Godoy Cruz se fue al descenso: cómo hacer todo mal en menos de 90 días
De aquel equipo que se le plantó al Mineiro de Brasil a este que no logró revertir la historia, no pasaron ni tres meses. Y la bomba les explotó en las manos.
Godoy Cruz se fue al descenso producto de un cúmulo de malas decisiones.
Alf Ponce Mercado / MDZCrónica de un final anunciado. Secuelas de un desenlace anticipado. Heridas abiertas que nunca cicatrizaron. Esquirlas de una bomba que tuvieron en sus manos y no lograron desactivar. Godoy Cruz se fue al descenso porque logró lo impensado, lo inesperado, lo imposible: hacer absolutamente todo mal en menos de 90 días.
Porque de aquel agosto esperanzador, con un club que le sacaba los nylon a un Feliciano Gambarte resplandeciente, que respiraba aires de renovación y presagiaba capítulos épicos y momentos inolvidables, con un equipo reconstruido tras un mercado de pases que prometía jerarquía, con un entrenador de barro y barrio que parecía dejar atrás los chips y las palabras raras, a este noviembre agotador, no pasaron ni 90 días.
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Porque de aquellos guerreros que se plantaron en el mítico Mineirao y lucharon codo a codo contra el gigante Hulk y sus millones, o de aquellos que pusieron contra la lona al campeón en su propia cancha e invitaban a soñar con un futuro promisorio, de alegrías y de júbilo, no quedaron ni los restos.
Luego de 18 años, el Tomba volverá a jugar en el ascenso del fútbol argentino.
En el medio, hicieron todo mal. Partiendo desde los jugadores, que nunca parecieron entender el momento y el lugar en donde estaban parados. Desorientados, desdibujados, desanimados, desalmados. Sin ningún esbozo de reacción, un síntoma, una señal, algo. Ni adentro de la cancha, ni afuera. Sólo se dedicaron a coleccionar derrotas.
Siguiendo por los entrenadores, que tampoco lograron torcer un rumbo que ya traía un lastre de varios meses atrás. Copiaron un modelo que dejaba a las claras que no era el indicado. Repitieron como loros formas y manejos que nunca funcionaron. No cambiaron, no rompieron, no suturaron. Se mantuvieron por el mismo camino sinuoso y peligroso. Y chocaron.
Y finalizando por los dirigentes, que desde un lugar de apatía, lejanía e indiferencia, con decisiones tardías, erróneas y hasta por momentos incrédulas, fueron testigos privilegiados de un final anticipado. Vieron el final del camino, y aceleraron. No frenaron, no escucharon, nunca miraron para el costado. Una crónica de un final anunciado. De cómo hacer todo mal en menos de 90 días.



