteriormente.

Esta situación se viene dando cada vez con más asiduidad, el clima complica a una tierra que no está acostumbrada a recibir una y otra vez estas situaciones de “stress hídrico”.

Las plantas se estresan y por eso logran rindes mucho menores, dan menos granos, de menor calidad y se los paga menos en los puertos y por ende entran menos divisas y queda menos ganancia para el productor. Si es que gana, porque en muchos casos hasta pierde.

Si entran menos divisas habrá menos inversión y menos dinero para cubrir subsidios, habrá menos rutas y menor inversión en salud y educación. Si al pueblo no llega la plata de la cosecha se comprarán menos insumos, se invertirá menos en maquinaria, se caerá el consumo promedio y muchos trabajos estarán, al menos, más flacos.

Esto de arranque, porque con esta realidad la próxima siembra arrancará de “bolsillos flacos” y acá es donde el Estado se tiene que replantear si es hora o no de comportarse como socio y salir a cubrir las complicaciones del productor.

No es menor para el Gobierno vivir años de sequía. Indefectiblemente como en la Biblia los años de vacas flacas reclaman políticas económicas inteligentes y ahí es donde hoy está la nave del ministro de Economía, Sergio Massa, buscando un puerto seguro, tratando de hacer pie en esta realidad que le es esquiva.

En el cuento del principio lo lindo de la fe del niño opaca una parte muy interesante del relato. El “todos” desde el párroco hasta el chico del paraguas, los comerciantes, el gobernante, etc.

Todos están arriba de la nave que se hunde sin remedio, todos ponen su fe en el clima, que no cambia y que se lleva su prosperidad a la alcantarilla.

En la Biblia José, el décimo hijo de Jacob, vendido como esclavo por sus hermanos a los egipcios fue quien advertido por sus sueños ayudó al Faraón a enfrentar los siete años de vacas flacas, tomando las decisiones correctas y siendo previsor.

Es difícil medir a un dirigente sin tener en cuenta su contexto. La realidad de la coyuntura mundial y el clima pueden salvar o hundir un gobierno, pero no son las únicas variables. Está la muñeca para llevar el barco en la tormenta, la última la gran variable siempre serán los hombres, tomar las decisiones correctas para que lo malo sea lo menos malo posible y para que cuando llegue lo bueno sea lo extraordinario.

* Sebastián Nini, periodista agropecuario.

Archivado en