Axel Kicillof y el auxilio de los gobernadores peronistas para emanciparse de Cristina Kirchner
Magario no quería renunciar a su banca en Diputados, pero lo hizo tras una jornada de tensión marcada por el veto parcial de Kicillof al presupuesto de la Cámara, que profundizó la interna con Máximo. Luego, el gobernador viajó a Formosa con Gildo Insfrán para reforzar su proyecto político.
Gobernadores kirchneristas se congregaron en Buenos Aires
Juan Domingo Perón fue el que más claro expuso las dificultades que tenía el conductor en delegar el poder. Lo dijo con ciertos eufemismos, como “mi único heredero es el pueblo” o “cada compañero tiene el bastón de mando en su mochila”. Es decir, cuando algo es de muchos, no es de nadie.
Augusto Timoteo Vandor intentó el “peronismo sin Perón”, algo así como un asado tradicional pero vegano. No existe. Es otro plato. Terminó asesinado en su oficina de la UOM. Perón volvió en 1973 al poder, luego del golpe que lo derrocó en 1956. En el medio, caos, democracia de baja intensidad, proscripciones y pactos peronistas militares.
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“En la política se lucha para conseguir el poder. No se lo espera ni se lo pide por los antecedentes obtenidos”, dijo, tajante, uno de los más claros observadores que tiene el peronismo bonaerense. Su paso por la gestión y sus antecedentes como jefe de la JP de su localidad le dieron una experiencia que ahora utiliza en otro lugar de la estructura social y productiva.
Cuando Carlos Menem se transformó en líder, le ganó a Antonio Cafiero en una histórica interna que nunca más se repitió, aunque fuera con otros protagonistas. Lo más cercano fue la más abierta, sin obligación de afiliación, en la que José Octavio “Pilo” Bordón le ganó a Carlos “Chacho” Alvarez para conducir el no menemismo en 1995.
Menem, a su vez, no permitió que Eduardo Duhalde, su primer compañero de fórmula, el único que se la jugó en una provincia dominada por el cafierismo, lo sucediera. Prefirió, sin decirlo, que perdiera contra el candidato presentado por la Alianza, Fernando De la Rúa, tras someterlo a un importante desgaste en una interna contra el cantautor y ex gobernador de Tucumán, Ramón “Palito” Ortega, al que apoyaban, entre otros, Sergio Massa y Horacio Rodríguez Larreta.
Lo mismo sucedió con Cristina Fernández de Kirchner y Daniel Scioli y ahora lo está intentando con Axel Kicillof. Si bien el gobernador es un especialista en procastinar y parece que amenaza más de lo que ejecuta, este martes tomó dos decisiones fortísimas comparadas con la pasividad que venía mostrando con respecto de las amenazas y posturas asumidas por sus “primos” de La Cámpora.
En lo que cree como una carrera de desgaste, el gobernador vetó parcialmente el presupuesto aprobado por la Legislatura y lo hizo con un tema emblemático: insistió con la fórmula original de envío de partidas no salariales para la Cámara de Diputados,, cuestión que había sido modificada por los legisladores para tener más disponibilidad de subsidios y demás ayudas.
Los diputados habían decidido que sus recursos llegasen por “goteo” semanal o mensual porque el Ejecutivo nunca terminó de enviarles todas las partidas aprobadas el año pasado. El presidente de la Cámara, Alexis Guerrera, hizo lo imposible para no pelearse con el Ejecutivo, pero ni así pudo obtener mayores respuestas.
Kicillof tomó esta determinación a sabiendas que legalmente el Ejecutivo no puede involucrarse en el presupuesto de ninguna de las cámaras. Para el ministro de Economía, Pablo López, los cambios hechos por los diputados establecían un esquema de transferencias automáticas, diarias y proporcionales a los ingresos provinciales y le daban intervención del Tribunal de Cuentas ante eventuales incumplimientos. Hasta ahora, esas transferencias se realizan por partidas dispuestas por el ministerio de Economía.
