El pésimo arbitraje argentino y el gran problema de la “guardia alta”
Cuando todos suponíamos que el VAR llegaba a poner justicia y a ocultar horrores arbitrales, sucedió todo lo contrario: los jueces quedan más expuestos y están aún más en el ojo de la tormenta. Pero, ¿todo reclamo es válido o, ante tanta protesta, pierde valor la que es genuina?
Pasa el tiempo, los partidos, los torneos y todo sigue igual. O peor. El nivel del arbitraje argentino va en decadencia y los horrores arbitrales se multiplican, desde la Primera División, en donde el VAR evidencia aún más la falta de capacidad de los jueces, hasta la última categoría del ascenso. Allí, las sospechas son más grandes y el error, más que error, es una clara intención de beneficiar o perjudicar a tal o cual equipo o institución. En ese contexto, todos lo sufren, todos ligan alguna a favor, en menor o mayor medida.
Desde aquel offside a la salida de un tiro de esquina, en un Gimnasia y Esgrima La Plata-Sarmiento de Junín, sancionado por Ariel Penel a instancias del VAR, encabezado por Diego Abal, ya nada nos sorprende. Sumado, por supuesto, a la cantidad de “favores” a clubes ligados al poder de turno en el ascenso.
La situación realmente parece insostenible y está claro que el arbitraje necesita un cambio de rumbo urgente. Partido a partido se evidencia la falta de capacidad no sólo para interpretar situaciones de juego y para aplicar el reglamento, sino también para saber llevar adelante un encuentro con autoridad, pero sin soberbia; con personalidad, pero sin autoritarismo ni malos tratos.
Se necesita modificar el combo completo. Se necesita mejorar y para eso hay que aceptar que algo está fallando. Y ahí también hay soberbia, porque para quienes manejan el arbitraje argentino, todo está perfecto. Y evidentemente no lo está.
Es más, en el último tiempo, muchos de los fallos cuestionados son tan groseros, que hasta los propios protagonistas admiten que existe más falta de capacidad de los árbitros que intención de perjudicar. Y, sinceramente, no sé que es peor.
En definitiva, la “crisis del arbitraje argentino” es real y preocupa cada vez más. Es obligación de quienes manejan el fútbol en todo el país, no sólo identificar el problema, sino también tener intenciones de brindar soluciones a corto plazo para que “el producto” vuelva a tener el valor que merece.
El abuso de la famosa “guardia alta”
Ahora bien. Hay otra realidad imposible de ocultar aunque parezca, también, difícil de aceptar: el árbitro no siempre es el responsable. Apuntar en cada derrota propia contra los jueces es tirar bajo la alfombra dificultades de un fútbol argentino que, al igual que los arbitrajes, no pasa por su mejor momento.
Es decir, cada reclamo sin fundamentos sólidos no hace más que eclipsar o empañar la protesta genuina. La famosa “guardia alta” termina siendo un arma de doble filo si se acude a ella con insistencia, sin aceptar las propias falencias, buscando tapar bajos rendimientos y resultados negativos.
Cada reclamo sin fundamentos sólidos no hace más que eclipsar o empañar la protesta genuina.
Se protesta todo, se reclama todo. El mal nivel del arbitraje -que, como vengo remarcando, es real- es la excusa perfecta para quienes no dan dos pases seguidos o no patean al arco en 90 minutos. Y eso también atenta contra el espectáculo. Eso también le baja el precio al “producto”.
En resumen, cada uno deberá atender su parte, hacerse responsable de lo que le corresponde y, por qué no, empezar a bajar la guardia. El arbitraje, entender que debe mejorar muchísimo y capacitarse para reducir al mínimo el margen de error. Y los futbolistas, entrenadores y dirigentes seguir trabajando para que, si hay un error arbitral, de atrás venga un reclamo genuino y no una excusa para justificar malos rendimientos o pésimas campañas.