"Una tortura personal": Lagomarsino comparó su tobillera con la que usará Cristina Fernández de Kirchner
Procesado por el caso Nisman, el técnico informático recordó sus tres años con vigilancia electrónica y sostuvo que lo afectó emocionalmente. Cuestionó la estigmatización que genera.

Diego Lagomarsino, el perito informático que se encuentra procesado en la causa que investiga la muerte del exfiscal Alberto Nisman, afirmó que, durante los tres años que debió usar tobillera electrónica, "fue como una tortura" y enfatizó que personalmente lo "destruyó".
"Soy completamente inocente de lo que se me acusa y usar tobillera era un karma constante frente a mis amigos, mi familia, mis hijos. A mí personalmente me destruyó", explicó Diego Lagomarsino en declaraciones a Radio Splendid.
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Diego Lagomarsino fue consultado sobre el uso de la tobillera electrónica a raíz de la decisión del Tribunal Oral Federal 2, que dispuso otorgarle prisión domiciliaria a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, aunque le impuso el uso de ese mecanismo electrónico para monitorear el cumplimiento de la condena.
Sostuvo que "en el caso de personas relevantes su propio nombre es la tobillera" y como ejemplo señaló que "en el caso de Cristina ella sale a la puerta y la conoce todo el mundo" y puntualizó: "En mi caso, la tobillera más grande era mi familia, porque yo no iba a dejar a mi familia".
El perito recordó: "En 2017 basándose únicamente en la pericia de Gendarmería se determinó que Alberto Nisman fue entre comillas asesinado y en base a eso me procesaron". Además, explicó que debió llevar una tobillera electrónica "desde 2017 hasta el 2020" cuando deciden retirársela.
"Para mí fue una tortura. Porque si uno fuera un violador, un asesino, bueno te ponen una tobillera vaya y pase porque zafas de ir preso, pero yo soy totalmente inocente", dijo Diego Lagomarsino, que trabajaba como informático en la fiscalía a cargo de Alberto Nisman hasta la muerte de este en enero de 2015.
Detalló que en su caso el dispositivo le permitía moverse "en un rango de 100 kilómetros" del lugar donde determinó su vivienda.
"A mí me molestaba muchísimo, por más que dice ser hipoalergénica, el movimiento constante contra la piel molesta, porque si se aprieta mucho puede cortar la circulación. Es más una tortura mental que física, pero es molesta", dijo.