Entonces, Kicillof no solo veta algo que posiblemente tenga una contestación jurídica en su contra. También deja en claro que está en desacuerdo por cómo le aprobaron los proyectos que para él eran más que sensibles y cómo especularon, hasta último momento, con esa situación. “La relación es pésima… La sigue embarrando”, le confesó hoy uno de los principales protagonistas de esta discusión.
“Sabe que los diputados no pueden accionar, aunque tengan razón. Están en un lodo de desprestigio que si exponen esta situación, que es por plata, terminarán perdiendo… En esto también Kicillof hace lo mismo que Javier Milei con el resto de la política… Los expone y luego los somete”, advierte un filoso analista y legislador.
Todo esto se daba al mismo tiempo que Verónica Magario estiraba hasta el infinito su renuncia o licencia como diputada provincial, cargo para el cual había sido electa en la elección de septiembre pasado. Si no lo hubiera hecho, no solo el libertario disidente Carlos Kikuchi habría quedado ratificado como autoridad de cámara sino, además, le habría impedido a Silvina Nardini, aliada de Mario Secco, y por ende de Kicillof, ingresar en la Cámara. Dicen, nadie lo mostró, que Facundo Tignanelli, presidente camporista de la bancada de Diputados, le mandó una carta pidiendo precisiones sobre los pasos que iba a dar.
Sin embargo, el enojo mayor de Magario, que sigue sin hablar con la prensa, no tiene nada que ver con Kikuchi o Nardini sino con la presión que está recibiendo de parte de La Cámpora para que la secretaría administrativa, responsable de todas las contrataciones y el pago de sueldos, sea ocupada por un referente de Máximo Kirchner. Los legisladores están muy disconformes con la labor de Roberto Feletti en ese lugar y hasta amenazaron con denunciarlo, aunque eso también pondría más leña a un fuego muy extendido. Eso también pondría en revisión permanente todo lo actuado por la vicegobernadora, a cargo de la Presidencia de la Cámara.
Esa situación, además, se vincula directamente con la próxima sucesión de Máximo Kirchner al frente del PJ bonaerense. La matancera es la principal candidata, impulsada por la mayoría de los sectores como un respaldo también para el gobernador. Ella tiene como competidores a dirigentes propuestos desde Lomas de Zamora, siempre enfrentada por el poder territorial de la Tercera Sección Electoral con La Matanza.
La reunión con los gobernadores
El otro capítulo en esta guerra abierta pero que solo trasciende en capítulos fue la reunión de los cinco gobernadores peronistas en la Casa de La Pampa. Allí, el anfitrión, Sergio Ziliotto, estuvo con Kicillof, Gustavo Melella, Elías Suárez, Gildo Insfrán y Ricardo Quintela. También asistieron varios diputados nacionales porteños y provinciales para fijar una postura de cara a la Reforma Laboral, Impositiva y presupuesto nacional.
Según varios de los presentes, la mayoría recibió una llamada de algún “representante de la señora”, disconforme que tuvieran cierta autonomía. Menos habrá gustado que luego de la reunión, Insfrán, jefe político del senador y presidente del bloque, José Mayans, haya vuelto a su provincia acompañado por Kicillof.
Los jefes provinciales hablaron mucho hoy al mediodía. Más de lo que hacen habitualmente. “Hubo momentos de fuerte catarsis”, comentó un diputado que estuvo ahí. Las críticas más importantes caían en el hijo de los dos presidentes porque creen que el heredero de Néstor y Cristina “está herido, y perdido por perdido, no dejará nada en pie”.
“Cancelare… ¿Por qué no dejan de decir cualquier pavada de Máximo?”, le preguntó como respuesta uno de los pocos que dicen hablar con él casi a diario. “Él está trabajando para la unidad, siempre. Habla con todos, llama él por teléfono, no manda a operar por los medios… Es una pavada lo que ahora dicen que apretó para que no fueran a esa reunión”, confió una fuente ligada a San José 1111.


