Presenta:

Ni enero ni marzo: los tres meses del año en los que nacen los niños con mayor capacidad intelectual

Investigaciones sugieren que los meses del año en que llega un bebé al mundo puede otorgarle ventajas adaptativas debido a la organización del sistema escolar.

A continuación revelamos los tres meses en los cuales el nacimiento de tu bebé puede ser clave.

A continuación revelamos los tres meses en los cuales el nacimiento de tu bebé puede ser clave.

Siempre nos han dicho que la inteligencia es una mezcla de buena genética y educación de calidad. Si un niño es brillante, miramos a los padres o al colegio para encontrar la causa. Sin embargo, hay un tercer elemento que suele pasar desapercibido y que no tiene nada que ver con la biología ni con los libros. Si no con los meses en que puede haber nacido.

Se trata, simplemente, del calendario. Investigaciones recientes han puesto sobre la mesa una teoría fascinante: el mes de nacimiento puede actuar como un catalizador inesperado para el desarrollo cognitivo.

No estamos hablando de astrología ni de la posición de los astros. La explicación es mucho más terrenal y lógica. Tiene que ver con la forma en que estructuramos el sistema escolar. En la mayoría de los países, las aulas se llenan agrupando a los alumnos por año de nacimiento. Esto crea un escenario singular donde conviven niños que se llevan casi doce meses de diferencia. Para un adulto, un año no cambia nada; pero a los cinco años, esa brecha en madurez física y emocional es un abismo.

Las bebés Roxi y Rebel nacieron con alrededor de 10 horas de diferencia. Foto: ANDREA MABRY/UNIVERSITY OF ALABAMA AT BIRMINGHAM
Según investigaciones recientes, los bebés que nacen en octubre, noviembre o diciembre tienen un mejor rendimiento en el aprendizaje.

Según investigaciones recientes, los bebés que nacen en octubre, noviembre o diciembre tienen un mejor rendimiento en el aprendizaje.

La carrera de los más pequeños

Aquí nace el concepto que los expertos llaman "efecto de edad relativa". Imaginemos un aula de primer grado. Por un lado, están los nacidos en enero, que llegan con casi seis años cumplidos, más grandes y desarrollados. Por otro, están los de finales de año, los "benjamines" del grupo. Estos últimos entran al sistema con una desventaja biológica evidente. Son más bajos, tienen menos vocabulario y su motricidad fina está menos pulida.

Lejos de ser una condena, esta situación funciona como un gimnasio mental intensivo. El niño nacido en los últimos meses del año no puede relajarse. Desde el primer día de clases, se ve obligado a estirar sus capacidades para no quedarse atrás. Tiene que prestar más atención, esforzarse el doble para entender las consignas y desarrollar estrategias de adaptación rápida. Su cerebro, ante el desafío de igualar a pares más maduros, responde acelerando ciertos procesos de aprendizaje.

Los tres meses de la resiliencia

Al analizar estadísticas educativas, los datos mostraron un patrón repetido. Los chicos nacidos en octubre, noviembre y diciembre tienden a desarrollar mejores funciones ejecutivas a mediano plazo. Hablamos de habilidades como la memoria de trabajo, el autocontrol y la capacidad de concentración. No es que nazcan con un coeficiente intelectual superior, es que la escuela los entrena para ser más ágiles mentalmente.

Es una cuestión de supervivencia académica. Al tener que compensar esa inmadurez inicial, construyen una "resiliencia cognitiva". Aprenden a gestionar la frustración y a resolver problemas con los recursos que tienen. Mientras que al alumno mayor las tareas iniciales le pueden resultar sencillas por pura madurez biológica, el menor está haciendo un esfuerzo consciente que fortalece sus conexiones neuronales. Esa gimnasia extra termina dando frutos en evaluaciones de rendimiento años más tarde.

El contexto es el verdadero rey

De todas formas, los científicos piden cautela. No se puede tomar esto como una regla de oro. Para que esta presión positiva funcione, el terreno debe ser fértil. El efecto del mes de nacimiento solo se nota en entornos educativos estables y familias que apoyan. Si el niño vive en un contexto de vulnerabilidad o va a una escuela con carencias graves, la fecha de cumpleaños pasa a ser irrelevante. Ahí pesan más el hambre, la falta de estímulos o la inestabilidad emocional.

Además, es un fenómeno con fecha de vencimiento. La ventaja de los nacidos a fin de año se ve fuerte en la primaria y parte de la secundaria, pero se diluye con el tiempo. Cuando llegamos a la vida adulta, la madurez biológica se empareja para todos. En la universidad o en el trabajo, nadie te pregunta en qué mes naciste; ahí valen la experiencia y la formación.

Lo interesante de estos hallazgos es cómo resignifican la dificultad. Lo que a primera vista parece una desventaja —ser el más chico y el menos maduro del salón— termina convirtiéndose en una herramienta poderosa de crecimiento. La inteligencia no es algo estático que viene dado; es algo que se moldea con el desafío. Y para los nacidos en el último trimestre, el desafío empieza desde el primer recreo.