Lavagna: Sergio Massa convenció al "salvador" y el kirchnerismo mira de reojo
El ministro de Economía lo confirmó este domingo y de esa manera busca capitalizar la buena imagen del exministro de Duhalde y Néstor Kirchner, hombre clave en la recuperación post salida del 1 a 1.
Sergio Massa blanqueó ante Mirtha Legrand una de sus apuestas de campaña más importantes. Al menos para intentar convencer a la mayor cantidad de indecisos posibles, de esos que eligen más la prudencia política y el gradualismo económico y financiero.
Este fin de semana, el candidato a presidente del oficialismo anunció que, en un eventual gobierno suyo, Roberto Lavagna sería el principal responsable de, al menos, el diseño, de su política económica general. Y que sin mencionar que sería nombrado eventual ministro, sí dio claridad a la versión que hablaba de la eventual influencia que el exhombre fuerte del gobierno de Eduardo Duhalde en la salida de la convertibilidad, tendría sobre los hombres y mujeres que trabajen en el Palacio de Hacienda.
Lavagna es tomado como una garantía de prudencia, seriedad y capacidad de conducción, aunque sea ideológica, para sacar al país de una de las crisis más importantes desde el regreso de la democracia en 1983 y de, según sus propias palabras, "darle al peso su última oportunidad".
Poder de seducción
¿Cómo convenció Massa a Lavagna para trabajar en su actual campaña electoral, con quien participó en muchos armados políticos, pero separaron sus caminos cuando el ahora ministro de Economía decidió sumarse al frente de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner? ¿Cómo una de las personas más serias, pero con peor carácter de la clase política activa, decidió sumarse a un frente ecléctico y donde el diálogo debería primar sobre la imposición de políticas?
Massa le prometió al exministro de Duhalde y Néstor Kirchner que sería el impulsor y responsable máximo de la aplicación de al menos los lineamientos fundamentales de la política económica, financiera y fiscal del próximo gobierno, si el candidato del oficialismo es el elegido. Y que no habrá intromisiones del resto de los integrantes de la coalición que acompaña al tigrense en su diseño y ejecución.
Especialmente, en una idea central que Lavagna viene trabajando desde hace décadas, y que, según siempre explicó, fue la principal razón de su pelea directa con Néstor Kirchner y lo que lo llevó a ser renunciado por el expresidente, llevándolo a armar una carrera como político opositor y no volver nunca más hasta estos tiempos a formar parte de un gobierno en ninguno de sus estamentos.
El plan que Lavagna le tiene preparado a Massa es lograr el tan ansiado nivel de superávit gemelo. O, dicho de otra manera, exportar más que lo que se importa y gastar menos que lo que se recauda. Y que esto se extienda por décadas. Considera el padre de la post convertibilidad, que es casi inevitable de lograr en el 2024.
MDZ ya anticipó que el próximo ejercicio, sólo con la evolución de la liquidación sojera campaña 2023/24 (manteniendo las retenciones al 30% mínimo), se considera que la campaña tendrá ingresos de entre 8.000 y 10.000 millones de dólares de liquidación extra con respecto a lo que se logró en la última campaña, impactada por la sequía.
Además, otros U$S 5.000 millones como mínimo ingresarían por el ahorro en la importación de combustibles bajo el influjo del nuevo Gasoducto Presidente Néstor Kirchner, inaugurado en julio pasado. El litio, la minería y otros commodities, junto con exportaciones beneficiadas con un indispensable mejor tipo de cambio mejorado, harán el resto.
La meta de un superávit comercial lo suficientemente holgado para conseguir un azul de U$S 8.000 millones (algo que tranquilizaría también al FMI), le permitiría al Banco Central arrancar el primer año de gestión del próximo gobierno con el pie derecho.
El pasó más difícil estaría en realidad en el otro superávit. El fiscal. O que al menos el próximo año se cumpla con la pauta firmada con el FMI de un tope de déficit de 0,9% del PBI, sabiendo que el 1,9% comprometido este año no se lograría, y que el desahorro fiscal del 2023 llegaría al 3%.
Eliminar el rojo fiscal
Para esta meta, Lavagna tiene en mente volver al proyecto que, en su momento, lo enfrentó al kirchnerismo al punto de determinar su salida del gobierno de Néstor Kirchner: la caja única. O como se lo denominaba en aquellos años el "Vivir con Nuestro Fiscal".
Es una idea que a comienzos de 2004 Lavagna intentó aplicar, en medio de un gabinete en el que ya había perdido gran parte de su poder de control de ingresos y gastos en manos del propio Kirchner y de lugartenientes del entonces mandatario, como Julio de Vido, ya mandamás del otrora poderoso Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios.
En los tiempos de Eduardo Duhalde, Lavagna mantenía un control férreo de las cuentas públicas, garantizando desde el 2002 un superávit fiscal que a la postre se mantuvo hasta el 2005. Y que llegó en algún momento a proyectarse en un 3% del PBI. Un nivel que a los ojos actuales parece una utopía.
Creen el exministro y su gente que para 2024 habrá cuestiones que ayudarán, como una mejora en los ingresos con gastos algo congelados, actualización tarifaria, mayor control general en obra pública. Pero que para que todo esto se ejecute, es necesario que el control global del gasto, no sólo para la Nación, sino para las Provincias, se controle bajo la órbita del Ministerio de Economía, y en tono plenipotenciario. Con todo el poder.
Veinte años atrás, cuando alumbró la idea de "Vivir con lo nuestro Fiscal", la inflación era del 6% anual y el superávit fiscal de 3%, increíbles números logrados por el combo megaajuste de Jorge Remes Lenicov para la salida de la convertibilidad, y la muy buena gestión general de Lavagna desde el último tramo de la presidencia duhaldista y los primeros tiempos de kirchnerismo en el poder.
Equilibrio fiscal, la idea que no paga
Sin embargo, por la estrategia del gobierno de entonces y su correlato en el gasto público, Lavagna no pudo superar políticamente la situación planteada de manejar en una caja única el gasto, y en noviembre de ese año debió abandonar su cargo.
Fue el último intento de economistas profesionales, dentro del kirchnerismo, de controlar el gasto público. Hubo otro intento de volver a la idea, ya en el gobierno de Alberto Fernández, pero resultó fallido. Fue cuando Silvina Batakis, allá por julio del 2022, cuando presentaba sus ideas económicas, declaraba que “en situaciones extremas, como la pandemia, el sector público tiene que utilizar los déficits como instrumento contracíclico, pero una vez pasadas esas circunstancias tenemos que retornar al equilibrio”.
Fue la introducción a las dos frases puntuales sobre lo que se aplicará. “Vamos a garantizar el equilibrio fiscal, soy una persona que cree mucho en el equilibrio fiscal” y “No vamos a gastar más de lo que tenemos”.
No pudo ser. La ahora algo fallida presidenta del Banco Nación no tuvo poder para aplicar esta intención de control fiscal. Su propuesta terminó sepultada por una crisis política y de representatividad, cuando intentó exponerla y aplicarla ante los gobernadores de todo el país; en una reunión en la que sólo concurrieron cuatro representantes provinciales. Uno de ellos, Axel Kicillof, sólo para comunicarle que no aceptaba la idea.